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Un inusitado paraíso

Sencilla y compleja a la vez resulta la experiencia de la lectura de Memoria del paraíso de Juan Sevillano. Sus variables se entrecruzan de tal forma, que nos llevan a rememorar lo no-vivido

  • RICARDO GIL OTAIZA

18/11/2018 05:00 am

Me llegó por gentileza del autor el libro Memoria del paraíso. Cuaderno de notas de un adolescente. Retratos con paisaje (Amazon, 2013), del escritor madrileño Juan Sevillano. Se trata de un sutil y a la vez descarnado tapiz de vivencias, sucesos y personajes, que nos retrata con fidelidad (no exenta de crudeza) toda una época rica en matices. Conmueve la obra al lograr penetrar con sutileza en los entresijos del alma humana, acercándonos con denodada pausa a los más apartados rincones de la capital española, en la turbulenta década de los 50. Desde un sinnúmero de personajes, que se entrecruzan en una compleja red de relaciones y de anécdotas, el autor nos lleva de la mano por mundos insospechados y fascinantes, hasta hacer de nosotros posesos de la obra y copartícipes de lo allí contado. 

Sevillano echa mano del denominado diarismo, a través del cual logra con certeza enganchar al lector no tan desprevenido, hasta sumergirlo con prosa diáfana y limpia en el submundo de hombres y mujeres de a pie, y sin que ello represente la pérdida de la noción de la realidad, y mucho menos la necesaria universalidad de toda obra narrativa. 

En Memoria del paraíso hallamos textos de lenguaje sencillo, enmarcados en un contexto suburbial y pueblerino (textos del costumbrismo se nos dice en la contratapa), que buscan con empeño desentrañar las raíces de un pasado reciente, pero que se pierde en las neblinas de circunstancias que signaron con profunda huella la vida de muchas personas. Si bien las historias son narradas por un niño, quien busca resguardar la memoria de la inquina del paso del tiempo, las anécdotas y los sucesos que relata traen consigo hondos mensajes de carácter filosófico (ontológico y ético), que nos impelen a intentar recomponer (en el ahora como único remedio para el desvarío) lo que pudo ser y lo que por azares del destino terminaron siendo quiebre y dolor. 

El lenguaje es clave en la presente obra, ya que intenta (y lo logra, no caben dudas) insertarnos sin más en una época signada por la camaradería y por la amistad, puestas a prueba y bajo la lupa escrutadora de las más fuertes emociones. Si bien, muchas de las expresiones lingüísticas utilizadas por los personajes entraron en desuso en los tiempos que corren, no ponen en peligro la comprensión del texto, ni lo exponen a la marginalidad de quien deja de lado lo leído por no hallar correspondencia con su momento histórico. 

Las bajas pasiones no escapan a la densa madeja de relaciones presentes en la obra, que azuzan los sentidos hasta el extremo de llevarnos con estupor por las calles y veredas de nuestra propia infancia. Compinches y relacionados se nos muestran aquí como una urdimbre de seres ganados a la doblez y la impostura, para hacer de nosotros testigos de excepción de tiempos duros, salpicados por la escasez, así como también por la mezcla de sensaciones que nos llevan a la indagación y al cotejo permanente frente a nuestra propia realidad. 

Sencilla y compleja a la vez resulta la experiencia de la lectura de Memoria del paraíso de Juan Sevillano. Sus variables se entrecruzan de tal forma, que nos llevan por instantes a rememorar lo no-vivido, aunque reconocido en todos los confines como parte de la experiencia humana. Este diario queda así como testigo de una época sensible, conmovedora, que gana para su autor un puesto en la literatura de lo sublime y lo desgarrador a la vez. 

@GilOtaiza 

rigilo99@hotmail.com
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