Las Historias para las posibilidades del músculo (Dahbar, 2017) nos desvelan a John manifestándose en otro ámbito: el de la poesía. 

Afirma Armando Rojas Guardia, en el prólogo del libro, que tres son los principales vehículos a través de los cuales se realiza el fenómeno poético: la metáfora, el símbolo y la música verbal, y que los tres están presentes en grado eminente en la obra de Petrizzelli. Podríamos aseverar que ya John, como cineasta, había experimentado con éxito en el uso de un lenguaje dirigido más a la sensibilidad que a la racionalidad, echando mano de imágenes que, en un solo fogonazo, compendiaban múltiples informaciones y despertaban en el espectador sentimientos particulares. 

Inolvidable resulta, por ejemplo, una escena de Bárbara en la que Sixto arroja al río el cuaderno donde ha venido reseñando parcamente sus sueños infantiles, materializados en la figura de Santos, el luchador enmascarado. Arrastra la corriente el cuaderno, mientras el agua diluye la imagen, desvanecida en un instante, sin dejar otra cosa que una leve estela de tinta que se mezcla con el caudal inclemente. La pérdida de la niñez, los sueños emborronados y la melancolía se hacen ostensibles en este episodio del film. 

John asume el reto de obtener el mismo resultado a través de la palabra. Recurre a la mención de ciertos elementos; a la descripción de eventos ajenos a la lógica que, sin embargo, resuenan en el lector, creando sentimientos vagos, sumiéndolo en una especie de situación onírica en la que se hace uso de lo imposible para evocar lo posible. Notables resultan el cocodrilo enviado por una funeraria para humedecer con sus lágrimas el ambiente durante unas exequias, o el palacio de Ciríaco, convertido en “un nido de murciélagos metálicos” en razón de los desvencijados goznes de sus cortesanas de cartón, suerte de Coppelias que brindaban su compañía a un personaje neurótico, tan delicado como para evitar cualquier agresión a las flores de su jardín, pero asaz desalmado como para subordinar a estos refinamientos hasta la vida misma de sus súbditos, al tiempo que su simbólica ceguera avanza. 

El críptico nombre de la obra, que incluye además un libro anterior, Negro Lógico (1978), encuentra sus orígenes en un recuerdo de infancia: Charles Atlas, con los brazos extendidos, afirmaba en un anuncio que “los músculos deben moverse bajo de la piel como ratones debajo de la alfombra”. Petrizzelli, que emplea esta frase como epígrafe para introducir su obra, siente que así es que se mueven las palabras en el texto: como ratones debajo de la alfombra, y enlazando esta idea a la del movimiento, fruto del esfuerzo físico, al desplazamiento, que resulta una constante a través de todas las historias, decide bautizar el volumen como Historias para las posibilidades del músculo. 

Ciertamente, quienes incursionamos en la páginas de este libro, descubrimos que, como dice el editor, la de Petrizzelli es “una voz rara y de gran valor” en el ámbito de la literatura venezolana, y es probable que nos encontremos tras la experiencia, como señala el propio Rojas Guardia, “más sabios, más despiertos, más capaces de sensibilizarnos ante el hallazgo súbito de la belleza”. Recomendado para los paladares que buscan algo diferente.

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