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Ahora le tocó a México

Hay quien nos ataja y nos dice que no nos precipitemos. Quienes nos alegan en este sentido, prefieren apostar a que justamente, por su complejidad histórica, México es menos fácil de controlar

  • DAVID UZCÁTEGUI

07/12/2018 05:00 am

Entre las naciones de nuestra región latinoamericana que han cambiado recientemente de gobierno a través de procesos electorales democráticos y pacíficos, le acaba de tocar a México. 

La nación azteca vio días atrás, la toma de posesión -o de “protesto”, como ellos la denominan- de un nuevo mandatario, esta vez se trata del controversial Andrés Manuel López Obrador. 

Y es que todo lo que ha rodeado al Presidente en funciones, ha sido objeto de diatribas, no solamente en la opinión pública mexicana, sino en la internacional. 

López Obrador ha sido señalado de escorarse demasiado hacia la izquierda, así como de mantener vínculos amistosos y de afinidad ideológica con colegas que han implementado gobiernos populistas y de absoluta inviabilidad económica, lo cual hace temer sobre la posible dirección de su desempeño al mando de la primera magistratura mexicana. 

La reconocida periodista y bloguera cubana Yoani Sánchez, presenció en la población de Juchitán de Zaragoza, uno de sus discursos y esto es lo que recoge en sus impresiones, publicadas en un artículo de su autoría: 

“Curtida en la oratoria de los populistas, aquel día me pareció encontrar en su alocución los manidos giros del lenguaje usados para buscar el aplauso y obtener de los convocados una respuesta más devota que reflexiva. Recuerdo haberle oído decir que construiría ‘carreteras de concreto’ y que haría de la zona un ‘parque industrial’. Habló de dar empleo a todos, de elevar los salarios y de acabar con la pobreza de la zona”

Y agrega: “Sentí que había estado frente a una representación teatral, calculada pero torpe, una escenificación profesional que a mis oídos de ciudadana nacida y crecida en un autoritarismo le sonaba conocida y peligrosa”

No es para nada desconocida la antigua y muy utilizada técnica de decirles a los electores lo que quieren escuchar. Y para los cultores de esta manera de hacer campaña electoral, mientras más, mejor. 

Parece haber sido el caso de AMLO (como se conoce popularmente al Presidente en México, por sus iniciales), quien se ha vendido a sí mismo como la solución a todos los males de la nación, que ciertamente no son pocos. 

Y eso es lo que inquieta. Que, ante un callejón sin salida, la ciudadanía se decante por un cambio, sin calibrar muy bien los parámetros del mismo. Que a fuerza de tanto querer creer, termine creyendo en lo increíble. O, como un chiste cruel que ha circulado recientemente en las redes sociales: que la cigarra, movida por su odio hacia la hormiga, vote por el insecticida. Y éste las extermine a ambas. 

Afirmar que este es el caso mexicano sería precipitado, aunque las señales tampoco dejan de ser inquietantes. Un país asediado por la corrupción, la violencia y las desigualdades, sin duda se decanta por el voto castigo, una de las características de las más recientes elecciones mexicanas. 

Y se trata también de un caldo de cultivo para imaginar soluciones drásticas en manos de una sola persona, a quien se le confiere una serie de características que con poca probabilidad se puedan reunir en un solo ser humano. 

Por la otra parte, no falta quien quiera surfearse la ola de semejante tormenta perfecta, vendiéndose a sí mismo como el hombre indicado para el momento histórico. Y AMLO es, sin duda, un político veterano y astuto. 

Pero hay quien nos ataja y nos dice que no nos precipitemos. Y quienes nos alegan en este sentido, prefieren apostar a que justamente, por su complejidad histórica, social, cultural y política, México es un país menos fácil de controlar con esos libretos elaborados. 

El mexicano, curtido en una historia difícil, puede estar dispuesto a confiar; pero será un juez riguroso si detecta un desvío de las maneras democráticas. 

Y López Obrador también ha ejercido previamente cargos de elección popular, de los cuales ha salido medianamente bien librado. Sin destellos de excelencia, pero también sin haber cometido excesos lo suficientemente escandalosos como para cortar su propio camino hacia la oficina presidencial de Los Pinos, en el cual se ha empeñado desde siempre, al punto de limpiarse el polvo de sus anteriores derrotas electorales en comicios a la presidencia y sencillamente seguir adelante. 

Un gesto que tranquiliza es el saludo con el presidente estadounidense, Donald Trump, en un momento cuando la crisis migratoria hierve, y cuando Trump ha reincidido en sus deseos de levantar un muro limítrofe, algo que muchos ven alejarse tras el triunfo de sus opositores en la cámara baja del Congreso. 

Lo prudente será darle tiempo al tiempo, porque también se da el caso de mandatarios que llegan al poder sobre discursos altisonantes y bajan el tono ante el cable a tierra de la realidad. ¿Será este el caso de AMLO? 

duzcategui06@gmail.com
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