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1989

Guaidó es consciente de este trastorno y acuerda que trabajar debe rendir, que las cosas hay que ganárselas. Lo que es inmoral no es que un café cueste un dólar, sino que se ganen menos de 2 diarios

  • GUSTAVO LINARES BENZO

23/03/2019 05:00 am

Treinta años hace de uno muy especial, 1989. La caída del muro de Berlín, la masacre de Tianamen en China; el 27 de febrero, las reformas económicas y políticas de CAP en Venezuela. Un año que aún influye en nuestras vidas, que de alguna manera aún define los grandes acontecimientos, bien porque los influenció, o bien porque significan un cambio frente a las tendencias que marcó. 

Uno de los mejores análisis de 1989 está en uno de los mejores documentos de Juan Pablo II (¡qué falta hace!), su encíclica Centenario (http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_01051991_centesimus-annus.html). A los efectos de la Venezuela de hoy, esa reflexión cobra enorme actualidad puesto lo que está pasando en el 2019 venezolano es la caída de un muro que ha hecho a los venezolanos presos, materiales y espirituales, de una abyección muy parecida al socialismo real soviético. 

Para Juan Pablo II, la causa fundamental de la caída del comunismo fue la violación de los derechos del trabajador. El fenómeno de Solidaridad en Polonia y sus repercusiones en toda Europa del Este lo hacen postular que el escándalo de un sistema basado en el proletariado, que hacía mísera la situación de los trabajadores, terminó con la rebelión de los mismos proletarios cansados de la penuria y la sumisión. 

Ciertamente, no pareciera que Venezuela esté a punto de salir de esta pesadilla por movimientos obreros o sindicales, entre otras cosas porque hace tiempo que trabajar no es negocio ni hay empresas abiertas, mucho menos con sindicatos. En realidad, en este sentido el comunismo chavista es peor que el soviético: ha acabado con el trabajo como realidad y valor social. Desde Chávez las necesidades básicas debían ser satisfechas por el Estado, desde la vivienda hasta la comida, de modo que la supervivencia dependiera del gobierno, encarnado en el Gigante Eterno. Hasta dejó de pedirse al amigo “un puesto” (un trabajo) para mendigar una beca, un bono o un apartamento. 

El presidente (E) Guaidó es consciente de este trastorno cultural y acuerda una y otra vez que trabajar debe rendir, que las cosa valen y hay que ganárselas. Lo que es inmoral no es que un café cueste un dólar, sino que se ganen menos de dos diarios. 

Trabajo es lo que hay que dar y su valor al trabajo. Lección de 1989

@glinaresbenzo
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