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¿Se puede gobernar así?

En Venezuela hoy se presentan unas disyuntivas claves, que vienen arropando a la lucha por el poder. Los que están no quieren irse, y lo que no están quieren acceder al poder.

  • ÁLVARO MONTENEGRO FORTIQUE

21/01/2019 05:00 am

La lucha por el poder ha estado presente durante toda la historia de la humanidad. No es de ahora, no fue de ayer, no será de mañana. No es única en nuestro pueblo, país o continente. Esa lucha continuará siempre y existirá en todos lados del mundo mientras el hombre sea hombre. Es una de las características más relevantes de la naturaleza humana. Las lecturas del Génesis nos relatan que Caín mató a su hermano Abel por una relación de poder, y la envidia fue usada como justificación para cometer ese crimen. Con esa historia aprendimos que desde el comienzo los hermanos pueden matar a sus hermanos, con tal de conservar ciertos privilegios y el poder. A partir de ese, casos de luchas por el poder han habido muchísimos y de todo tipo, que tienen en común una especie de “erótica del poder” actuando como una obsesión, que implica que lo único malo que tiene el poder es tener que dejarlo. Nadie quiere dejar el poder. He allí el problema. 

Por eso existen mecanismos para equilibrar el poder. Los norteamericanos los llaman “check and balance”, chequeo y balance en un sistema de contrapesos, para no dejar el poder en unas solas manos y evitar las tiranías. El barón de Montesquieu acuñó durante la Revolución Francesa el término “división de poderes” para demostrar que el poder debería equilibrarse repartiéndose entre poder legislativo, que redacta las leyes, poder ejecutivo, que las ejecuta, y poder judicial que se encarga de corregir y castigar cualquier desviación a esas leyes. Si no existe esa separación, decía el barón, no puede haber democracia sino tiranía. Montesquieu argumentaba que “todo hombre que tiene poder se inclina a abusar del mismo; él va hasta que encuentra límites. Para que no se pueda abusar del poder hace falta que, por la disposición de las cosas, el poder detenga al poder”. Más claro imposible, cada uno de esos poderes debe ser ejercido por personas diferentes y sin rango de subordinación para que la verdadera democracia funcione. 

Dominar y someter Pero como ya vimos el poder es obsesivo e intenta dominar a las otras fuentes de poder. Para lograrlo se vale de la violencia y puede someter hasta a sus hermanos, como pasó con Caín y Abel. Es que el poder y la violencia están estrechamente relacionados, si tomamos a la violencia como la posibilidad de hacer al otro algo que no desea hacer utilizando cualquier método. Existe una violencia “legítima” que clasificó el filósofo alemán Max Weber como en manos del Estado, y una violencia ilegítima que se sale de los parámetros legales, y puede tener cientos de manifestaciones visibles. Desde golpes de Estado hasta terrorismo, guerrilla, paramilitares, colectivos violentos, secuestros, censuras, amedrentamientos, acoso, espiral del silencio y muchísimas más. 

En Venezuela hoy se presentan unas disyuntivas claves, que vienen arropando a la lucha por el poder. Los que están no quieren irse, y lo que no están quieren acceder al poder. Parece un quítate tú para ponerme yo, pero es un poco más profundo porque lo que está en juego no son simples cambios de nombres, sino visiones completamente diferentes de modelo de país. A ver, el presidente como cabeza del Poder Ejecutivo se juramentó ante un Poder Judicial que no oculta su subordinación, en vez de hacerlo ante el Poder Legislativo como corresponde constitucionalmente. Hay dos poderes legislativos, uno con representantes del pueblo y otro con representantes del Poder Ejecutivo, y en este caos uno se pregunta: ¿Se puede gobernar así? La respuesta es sí, con la condición de que no se permita a los ciudadanos expresarse libremente. Siempre se puede gobernar así.

alvaromont@gmail.com
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