LINDA D’AMBROSIO
La obra del escultor venezolano Francisco Pereira fue el eje en torno al cual se desarrolló un dinámico encuentro que tuvo lugar en días pasados en el restaurant La Candelita de Madrid.
El artista presentó siete piezas provenientes de dos de sus más connotadas series, los Bípedos y los Migrantes, en un evento en el que Artemis Nader y David Malavé fueron los anfitriones.
La participación activa de los asistentes puso en luz la inquietud que generan estas obras en cuantos tienen la oportunidad de verlas, y la afluencia de público demostró el creciente interés que despierta el quehacer de los venezolanos en la capital de España.
Lo primero que llama la atención en las piezas de Pereira es la minuciosidad con que están descritos los detalles, lo cual es un desafío en sí mismo si consideramos que cada una proviene de una escultura previamente realizada en cera, destinada a fundirse y a dejar una huella que el bronce debe narrar con todos sus pormenores. Pero la propia temática de la obra resulta provocadora e incita a buscar los más diversos significados, lo cual constituyó el núcleo de la reflexión en el encuentro: la relación entre la obra de arte y la proyección de la psique.
En esta oportunidad las piezas aludían con claridad a dos conceptos: la transformación y el desplazamiento.
La transformación se hace patente en los Bípedos, criaturas híbridas, animales que se desplazan sobre dos piernas humanas de las que apenas restan los huesos: una especie de memento mori que remite al deceso como punto inexorable del trayecto (no necesariamente el punto final) y que nos habla del vínculo con la tierra en la que han de reposar nuestros despojos descarnados. También aluden de manera inequívoca a la naturaleza inacabada del hombre, al concepto de proceso, a la evolución continua por la que atravesamos a lo largo de nuestra vida, y además a lo que tenemos en común con el resto del reino animal.
Por su parte, el desplazamiento, que se ve representado en los Migrantes, se expresa en dos sentidos: uno simbólico, relacionado con nuestro tránsito por la vida a partir de nuestro nacimiento, y uno físico, que se manifiesta no solo en el movimiento de algunas de las figuras, sino también en la maleta como símbolo de los traslados geográficos, que a veces sobrevienen en masa, y que en estos momentos a los venezolanos nos suenan dolorosamente próximos. Sin embargo, Los Migrantes, maletas multiformes dotadas de miembros humanos, no pretenden referirse a una realidad exclusivamente local, sino a un fenómeno universal e histórico, desde el Éxodo bíblico, hasta los campos de refugiados sirios.
En el trabajo de Francisco no solo coexisten y se fusionan imágenes de diversos orígenes, desafiando el orden natural de las cosas, sino que se rescatan además elementos arquetípicos, relativos a lo más atávico, primigenio, y raigal de la esencia humana, lo que nos es propio y, a la vez, colectivo; imágenes que emergen y se repiten en diferentes épocas y culturas, en diferentes religiones y contextos. Anubis y el Espíritu Santo; Horus y el Cordero son, en la misma medida, expresiones zoomórficas a las que se ha atribuido algún significado.
Así pues, las siete piezas presentes en el restaurant fueron el punto de partida para reflexionar a propósito de temas como la vocación humana hacia la trascendencia, y el cambio como realidad permanente en la vida del hombre.
El trabajo de Pereira se hará presente en breve en otras ciudades, en las que esperamos que coseche el mismo éxito que en Madrid. Será, sin duda, motivo de orgullo para todos los venezolanos en ese momento. Enhorabuena.
linda.dambrosiom@gmail.com