Este segundo domingo de noviembre celebramos el día del abrazo en familia. El llamado eclesial a la cercanía física para validar lo obvio; el afecto y la expresión constante de cariño entre dos entidades humanas, que debe ser expresión sensible, pensada y asumida como parte de una construcción que cuando se multiplica se hace colectiva.
En la eucaristía se da el momento del abrazo, después de la oración del Padre Nuestro. Como si dijéramos “nos perdonamos como Dios creador nos perdona”. La paz es ciertamente un anhelo indeleble en el corazón de cada uno. Después del perdón, el abrazo para recomenzar unidos en la renovación del amor para la familia.
En tiempo de dificultades para nuestro país, que parece ser propicio para los promotores del odio, de la revancha, de la destrucción, es oportuno el día del abrazo, en su más amplio y profundo sentido.
Nos hace falta el abrazo en el respeto mutuo, en el amor de seres humanos, que al decir del poeta austriaco, en lengua alemana, Rainer María Rilke; “se defiendan, se respeten y se rindan homenaje”.
En la familia claro que es necesario el abrazo y la reflexión sobre esta práctica, su significado profundo para pasar sobre la repetición no pensada, sino automática de gestos que se hacen solamente forma externa por la cotidianidad de la cercanía que se hace costumbre, que debe ser, para ser constructiva, verdadera fuente de fortaleza, de apoyo, cercanía espiritual y física.
Abrazarnos es sentirnos próximos y necesarios. Es sentir desde la familia de sangre, y proyectarlo hacia la familia, barrio, ciudad, Estado, país, humanidad y creación toda.
Un mes después del día de Francisco de Asís, es bueno el abrazo para la construcción, el abrazo sincero que desprenda y lance lejos de nuestras vidas la revancha, la maldad.
Es decir, que tengamos al abrazarnos el verdadero sentido de humanidad, tan necesario en este momento nacional para todas las cosas buenas, necesarias, que debemos hacer juntos todos los venezolanos sin excepción.
fariascardenas@gmail.com
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