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Lo que determina nuestro destino

Cuando no tenemos bien claro cuál es el fundamento de fondo de nuestras decisiones y actitudes, en muchas oportunidades vamos a utilizar nuestra libertad para encubrir el mal

  • AGUSTIN ALBORNOZ S.

18/11/2018 05:00 am

Las decisiones que tomamos cada día reflejan nuestro pensamiento, evidencian nuestra moral y nuestra ética. Y si en nuestro caso particular éstas se apoyan sobre bases muy frágiles o débiles como nuestra satisfacción temporal, entonces siempre vamos a estar en problemas. De hecho estamos viviendo tiempos oscuros por esa razón, y muchas personas, por diversos motivos, prefieren escoger la oscuridad que la luz. Por si fuera poco, muchas veces estamos pretendiendo "apagar" dicha oscuridad con más oscuridad, a veces sin tener plena consciencia de esto. Pero resulta que, como hemos comentado en ocasiones, lo único que puede sofocar o dominar a la oscuridad es la luz, porque de hecho la oscuridad nunca podrá apagar la luz, sino siempre será todo lo contrario. 

Cuando no tomamos nuestras decisiones basadas de verdad en un código moral y ético sólido como lo son los valores, o aún mejor las Escrituras para quienes las aceptamos y creemos como tales, entonces estaremos sujetos a los vaivenes de nuestras emociones y de las circunstancias que nos rodeen. Especialmente porque cuando llegan los problemas o las crisis, siempre es tentador ya sea volver a algunos hábitos malsanos que uno haya superado, o adoptar hábitos nocivos nuevos. Y esto es así porque muchas veces sucede que uno toma algunas decisiones que, aunque sean equivocadas o erróneas, nos proporcionan un alivio temporal en una situación particular. Pero resulta que, al ser decisiones equivocadas o erróneas, igualmente a la larga pagaremos las consecuencias de dichas decisiones. 

Cuando no tenemos bien claro cuál es el fundamento de fondo de nuestras decisiones y actitudes, en muchas oportunidades vamos a utilizar nuestra libertad para encubrir el mal, es decir, con el pretexto incluso de luchar contra lo que consideramos el mal que hacen otros, muchas veces nosotros estaremos encubriendo un mal en el que nosotros estamos incurriendo. Un ejemplo de esto se da cuando nos dedicamos a resaltar el mal que hacen otros, y lo hacemos de paso con expresiones imprudentes y destempladas, y así no nos damos cuenta en que estamos incurriendo en comportamientos que también hacen mal y causan daño. De hecho, si no dominamos nuestros comportamientos es común que no controlemos nuestra lengua, y que esta ande fuera de control. Y una lengua fuera de control es una hiriente y/o resentida. Una que hace comentarios duros y críticos. Y a consecuencia de esto todo el mundo sufre. Y todo esto comienza cuando nos dedicamos a resaltar el mal que hacen otros, o sea combatiendo la oscuridad con más oscuridad. Cuando más bien por el contrario, podemos decidir combatir la oscuridad reinante mostrando nosotros la luz, en este caso asumiendo cada uno comportamientos contrarios a los que observamos a nuestro alrededor. Un ejemplo de esto sería elegir no ser hostil ante las actitudes hostiles de muchos, sino más bien buscando ser amables ante dichas actitudes hostiles, lo cual sin duda no será nada fácil, aunque aquí veríamos el por qué necesitamos apoyar nuestras decisiones sobre las bases sólidas que mencionamos al inicio. 

¡La vida es un proceso de aprendizaje! ¡Uno no lo aprende todo de la noche a la mañana, ni de golpe! Ni como sucede en algunas películas de ciencia ficción, en que le ponen a un tipo una especie de gorra en la cabeza, le extraen toda la información del cerebro y se la pasan a otro, o algo por el estilo. Aunque esto suena bien y en principio parecería muy fácil, si las cosas pudiesen ocurrir de esa forma en el mejor de los casos uno se perdería algo demasiado importante que sucede en la realidad: el proceso de aprendizaje a través de la experiencia, ¡el método en que uno aprende de sus propios errores! Solo que, para que este proceso sea eficaz, debemos empezar por admitir que cometemos errores, a veces con frecuencia, no para darnos golpes de pecho ni para condenarnos a nosotros mismos, sino para iniciar de verdad el mencionado proceso de aprendizaje. Luego, al uno percatarse de algunas consecuencias de dichos errores, entonces podremos comenzar a hacer correcciones necesarias para que las situaciones que vivimos puedan también cambiar para mejor. Pero, si insistimos en seguir haciendo las cosas de una manera inconveniente, las situaciones que nos rodean no solo no cambiarán sino hasta podrían más bien complicarse más. Y para que todo este proceso tenga más posibilidades de un desenlace satisfactorio, es sumamente importante tener muy claro sobre qué fundamentos se basan nuestras decisiones, si solo sobre nuestra satisfacción temporal y personal, o sobre principios sólidos y estables a largo plazo. 

En definitiva, lo que determina el destino de un ser humano no es su suerte, sino sus decisiones. 

Pero hasta que una persona pueda decir profunda y honestamente: "Yo soy lo que soy hoy por las decisiones que hice ayer", esa persona no podrá decir, "Yo elijo otra cosa" Stephen Covey 

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