Estos días tan frenéticos tendrán que repasarse una y otra vez en el futuro. Historiadores, sociólogos, economistas y sobre todo cada venezolano tendrán que confrontarse con el desenlace de la mayor vileza de la historia latinoamericana: el chavismo, el socialismo del siglo XXI o la revolución bolivariana, cualquiera de esas imbecilidades/ cuya sola enumeración nos abruma/ con toda la basura de la historia, como diría el poeta.
Desde el 10 de enero han pasado muchas cosas, pero también se han sabido muchas otras. Se ha sabido, o confirmado más bien, que lo que nos desgobierna es militar, esencialmente militar, solamente militar. Pueblo, dinero, carisma, eran meras adyacencias a lo que en el fondo era la fuerza pura y dura de un estamento que se hizo país, sin dejar mayor participación a otros sectores. Ese monopolio militar hace, obviamente, que su responsabilidad también sea esencial, casi exclusiva. Sin dinero suficiente para que después del saqueo quedaran migajas para el pueblo, la revolución bonita está sentada en las bayonetas, es las bayonetas.
Se ha sabido, se ha confirmado, que esta tragedia venezolana ha corrompido lo que ha tocado. Cualquier apoyo en estos días se explica en realidad por un negociado, una coima, una indecencia. Uruguay se enloda frente a toda la América, el país más moderno culturalmente retrocede siglos apoyando al tirano, e inmediatamente se sabe del hijo de su presidente (siempre es un hijo, una esposa, una barragana) que cobró millones y no hizo nada. Winston Vallenilla grita hands off, mientras en su mano hay un reloj de 10.000 dólares, mil seiscientos salarios mínimos colgando de su hand.
Se ha sabido, se ha confirmado, que tantos venezolanos no vendieron sus almas ni un solo día de estas dos décadas, y con su heroísmo han convencido a casi todos sus hermanos de que ya basta de cajitas y bonos para unos y caballos de paso para los tesoreros nacionales. Han convencido a países enteros, cuyos presidentes y presidentas se entregaban a Chávez mientras saqueaban a Venezuela, de que bastaba de complicidad.
Se ha sabido, se ha confirmado, que la fuerza del voto del 2015, y del antivoto, pero voto al fin, del 2018, contra toda esperanza, se está imponiendo el 2019. Esa fuerza ha hecho posible que otras fuerzas sean legítimas ante la usurpación.
@glinaresbenzo
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