No importa que no diga nada, que divague, que acuda a la ironía con temas intrascendentes o anécdotas triviales, incluso que baile, pero por favor que no anuncie más planes económicos.
El asunto de los anuncios es tan dramático que, como ocurrió con los supuestos planes económicos que serían anunciados el pasado jueves por parte de Nicolás Maduro, aunque al final no dijo nada, aún así los precios se dispararon. Es decir, los efectos de los anuncios son tan dañinos para la economía, que el solo hecho de decir que se va a anunciar algo, es suficiente para crear una conmoción de precios.
Cada vez que hay un anuncio el país tiembla, los proveedores se arremangan la camisa, los comerciantes corren como locos para reponer algo de mercancía, las grandes empresas revisan las cifras en sus bases de datos y proyecciones, los condominios privados colapsan y el que tiene algo de recursos corre al mercado más cercano a comprar más productos no perecederos, mientras los buhoneros tachan el cartoncito con los precios de hace una hora para sustituirlos por la nueva cifra que su olfato y experiencia le indica.
Los venezolanos deberían recomendarle al Presidente que mejor no hable. Decirle que la mejor política económica que puede hacer, sin alterar su modelo socialista, es que no diga nada, que no tome medidas, que al menos deje las cosas como están y que el mercado negro siga su curso con sus propios mecanismos en ese mundo paralelo de la economía de hoy, que es el único que funciona en el país.
Cada semana se producen otros anuncios, ya no del Gobierno, sino de quienes producen bienes y servicios. Pero no son noticias de éxitos, de triunfos, de nuevos productos. Al contrario es una suerte de parte de guerra, de bajas en el frente, producto de lo que anuncia Maduro o de lo que dice que va a anunciar. Son las víctimas inmediatas del desastre, de la inviabilidad de su modelo, de un sistema corrompido y manejado por mafias.
Durante esta semana fue anunciado el cierre de operaciones de Goodyear en Venezuela. La falta de insumos, el control de cambio y las regulaciones de precios obligó a esta planta a “tirar la toalla”, siguiendo el mismo destino de cierre de otras tres marcas que lo hicieron en los últimos dos años. De 15 mil cauchos diarios la producción se había reducido a unas mil unidades y la reducción seguía su curso.
Todo transportista, sabe que desde hace años, para conseguir un caucho en Venezuela hay que buscarlo en el mercado negro y pagarlo en moneda dura. Al mismo tiempo, no hay planta en Venezuela que pueda operar sin pagar una cuota extraordinaria a la cadena de extorsión de los funcionarios públicos.
Otro cierre de la semana ha sido el del diario El Nacional. Luego de 75 años circulando, este diario, uno de los símbolos de la libre expresión en el país, deja de circular. Ya no hay papel para imprimir y el acoso económico lo obliga a dar ese paso. Las demandas judiciales en su contra, las restricciones para adquirir los insumos, para distribuir el impreso y las condiciones laborales, lo llevan a tomar tan dramática medida. Es un paso que han dado al menos 40% de los diarios del país.
Ahora este medio estará disponible solo a través de las vías digitales en donde también se enfrenta al bloqueo que se suele ejercer en los portales electrónicos. La hegemonía comunicacional sigue su curso ascendente.
Estos cierres de empresa son el avance del socialismo del siglo XXI, que reducido a 4 países, tiene su cumbre a partir de hoy en Cuba en la llamada Alianza Bolivariana de los Pueblos (ALBA). Para allá fue Nicolás Maduro a buscar algo de oxígeno con sus aliados de Cuba, Nicaragua y Bolivia. Pero tras de sí, deja el desastre que sufren los venezolanos que se profundiza cada vez que desde el Gobierno, el nuevo jefe de la revolución anuncia un nuevo plan económico.
Twitter: @folivares10
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