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La solidaridad inconclusa

La caja clama por abundantes recursos sólo para atender los requerimientos que imponen los gastos internos, y esa respuesta refrescante no garantiza la posibilidad de que sea así

  • TOMÁS SOCÍAS LÓPEZ

15/12/2018 05:00 am

-Ni es tan cierto que a la hiperinflación se le derrota solamente con mayor producción de bienes y de servicios, como que exclusivamente con el voluntarismo de técnicos y la defensa de tesis ideológicas, es como se forma a los ciudadanos para que aprendan a sacarle provecho a dicho proceso destructivo del derecho humano al bienestar social. ¿Qué hacer, entonces?

Es innegable. El Gobierno ha sabido y podido mover y moverse para no lucir solo durante los últimos días del último mes del 2018. Los Jefes de Estado de Turquía, Rusia y México, sin duda alguna, han respondido a una necesidad diplomática bien estructurada, acertada para tales fines. Pero se trata de fines que, sin embargo, están atados ahora a una nueva etapa: a la de la materialización de las colocaciones de dinero fresco.

¿Inversiones? ¿Sociedades? ¿Préstamos? La caja clama por abundantes recursos sólo para atender los requerimientos que imponen los gastos internos, y esa respuesta refrescante no garantiza la posibilidad de que sea así como los citados fondos se van a hacer presentes.

Los tres solidarios, entonces, tienen ahora a su cargo la nada fácil tarea de convertir en hechos el compromiso de concluir lo hablado y lo acordado; de evitar que la bien proyectada solidaridad sea minimizada por la dinámica, cuando lo que se necesita es que concluya satisfactoriamente.

Las soluciones sociales que no son

Los clamores laborales que han estado provocando el mayor ruido durante los últimos días, indiscutiblemente, han sido los que nacen en las dependencias gubernamentales. Ellos demandan precisión. Y la precisión en este caso, sin duda alguna, ha sido el que nace y emerge desde las instancias oficiales.

Pero en el sector privado, donde se han ideado alternativas compensatorias dirigidas fundamentalmente a impedir el abandono de los sitios de trabajo, emerge otro ruido: el del que ahora argumenta una pretensión capaz de hacer sudar a algunos negociadores. Se trata de que los complementos salariales en moneda dura, definitivamente, tienen que pasar a ser el patrón de pago. Mucho mejor si es el único.

En otras palabras, la dolarización no puede continuar siendo un instrumento de distracción, cuando está llamado a funcionar como una alternativa de solución. Mientras tanto, se pierde en la espesura administrativa el reclamo empresarial sobre el atropello abusivo de los alcances de la Ley contra Despidos Injustificados. Se sabe vigente, pero no tiene resonancia en los despachos gubernamentales donde debería operar una caja de resonancia.

Los países vecinos y las embajadas acéfalas

Resulta inevitable que el adelantado comentario internacional acerca de que más de una decena de países regionales va a dejar en Venezuela a sus Embajadas sin titulares desde comienzos del 2019, tienda a provocar una seria mortificación en los establecimientos que comenzarían a trabajar a partir de esos mismos días, sin poder disponer del personal activo proveniente de dichas naciones.

Pero, por otra parte, no son pocos los que alertan a sus representaciones diplomáticas acerca de que “a lo peor” que tendrían que someterse es a “quedarnos en la calle”, sencillamente “porque lo político está minimizando lo económico y lo social”. Sin duda alguna, es “contradictorio” que los “gobiernos insistan en desvincularse de sus obligaciones con sus connacionales”, a la vez que se “ausentan de sus deberes y de sus obligaciones”.

Al reciclaje, no hay quien le quiera y saque provecho

Sólo la celebración y conmemoración internacional de los días alusivos a fechas emblemáticas relacionadas con el medio ambiente y su protección, resguardo o impedimento de su deliberada destrucción, hace posible que en Venezuela haya individualidades y organizaciones que afirman ocuparse de “crear conciencia” para que los venezolanos traten de sacarle provecho a lo que hay y no exclusivamente a lo que está por venir.

De resto, no hay nada que, con sus diseños y realidad, permita que, por ejemplo, se siga dejando de producir una cantidad de bienes, incluso de consumo masivo, al comprobarse que muchos de dichos bienes no disponen de insumos imprescindibles para incrementar su oferta, como es el caso de: envases de vidrio, de plásticos, de hierro y aluminio, además de tapas, por sólo citar algunos. Sólo algunas instancias municipales se han manifestado decididas a “hacer algo”, y, si acaso, dependencias vecinales.

De resto, Venezuela continúa convertida en un gran promontorio de bienes para el derroche, como de indiferencia ante la importancia y necesidad imperiosa de convertir a cada ciudadano en un activista al servicio de la alternativa sustitutiva de insumos importados.

El voluntarismo y la hiperinflación

Ni es tan cierto que a la hiperinflación se le derrota solamente con mayor producción de bienes y de servicios, como que exclusivamente con el voluntarismo de técnicos y la defensa de tesis ideológicas, es como se forma a los ciudadanos para que aprendan a sacarle provecho a dicho proceso destructivo del derecho humano al bienestar social. ¿Qué hacer, entonces?

No seguir arrastrando una estructura administrativa pública deficitaria, y mucho menos continuar financiando semejante indisponibilidad de fondos con recursos sin soportes. A quienes producen y perciben ingresos de los pagos ciudadanos, les corresponde declarar tributos semanalmente.

Pero a los que luego erogan esos nuevos fondos en el sostenimiento de una estructura laboral improductiva y no competitiva, nadie les exige que pongan sobre el tapete público el ejemplo de su dedicación a lograr superiores rendimientos gerenciales, mucho menos a compensar a quienes promueven riesgos financieros para que dependan de su propia capacidad generadora de divisas, produzcan riqueza y liberen al Estado de su obligación de dotar a la población de servicios públicos de calidad.

No matricularon el aumento del precio de la gasolina

Realmente, tampoco se le debía -ni podía- dar credibilidad a todas las propuestas que emergieron del seno de la Asamblea Nacional Constituyente para complementar las decisiones que anunció el Ejecutivo a mediados de agosto, y con lo cual la economía ofrecería un rostro distinto y Venezuela comenzaría a salir de la contracción económica. Tampoco había que dudar, y hasta se le podía dispensar una dosis esperanzadora a quienes se empeñaban en decir que, finalmente, llegaría la posibilidad de que el “pueblo” recuperara su capacidad de compra.

No obstante, al borde del cuarto mes desde el momento de los anuncios, dos de ellos brillan por su ausencia: el aumento del precio de la gasolina a precios internacionales, y la posibilidad de que el Gobierno iniciara un bien analizado -y mejor tratado- proceso de privatización de ciertas empresas convertidas en un verdadero desaguadero de recursos. Cualquier análisis e interpretación de lo primero resiste las más variadas, como inverosímiles valoraciones de quienes deseen ocuparse en eso.

Pero ¿y qué sucedió con lo otro? ¿Acaso resulta más inteligente y útil abrir portones de empresas que sólo producen cifras rojas? Hacer eso se traduce en que a quienes les entregan dinero para mejorar su capacidad de compra, al final les asignan la obligación de desprenderse de dichos fondos para que “mantengan funcionando” a empresas que terminarán oxidándose en asuntos de pocos meses.

Analista Económico, Político y Consultor Empresarial
tsociasl@gmail.com
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