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El líder ausente

Hay quienes asoman que la carencia actual de una persona carismática como Chávez es la clave de nuestra falta de liderazgo.

  • DANIEL ASUAJE

09/01/2019 05:00 am

Si en el país hay una aversión colectiva hacia el gobierno y una aspiración general por salir de la crisis, ¿cómo es que entre los millones de descontentos no haya uno capaz de liderar esa energía y producir el cambio?

No es por falta de aspirantes, más bien hay muchos. Tampoco es por falta de oportunidad, pues Ortega, Mendoza, Rosales, Capriles, López, Falcón, Ramos Allup y MCM, han tenido su cuarto de hora de fama y recursos, pero sin el resultado deseado por ellos.

Podría pensarse que sus ambiciones personales, sus egos, les impiden concertar con los demás, pues para cada quien o es él el primero o ninguno entonces. Esta explicación luce lógica pero es engañosa y solo parcialmente cierta. Atribuir solo a la ambición de poder la falta de liderazgo es como imputar al deseo empresarial de lucro la inflación o al apresto militar al combate las guerras. Ambición de poder, afán de lucro y apresto al combate son cualidades que deben tener quienes se dediquen a esos menesteres. En general, un político que no busque el poder, un empresario que rehúya oportunidades de obtener ganancias o un militar cuya predisposición sea perder el combate, contraviene su razón de ser o erró su receta de éxito.

Alguien diría, entonces, que el problema no es que tengan esas características, sino que las tengan en demasía. La cuestión con esta hipótesis es que no tenemos cómo probarla o descartarla sin un ambiciómetro, un lucrómetro o aprestómetro que permita calibrar, por ejemplo, cuánta ambición es buena y cuánta es mala. Por lo pronto el dato duro disponible es que nuestros dirigentes opositores sí han logrado ocasionalmente acuerdos de apoyo mutuo, bien para presentar un candidato único o bien para aunar esfuerzos para otras acciones concretas, pero han sido consensos de corta vida y el quid es que quienes han tenido en su oportunidad la mayoría del apoyo, o buena parte de él, han fracasado en mantenerlo. ¿Cuánto del apoyo electoral conservan ahora Rosales, Capriles o Falcón? Muy poco, incluso si los sumamos. Entonces el problema tampoco es la falta de acuerdos, sino más bien la incapacidad de mantenerlos y su fracaso en preservar y/o aumentar el capital político acumulado.

Hay quienes asoman que la carencia actual de una persona carismática como Chávez es la clave de nuestra falta de liderazgo. Chávez antes de su “por ahora” ya tenía las cualidades que lo catapultaron, solo le faltaba la oportunidad para hacer gala de ellas. En otras palabras, de seguro que entre los millones de venezolanos actuales en el país hay al menos uno con dotes semejantes a las de Chávez, pero no ha tenido su ocasión todavía. Pero, ¿de qué carecen, entonces, quienes han perdido “su momento”? Miremos hacia alguno de ellos para encontrar respuestas.

Ramos Allup, por solo nombrar uno, es un orador brillante, es talentoso e histriónico pero perdió el tren. En consecuencia, el histrionismo no basta. Más aún, si examinamos a Churchill, Gandhi y a Juan Pablo II, veremos líderes muy carismáticos y sin ser histriónicos fueron dueños de un magnetismo casi irrevocable. Y ese magnetismo tenía su epicentro en una narrativa que operaba una transustanciación milagrosa; ellos no solo tenían un mensaje, eran el mensaje mismo y por ello fueron capaces de emocionar a sus públicos como lo lograron Chávez, Gaitán, Perón, Hitler, CAP o Mandela.

Luther King tenía un sueño y lo contagió a su audiencia. Betancourt quería una Venezuela libre de tiranos y en ejercicio pleno de su soberanía, la quería democrática y moderna, al mismo tiempo que pudiera alimentar, dar empleo digno y acceso a la riqueza a las mayorías. Por ello mezcló en una sola narrativa su sueño de Por una Venezuela libre y de los venezolanos con los anhelos de las masas urbanas y rurales de Venezuela de pan, tierra y trabajo, y los estampó en un solo eslogan en el escudo de AD. Allí estuvo el acierto: no solo hablarle a la gente, sino también escucharla. La magia transmutadora fue consustanciar un sueño personal con los anhelos, sentimientos y emociones de un país; creando así un liderazgo que brindó identidad y pertenencia (“todos” fueron adecos), sensación de destino (el sueño), emoción (motivación, fe en un futuro).Quizá fue el mismo efecto logrado por Moisés con la Tierra Prometida. Con certeza fue el de Chávez al consustanciar las frustraciones y resentimientos de muchos venezolanos con su sueño personal de refundar al país y así se hizo mesías vengador con multitudes de conversos tras su figura.

¿Quién será el nuevo líder nacional? Quién sabe, pero la política y la física no toleran vacíos y si los “viejos” no saben llenar el espacio libre entonces lo hará uno más joven. Si aprovecha bien el momento provocando inspiración y emoción verbalizando los anhelos nacionales, entonces creará en la gente razones para que la identidad de anhelos sociales con los sueños del líder ocurra y así sembrará en sus seguidores sensaciones de origen, destino y pertenencia al país que ellos se prometan.

@signosysenales
Dh.asuaje@gmail.com
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