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Los 20 años que nos cubren

Pocas veces, por no decir ninguna, en Latinoamérica, una nación bendecida con los amplios dones de la naturaleza, había llegado a tan insondable hundimiento en lo moral, social y económica

  • RAFAEL DEL NARANCO

15/12/2018 05:00 am

En el cercano mes de febrero se cumplen 20 años desde que Hugo Chávez Frías entró en la historia tras dominar las elecciones celebradas unas semanas antes: 6 de diciembre de 1989. 

En el transcurrir de ese tiempo, Venezuela pasó de la utopía al desencanto. Pocas veces, por no decir ninguna en Latinoamérica, una nación bendecida con los amplios dones de la naturaleza, había llegado a tan insondable hundimiento en lo moral, social y económico. El país, en esas dos décadas, franqueó la puerta de la riqueza más próspera hacia la paupérrima miseria. Y hoy se sigue corroyendo. ¿Culpables? Todos, aún más el político barinés y los escuadrones serviles que siguieron a un hombre de palabra inflamada envuelta en resabios al socaire del fuego encendido de sus arengas llaneras. 

Habiéndole citado la muerte con tiempo suficiente para enderezar entuertos, salió por la mitad de la tangente y dejó en Miraflores a un camarada que había sido un buen vasallo pero poco expeditivo a la hora de asumir una responsabilidad de envergadura. 

Lo demás es el presente que nos muerde el aliento y deja a la nación hendida y paupérrima. 

En la arenga que Chávez pronunció ese diciembre de 1998 sobre “la moribunda Constitución” frente un presidente Rafael Caldera cohibido que le entregaba el mando, expresó, antes del acto, unas palabras que como tantas otras en sus cientos de peroratas, fueron fatídicas: 

“No quiero decir que no haya posibilidad de que Hugo Chávez termine siendo un ser despreciable que llegó a la Presidencia de la República, y terminó siendo uno más. No digo que sea imposible, pero estoy trabajando para que eso no ocurra… dependerá de muchas variables para que uno no termine… diciendo como Páez, al final de su vida, que hubiera preferido morir en un campo de batalla”

Como era característico en él, juró garantizar los derechos humanos, y a la vez mano dura para los desviacionistas ideológicos, recalcando que había que ser magnánimo con los perdedores, pues “un águila no mata moscas”

“Asumiremos el triunfo con humildad porque ésta es apenas una batalla. Hemos hecho algo importante, pero no hemos ganado la guerra”

 Retornó a los pasos de su tutor, Simón Bolívar, expresando que ahora estará más vivo en la presencia del nuevo resurgir de la patria, recordando sus palabras cuando solicitó un “Poder Moral” al lado del Legislativo, Ejecutivo y Judicial. 

¿Dónde están ahora, a dos décadas, esos vientos de frescura democrática? 

Un hombre que perdería el poder total a cuenta del Comandante y el bagaje político de toda una vida, Carlos Andrés Pérez, muerto en soledad en Nueva York, nos dijo a nosotros en un libro-entrevista: 

“Ese militarucho que desangró el país con una hecatombe golpista no significó nada para mí, pero el suceso fue sumamente grave al ser un punto de inflexión en la situación política venezolana, cometiendo yo el error de no darle la importancia que tenía”

José Vicente Rangel, que ocupó en el primer gobierno de Hugo Chávez el Ministerio de Relaciones Exteriores y después, tras el golpe de Estado del 11 de abril de 2002, asumió el de la Defensa, pronunció unas palabras que, miradas al trasluz de estos 20 años deshilachados, poseen el retrato de unas pinceladas sibilinas: “Chávez, con oposición es garantía para todos y en particular para él mismo. Chávez, sin oposición, es un peligro para todos y en particular para él mismo”

Eso aconteció. 

En estas circunstancias políticas, con Nicolás Maduro en la presidencia y enrevesado el país en todas sus vertientes, la oposición política debería ser la valía inconmensurable que ayudara a exorcizar la gravísima crisis que padecemos, y que no apunta a ninguna salida coherente que ayude a amainar el tremebundo deterioro de todas las estructuras que asfixian a la nación. 

Días antes de la toma de posesión de Chávez salimos a Barinas para estar presentes en la juramentación, como gobernador del estado llanero, de su padre Hugo de los Reyes Chávez. Esa noche en Sabaneta, le hicimos varias preguntas al nuevo presidente cuyas respuestas quedan para la historia. De la conversación destacamos dos respuestas puntuales: 

-¿Es usted comunista? 

- Para nada. Todo mi proyecto político es una búsqueda del lado humano del sistema capitalista. 

- ¿Qué piensa de Fidel Castro? 

- Él tuvo sus circunstancias. Tampoco voy a ponerlo como ejemplo a seguir, de ninguna manera. Siempre lo digo: Cuba para los cubanos. El lugar nuestro es Venezuela, debemos poner orden aquí, en casa, y los cubanos que arreglen sus propios problemas. 

Días antes, Gabriel García Márquez, que había dialogado con Chávez en un vuelo de La Habana a Maiquetía, escribió: “He conversado en el viaje con dos hombres opuestos: uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país. Y el otro, un ilusionista, que podría pasar a la historia como un déspota más”. En las sombras, un país que sueña, anhela y espera. 

rnaranco@hotmail.com
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