¡París se quema, se quema París!
No quiero aceptar que una de las naciones catalogada como modelo cultural e históricamente más significativa del mundo occidental, quede tan solo en los libros de historia
París arde con manifestaciones ante las medidas económicas tomadas por un gobierno de tecnócratas, profesionales no corruptos, que si los dejan llevarán a Francia hacia un mejor futuro.
Macron prometió reducir el aparato del Estado e incentivar a la empresa privada, como eje económico, y como debe ser, pero arrastra el desastre de gobiernos paternalistas de izquierda, y está lleno de empleados públicos y pensionados; asimismo se consiguió con una Francia impresionantemente musulmana e incontrolable, por aquellos que no se integran a la sociedad y han asesinado en los últimos 4 años, a 246 inocentes.
Los “chalecos amarillos” representan una de las peores crisis del mandato de Macron y de las más graves conocidas, desde 1968. Más de 300 mil manifestantes se concentraron en el último evento. Estos son un grupo de “espontáneos”, no cuentan con un líder definido, lo que dificulta aún más el diálogo.
Macron por su parte alega y demuestra que las alzas en la gasolina por ejemplo es necesaria. El problema es que 7 de cada 10 franceses apoya estas manifestaciones.
Sin culpa, Macron se está buscando un lío. Los franceses se sumergen en la miopía del día a día y no son capaces de comprender que uno de los destinos turísticos más bellos del mundo y la economía número 9 del planeta pudiera dejar de serlo, si no aprecian su realidad.
Este no es el peor de los problemas de Francia pues pasear por París hoy es como estar en la Meca. Francia está perdiendo su identidad. París está condenada a convertirse en una ciudad fantasma; al Islam tanta cultura no le va, una imagen como la de la Mona Lisa, está prohibida y atenta en contra de sus principios.
Francia se está convirtiendo en el primer país musulmán de Europa y pronto ellos serán un 15% de la población y elegirán su presidente, con la salvedad de que los musulmanes no se adaptan, y están insuficientemente representados en la vida política. En cambio, están muy presentes en las prisiones: la mayoría de los presos en Francia son musulmanes.
No quiero aceptar que una de las naciones catalogada como modelo cultural e históricamente más significativa del mundo occidental, quede tan solo en los libros de historia.
¡Francia reacciona¡
davidbittanobadia@gmail.com
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