Pequeña Farmacia Literaria
La Piccola Farmacia Letteraria, es un establecimiento emplazado en Florencia que procura, mediante libros, ofrecer soluciones a los problemas más comunes entre los lectores
Descubro, a través de mi amiga Elvia Sánchez, la existencia de la Piccola Farmacia Letteraria, un establecimiento emplazado en Florencia que procura, mediante libros, ofrecer soluciones a los problemas más comunes entre los lectores.
Imposible no investigar al respecto.
La propietaria de la Farmacia es Elena Molini, quien, tras haber trabajado por años en una librería, encontró una forma original de prestar uno de los servicios que más frecuentemente le habían solicitado hasta entonces: brindar consejo a los clientes acerca de lo que les resultaba más conveniente leer de acuerdo a sus expectativas y su estado de ánimo.
Con la ayuda de su hermana psicóloga, y tomando en cuenta las emociones que suscitaba la lectura, comenzó a adjuntar a cada libro una etiqueta/prospecto en la que, tras especificar el sentimiento predominante en el lector (el caso en el que debía ser “administrado” dicho volumen) se especificaban los efectos terapéuticos que surtía.
Hasta ahora, solo parte de los libros a la venta en el local ubicado en el Nº 7 de la Vía di Ripoli forman parte de la Pequeña Farmacia, inaugurada el 8 de diciembre del pasado 2018. Están clasificados en 70 categorías que engloban hasta 4.000 referencias.
Para facilitar la búsqueda, Molini ha asociado el color de la etiqueta a cada estado de ánimo. Así, el cliente tiene la opción de dirigirse a un dependiente para pedir asesoramiento, o de rastrear directamente lo que le conviene en las estanterías.
La experiencia de Molini no hace más que refrendar el poder de la palabra para, entre otras cosas, remendar los corazones rotos. Más allá de lo más obvio, que son los libros de autoayuda; más allá de los consejos de herboristería y otros recursos terapéuticos de dudosa –y a veces riesgosa– aplicación, la lectura en sí misma constituye una herramienta eficaz para curar muchos males.
Recuerdo, por ejemplo, que en el año 2011 se otorgó el Oscar por el mejor cortometraje a Los fantásticos libros voladores del señor Morris Lessmore, la historia de un hombre que ve su vida perturbada por la llegada de un huracán y encuentra en los libros la inspiración y necesaria para asignarle nuevamente un sentido a su existencia.
El autor del corto, William Joyce, explicó que este constituía la metáfora de un episodio real del que había sido testigo: tras el huracán Katrina, que asoló Nueva Orleans en 2005, las calles quedaron llenas de libros que habían sido arrancados de casas y bibliotecas. En paralelo, los casi cinco millones de volúmenes donados a diversos refugios se transformaron en el reducto a través del cual muchas personas que habían perdido todo, incluso su privacidad, habían podido evadirse de la trágica realidad.
El leer resulta así mismo terapéutico cuando el lector se ve reflejado en algunos de los personajes. Es su historia personal lo que le induce a hacer una interpretación del texto en uno u otro sentido. Isabelle Cañelles, especialista en el tema, afirmó a modo de ejemplo en una entrevista: “me identifiqué tanto con el personaje, que vi que si seguía la misma vida, me pasaría lo que a él. Y eso me sirvió de revulsivo para cambiar”.
La biblioterapia, que así se llama, hunde sus raíces en la convicción de que leer favorece una actividad cerebral similar a la que activaría la experiencia real. Las investigaciones efectuadas por el doctor Raymond Mar, de la Universidad de York, parecen confirmar esta afirmación.
En estos tiempos aciagos, y en paralelo con la creativa opción desarrollada en la Piccola Farmacia Letteraria, no hay que subestimar el poder de la lectura como una herramienta destacada para sobrevivir.
linda.dambrosiom@gmail.com
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