Funambulismo es el arte de caminar a lo largo de un delgado alambre o cuerda, eso que todavía vemos en algún circo, pero también en la flamante diplomacia de la Unión Europea que se alía con los gobiernos de México y Uruguay dándole la espalda a todo el continente. En un momento de lucidez Mogherini definió la aventura como una de “alto riesgo”, pero se subió a la cuerda -ese es su trabajo- porque lo que Europa representa es eso, un permanente caminar en la cuerda floja, una altamente peligrosa y con apenas la ayuda de ese palo para buscar equilibrio que los funámbulos usan desde tiempos inmemoriales. Se dice que Marco Aurelio veía uno de estos actos y el funámbulo cayó, de manera que ordenó se colocasen debajo unos colchones, a lo que se atribuye que hoy se coloquen redes protectoras. 

La Asamblea Nacional, y el propio Guaidó, lo dejaron muy claro: No a diálogos que alarguen este sufrimiento. La ruta está trazada, cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. De allí nadie se puede mover, so pena que la historia se convierta en Saturno y devore a sus hijos. 

En el mundo la izquierda demócrata tiende al aislacionismo, camina sobre la cuerda de su abstención mental, como la encabezada por Bernie Sanders mientras Nancy Pelosi con una declaración saca el tema Venezuela de la confrontación interna y lo hace de interés conjunto. Al igual que la declaración posterior de Joe Biden. Persisten divisiones allí, como ese sector demócrata e, inclusive, de republicanos fieles al aislacionismo de Trump, uno que no se manifiesta sobre Venezuela. 

Los primeros funámbulos aparecieron en Grecia sin tener nada que ver, obviamente, con quienes desafiaban el pensamiento en las Ágoras, buenas para cabildos, y menos con las acciones de Alejandro en la expansión de la cultura griega. De allí a la temprana Roma donde han persistido hasta nuestros días. Herencia grecolatina. 

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