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El que no vota no come

La oposición no puede ir dividida en varios toletes: el de los alcaldes, el de los vecinos, el de los partidos no inhabilitados y el de los abstencionistas. Lo sucedido en Baruta es la consecuencia...

  • OSCAR ARNAL

11/12/2018 05:00 am

Según el último estudio de opinión pública “Latinobarómetro” de las Américas, el nivel de apoyo al sistema político ha caído al 40,6%. Solo el 41,94% cree en la imparcialidad del CNE y solo el 47,12% piensa que el voto es secreto. El domingo votó 30% menos que en las de concejales del 2013. 

Una abstención que superó el 72% de los electores inscritos, confirma la poca fe que existe en el sufragio. Todo esto subrayado por el hecho de que es un voto sometido a coerción. Una especie de amenaza, que muchos leen con el temor “del que no vota no come”. Cuando se ata el voto a la recepción de las cajas de comida (Clap), al pernil, a los bonos y a las misiones, el sufragio se esclaviza. Aunado a que la encuesta nacional de condiciones de vida (Encovi) elaborada por la UCV, la UCAB y la USB, refleja que la pobreza extrema crece cada año, alcanzando a más del 60% de la población. La hiperinflación es una fábrica de pobres. 

Cuando en la historia se empezó a debatir quienes debían sufragar, se determinó que debían ser los que tuvieran bienes de fortuna. Se consideró que el hombre libre era aquél que no dependía de nadie, podía valerse de sí mismo y decidir su propio destino. Por ello, el voto comienza siendo censitario. Votan los que califican como propietarios. En Inglaterra a la vez argumentan darle doble voto a los egresados de Oxford y de Cambridge. Con el correr del tiempo sufragan también los que tienen un arte u oficio, más tarde las mujeres, y luego los analfabetas. 

Los resultados del domingo arrojan varias lecciones. La oposición no puede ir dividida en varios toletes: el de los alcaldes, el de los vecinos, el de los partidos no inhabilitados y el de los abstencionistas. Lo sucedido en Baruta es la consecuencia. En Chacao y en El Hatillo se demostró que a pesar del inmenso ventajismo gubernamental, el oficialismo es derrotable. Por supuesto y utilizando un término coloquial “hay que darle hasta con el tobo” en las mesas. 

Los resultados dicen que el apoyo al gobierno es precario. Cuando se toma en cuenta el rechazo de aquellos que se abstuvieron y quienes acudieron y lo hicieron en contra, somos más del 80%. El gobierno es endeble y para el 10 de enero tiene plomo en el ala. Solo basta la unión.

oscar.arnaln@gmail.com
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