Esta semana qué pasó acompañamos a un gran ser humano, un zuliano que trascendió con su voz y su figura los confines de Venezuela y América.
Desde niños ya escuchábamos el canto de Don Mario, lleno de vigor, de fuerza, de sentimiento venezolano. Defensor de lo nuestro, de nuestra cultura, de nuestros valores. Con la marca profunda del Zulia, donde se inicia la patria, donde fue bautizada nuestra tierra, por eso tan unida a la esencia nacional.
Como muchos conocimos a Don Mario Suárez, aún con el vigor, con alegría, con su liquilique y su ruana. Después nos reencontramos en el Zulia, parecía hacer el camino de los elefantes, quiso pasar el ocaso en la tierra que lo parió.
El país apresurado, con los problemas, las disputas, con nuevas figuras y otros intereses, apenas nos percatamos de la partida de quien tanto dio a esta nación. Serena y constante a su lado, su esposa Elizabeth, dama de la dignidad y el decoro que supera todas las dificultades, que lo conoció en su esplendor y fue más que bordón para sus años últimos.
El maestro
Despedir a Don Mario, nos obliga a oír y hacer oír a nuestros hijos y nietos la voz afinada, la dicción perfecta del maestro de artistas nacionales. A la par de sus éxitos asumió la tarea de impulsar a otros valores del canto, potenciales para el momento.
Sus historias nos relataban su relación cercana con los grandes del arte de su época, como Pedro Vargas, quien se convierte en su mentor y lo inicia en el género del bolero y música internacional. Su amistad con Mario Moreno, Cantinflas, y los grandes de la música latinoamericana. Sin dejar de mencionar a Juan Vicente Torrealba, con quien comienza a interpretar nuestra música llanera.
A Nora Suárez, al resto de sus hijos, nietos, el sentimiento de solidaridad en el afecto y la deuda que tiene nuestro pueblo con el cantor que nos deja su estela musical y su vida de zuliano, de venezolano universal.
fariascardenas@gmail.com
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