Coelho, literatura y esoterismo
Considero que no hay buena ni mala literatura, sólo buenos o malos lectores. Igual consideración para los géneros: no hay género mayores ni menores, sólo literatura a secas
Termino de leer El Alquimista del autor brasileño Paulo Coelho. El libro dormía el sueño de los justos en mi biblioteca desde hacía una década, y no daba el paso a su abordaje definitivo. Cuando lo retomé, hace pocos días, hallé en su interior un recibo de luz que utilicé en aquel entonces como marcador o separador en la página 19 (espero que este número no sea cabalístico), y por fin, aleluya, finalicé la lectura.
Hace años leí a un connotado crítico literario pontificar en torno del hecho literario (como suele suceder a cada instante con estos profesionales del “descrédito”) y palabras más o palabras menos, afirmaba que un crítico que se precie de serlo no deberá jamás reseñar un libro de Coelho, porque es como caer en un pantano del que no podrá escapar jamás. He aquí que voy hacerlo porque así se me antoja (o me da la gana), y punto.
Considero que no hay buena ni mala literatura, solo buenos o malos lectores. Igual consideración para los géneros: no hay género mayores ni menores, solo literatura a secas. Y si me apuran, digo también que no hay literatura femenina ni masculina, sino literatura nomás. Ahora bien, la literatura, como toda arte, toca a los sentidos y allí, en esos terrenos movedizos, entra el aspecto de la estética y de los gustos. Y eso es otro cantar.
Dato curioso
No es la primera vez que leo a Coelho, y debo manifestar que en algunas circunstancias he quedado satisfecho de la lectura y en otras no (pero esto me sucede hasta con los clásicos universales). Como dato curioso, y por circunstancias propias de mi vida, he quedado satisfecho con aquellos libros de Coelho que buscan transmitir un mensaje, elevar el espíritu a otros niveles de reflexión filosófica, tales como Ser como el río que fluye, que son textos escritos en tiempos diferentes para periódicos y revistas, y que van dirigidos a un público ávido de una palmadita en el hombro (¿quién no lo ha estado alguna vez?)
Con El Alquimista, nos dice el editor de la obra en la contraportada, alcanzó el escritor brasileño su “consagración literaria”. Y con su lectura es ahora que me doy cuenta de la gran confusión en la que hemos caído todos (lectores, escritores, editores, críticos, medios, etc.), ya que la gran pretensión de Coelho no es alcanzar elevadas cimas de realización literaria (porque de ser así, esta obra no podría ser la consagratoria, porque es la más descuidada en su aspecto estético y de forma), sino erigirse en una suerte de gran gurú que esté por encima del bien y del mal, al que acudan cientos de miles de personas de todo el orbe para hallar en sus páginas “remedio” a sus dolencias espirituales.
Y lo ha alcanzado.
En el Prefacio el propio autor nos advierte que “El Alquimista es un libro simbólico, a diferencia de El Peregrino (Diario de Un Mago), que es un trabajo descriptivo.” He aquí en este punto la médula de su propuesta libresca (que no literaria per se), ya que su mensaje busca ahondar en otras dimensiones del Ser. Como literatura el libro en cuestión no cae dentro del canon occidental (así como buena parte de su producción, por no decir “toda”), pero sí ausculta con gran precisión en aspectos que van más allá de lo mero cognitivo, sensorial y filosófico, para entrar de lleno en lo esotérico, porque sencillamente ese es el resultado de una búsqueda personal que le ha consumido buena parte de la vida.
Más que un literato, Paulo Coelho es un místico, y su extensa obra debe ser vista, leída, analizada y clasificada como tal.
@GilOtaiza
rigilo99@hotmail.com
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