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El gallo pelón

Aquello de que los precios suben por el ascensor y los sueldos por las escaleras, dejó de ser una metáfora hace mucho rato. Ahora, los ingresos de los venezolanos van a pie, los egresos van en avión

  • DAVID UZCÁTEGUI

16/11/2018 05:00 am

Los venezolanos sabemos muy bien de qué va el famoso cuento del gallo pelón. Es una broma, un vacilón, como diríamos en buen criollo. Es una historia que siempre se anuncia, pero jamás se concreta. Como diría alguien por ahí, da más vueltas que un perro antes de echarse, para no llegar a ninguna parte. 

A cuento del gallo pelón suena la economía en las manos de quienes hoy administran el país. Porque siempre las cosas van a mejorar luego, pronto, mañana. Pero nunca mejoran. Y al día siguiente nos vuelven a relatar la misma historia. 

Y esto lo decimos a propósito de la nueva y reciente reconversión monetaria, la segunda en una década. 

Se nos anunció como la panacea, como lo que tenía que ser hecho para poder superar el tremendo desbarajuste que el alza desproporcionada de los precios ha traído a nuestro país. 

Sin embargo, en cosa de meses, hemos visto cómo el remedio no surtió efecto. La espiral de los precios sigue elevándose como si nada, como si no se hubiera enterado de que se tomó una medida de gran envergadura. Y es que, en verdad, no se enteró. 

Alguna vez, tiempo atrás lo dijimos por aquí. La reconversión monetaria o crear una nueva moneda, era una medida necesaria. Pero apenas una sola entre muchas otras que debieron ser tomadas, cosa que no se hizo. Por tanto, es inútil. 

Poniéndolo otra vez en buen criollo, es poner los carros delante de los caballos. La creación de una nueva moneda -o “eliminarle ceros”, como decimos coloquialmente- es la última de las medidas a tomar para sanear la economía enferma de una nación. 

Porque, ya lo hemos visto dos veces en una década, si sencillamente se elimina un puñado de ceros de golpe y porrazo, sin atacar los errores, dichos ceros se reproducen como el monte después de las lluvias. 

La primera vez, hace una década, la gente creyó. Se saltó del bolívar -que duró más de cien años- al bolívar fuerte. Esto caló bien en el ánimo de la ciudadanía. Parecía que teníamos en las manos una moneda con poder adquisitivo. 

Por si fuera poco, las cantidades se hacían más manejables. Eran necesarios menos billetes en la cartera para comprar lo mismo. En fin, un sueño hecho realidad… que duró muy poco. 

Para hacer corto un cuento largo que todos vivimos porque lo sufrimos, los famosos ceros a la derecha nos agobiaron nuevamente. Y la vida del bolívar fuerte fue muy corta, apenas diez años. 

En esta nueva incursión de la reconversión monetaria, la gente fue cautelosa, no creyó. Muchos lo tenían bien fresco y el escepticismo fue la norma. No ha pasado mucho tiempo para comprobar que llevábamos razón. 

Es algo similar a lo que sucede con los frecuentes anuncios de aumento de sueldos. Algo que debería ser celebrado, ya se escucha como quien oye llover. Porque todos sabemos que se trata de un intento desesperado por alcanzar los precios, y que va a fracasar, como sin duda fracasó el aumento inmediatamente anterior, lo cual es la causa para anunciar otro más. 

Aquello de que los precios suben por el ascensor y los sueldos por las escaleras, dejó de ser una metáfora precisa hace mucho rato. Mientras los ingresos de los venezolanos van a pie, los egresos se montaron en un avión. 

Lo psicológico también influye y pega. Así como hubo confianza en aquel intento de reconversión de una década atrás, el actual ha estado marcado por una acentuada incredulidad. No se logró levantar la confianza ni mucho menos la fe. 

Esta semana, la agencia de noticias EFE anunció que Venezuela entró en el ciclo más letal de este fenómeno que se haya dado en la historia de América Latina. Otros medios internacionales apuntan en sus titulares que la tendencia parece ser de largo aliento. 

Lo hemos mencionado anteriormente: la causa de este tipo de fenómenos es que el dinero existente en el mercado no se encuentra apoyado en contrapartida por crecimiento en la producción de bienes y servicios. ¿La solución? Producción, productividad, oferta. Generar confianza y dejar que el emprendedor particular haga su trabajo, bajo un marco de reglas claras y de disciplina fiscal. 

Porque la producción nacional es clave para atacar lo que actualmente vivimos, así como el origen de todo esto tiene mucho que ver con los tiempos en los cuales los altos precios petroleros llevaron a comprar todo importado y a dar la espalda a la producción nacional, llevando a muchas empresas a desaparecer. Es hoy cuando nos damos cuanta de cuánto las necesitábamos. 

En el caso venezolano, y como bien lo hemos padecido, la desconfianza ha llevado a menguar aceleradamente la oferta en el mercado. Por ello, hasta que esta situación no se corrija, cualquier intento de reconversión monetaria será pulverizado en cosa de meses. El carro y los caballos de los cuales hablábamos unas líneas más arriba. O el cuento del gallo pelón. 

duzcategui06@gmail.com
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