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Libres y responsables

La sociedad es un ámbito de bienes comunes y compartidos dentro del cual los hombres se reconocen unos a otros como seres libres y responsables

  • ECCIO LEÓN R.

20/02/2019 05:00 am

Siempre se ha definido la libertad como uno de los atributos de los humanos. Forma parte de su vida, de su dignidad, de los hombre y mujeres que luchado por ser libres.

Mi libertad acaba donde empieza la de los demás es una manera de poner de relieve otro de los límites de ella. Pero esto no debe entenderse en un sentido puramente negativo, como si se tratara de hacer lo que yo quisiera sin otro criterio que abstenerme de perjudicar a los demás. Si lo entendemos así, volvemos al planteamiento reduccionista que vimos anteriormente, según el cual ser libre consiste ante todo y sobre todo en elegir lo que yo quiera, sin coacción alguna.

Debajo de esa idea reduccionista subyace un planteamiento individualista de la sociedad, según el cual cada hombre vive dentro de una esfera y de un espacio propio y aislado, en los que él sólo es soberano y donde nadie puede entrar. Esta idea de que el hombre es un individuo soberano dentro de su propio territorio, en el cual los demás son unos extraños, ha sido muy común en ciertas tradiciones políticas y morales europeas, por ejemplo el liberalismo.

Hoy en día este planteamiento individualista aparece ya como insuficiente, por insolidario y poco realista. La sociedad no es una suma de espacios autónomos de individuos libres y emancipados, sino un entramado donde se comparten los bienes comunes que sustentan y hacen posible la sociedad. Uno de esos bienes compartidos y mutuamente otorgados es la libertad. Sin la ayuda de los otros yo no puedo alcanzar mi madurez y mi emancipación, ni puedo mantener mi libertad. Que yo pueda ser libre depende de que los demás me reconozcan como tal y, por tanto, mi libertad se constituye desde la libertad de los demás, y no aisladamente.

La sociedad es un ámbito de bienes comunes y compartidos dentro del cual los hombres se reconocen unos a otros como seres libres y responsables, pues todas las decisiones que yo tome respecto de mi propia persona acaban repercutiendo en los demás, pues ellos quedan afectados, aunque yo no quiera, por lo que suceda conmigo, y por ello son y se sienten responsables de lo que yo haga. Es algo que antes o después les afecta. Por eso mis elecciones libres, además de quedar medidas por la realidad a la que apuntan, se miden también por la conformidad o disconformidad que tengan con los valores comunes de la sociedad en la que vivo.

En toda sociedad hay una tabla de valores compartidos, recibidos muchas veces de la propia tradición cultural, científica, moral y religiosa. Son esos valores los que marcan los efectos a través de los cuales se desarrolla y crece la libertad de cada uno de los miembros de esa sociedad. La manera más enriquecedora de ejercerla es asumir la tarea de realizar esos valores de una manera personal y creativa.

Así se vuelve a ver que la libertad sola no basta, no es un valor absoluto. Junto a ella hay que poner otros valores que la comunidad a la que pertenecemos pone en nuestras manos y para cuya aceptación y realización se precisa la intervención de la libertad, pues con ella esos valores se convierten en ideales, convicciones y tareas de la persona, una persona que no es un individuo aislado, autónomo e independiente, sino un miembro activo de una comunidad donde su vida y su libertad continuamente se integran y se encuentran con la libertad y la vida de los demás.

La libertad se pone interesante desde el momento en que asume tareas importantes y comprometidas. Basta pensar en qué es la vida profesional para darse cuenta de que ser libre exige llenar la vida de contenido. Si no, carecemos de identidad. El hombre, al cabo del tiempo, termina siendo aquello que pone en práctica. Si no hay tarea que realizar, uno no es nada ni nadie, viene el vacío, la pérdida de sentido de la vida, la sensación de inutilidad, e incluso la frustración. De todo esto se infiere que cuando la libertad asume tareas y riesgos, se compromete, apuesta por un proyecto, por un ideal o por una persona. Y por eso la libertad se vincula a ellos, pasa a estar a su servicio, por decirlo así. La libertad adquiere sentido cuando tiene un para qué, cuando está al servicio de una causa, cuando se compromete por ella y en ella.

La libertad no es sólo libertad de elección, sino también libertad moral, es decir, el proceso de desarrollo ético y humano de la persona. No basta sólo con elegir esto o aquello; hay que elegir bien, hay que elegir aquello que contribuya a nuestro mejor desarrollo como hombres y como personas. No basta elegir para ser libre, hay que elegir bien, hay que elegir lo mejor. La libertad no es tanto elegir como elegir bien, es decir, dirigir mis pasos hacia una meta, organizar mi vida, mi tiempo futuro, en torno a una tarea, a un ideal que valga la pena. La libertad, y esto es importante, no es autosuficiente, no se basta a sí misma necesita el bien para poder realizarse. Si elige mal, se equivoca, aunque se equivoque libremente, es mejor para ella acertar libremente. Y el acierto de la libertad está en elegir lo mejor para la persona.

En fin, cuando somos conscientes y asumimos nuestra responsabilidad es cuando somos verdaderamente libres ya que nadie decide por nosotros. Es esta libertad la que nos permite ser diferentes y dar todo lo que somos.

@el54r
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