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La vigilia

La mejor visión de esa montaña mágica que Thomas Mann no vio y que llamamos Ávila la da, sin duda, el Parque del Este, bautizado originalmente como “Rómulo Betancourt”

  • TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ

16/01/2019 05:00 am

"De cierto tipo de vigilias viene la inculpación del nacimiento”, es Cioran en “El inconveniente de haber nacido”. La mejor visión de esa montaña mágica que Thomas Mann no vio y que llamamos Ávila la da, sin duda, el Parque del Este, bautizado originalmente como “Rómulo Betancourt” por quien lo concibió e inauguró con su frase de un espacio para los enamorados. 

El nombre fue liquidado, pero el parque está allí y Betancourt seguramente sigue perdiendo la paciencia y quebrando sus pipas en lo que el imaginario popular de la época resolvía diciendo que los brujos de Guatire tenían trabajo extra ensalmándolas a toda prisa. 

Una cosa es la paciencia política y otra la personal. Hoy la montaña está evanescente. Nunca está igual. A veces sorprende con diversos tonos, otras con una corona de nubes y de cuando en vez parece huyendo. Miranda en La Carraca hubiese protestado por el cambio de nombre, pues era sabio y así quedó comprobado en “Colombeia”. “Hay un conocimiento que quita peso y alcance a lo que uno hace”, podríamos argumentarle, delante de la nave allí plantada o en su soledad al desembarcar y ver las calles vacías de todos escondidos. 

Uno toma decisiones en lo personal que lo político obliga a dar marcha atrás. Cuando de joven iba al Parque del Este a estudiar allí no estaba Cioran. Ya escribía entonces columnas de opinión y nunca decía que ese era mi último artículo. Lo que entonces sabía seguramente lo sé ahora, pero nadie me torcía el brazo ni me había topado con Onetti. 

Mantengamos, pues, la vigilia, sabiendo que mi generación despertó a la vida pública teniendo delante universidades que lo eran y el tiempo propicio para pasársela metido en una librería. Si se nos argumenta que no hay nada más, la decisión política repite que debemos ayudar. Al bolsillo, por ahora, la decisión personal del amable retiro, no sin recordar que la única manera de cambiar la realidad es con la imaginación. 

La montaña está evanescente. Si frente a ella se plantara Cabré de su pincel saldría el blanco de Reverón. Cierto que sus muñecas no saldrían a buscar una foto, pero su firma quedaría estampada en la pared. Eso es posiblemente lo que en este momento Pessoa llamaría desassossego y que aquí nos permitimos llamar la vigilia. 

teodulolopezm@outlook.com
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