Conocemos de la crisis, de los cambios que se suceden en la periferia del hombre, de su incertidumbre. Digamos que el pensamiento sobre el porvenir es esencial para evitar una situación de catástrofe de lo humano.
No puede pretenderse la aparición de un nuevo cuerpo de doctrina infalible y totalizante. La tarea de los pensadores de hoy no es entregar un diseño de sociedad del futuro, sino crear las ideas para que el hombre comunicado protagonice. No se puede hacer a la manera de los viejos ideólogos que diseñaban una nueva realidad utópica. Lo que ahora corresponde es proponer una nueva manera de leer la realidad, esto es, la creación de una nueva.
Ella puede ser una u otra, como senderos que se bifurcan. En cualquier caso es menester la generación de elementos inexistentes previamente. A esto me refiero cuando llamo la atención del pensamiento. Mientras más elementos novedosos se inserten en la realidad que enfrenta bifurcaciones más posibilidades habrá de una realidad flexible que preservará el estado alcanzado, pero que seguirá consciente de utilizarlo para nuevos saltos cualitativos. Esto es, el líder es más un facilitador que un artífice.
Es menester combustionar al hombre inerte para que ejerza la reflexión sobre las ideas que han sido lanzadas al ruedo y crea en la posibilidad de su realización. La tarea comienza con la descripción de las taras del presente, con un llamado a la rehumanización, con el análisis puntual de las consecuencias posibles y con una acción de ideas que conlleve a su adopción y práctica.
El hecho mismo de la comunicación aumenta los parámetros de libertad. No se trata de cantar loas a los artefactos tecnológicos de la instantaneidad, sino de aprovechar un cambio cualitativo en los contenidos de la comunicación. La comunicación amansa al “yo”, hace que la gente comience a descubrir lo social, que reaparezca lo social como interés colectivo.
La derrota de la inercia, debe buscarse por la vía de los planteamientos innovadores e inusuales que, con toda lógica en los procesos humanos, serán descartados ab initio por el entorno institucionalizado. Para el derribo de los dogmas habrá que tenerle paciencia al hombre, aunque quizás el tiempo no se la tenga a la paciencia.
teodulolopezm@outlook.com
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