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¿Qué vamos a reflejar?

AGUSTÍN ALBORNOZ S. Es solo nuestra la elección si vamos siempre a estar esperando por los demás para que las cosas funcionen bien, reflejando en nuestros espejos lo mismo que hasta ahora

  • AGUSTIN ALBORNOZ S.

21/10/2018 05:00 am

Hay temas que definitivamente son tan importantes, en especial en estos tiempos, que es necesario recalcarlos con frecuencia. Uno de ellos es el que se refiere a la libertad personal y en consecuencia a lo que se ha denominado la potestad de libre elección, o más sencillamente el libre albedrío. Observemos lo que dice la RAE acerca de estos dos conceptos:

a. Libertad:

1. Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.

b. Libre albedrío:

Potestad de obrar por reflexión y elección.

Es importante notar que cuando la RAE define a la libertad hace una acotación significativa: "...por lo que es responsable de sus actos". Usualmente aludimos a la libertad como un concepto muy importante para los humanos, y de hecho lo es, aunque no es común que dicha alusión esté acompañada de la acotación mencionada. Normalmente las personas abogan por la libertad aunque no por la responsabilidad que dicha libertad acarrea, por lo que a veces se llegan a hacer cosas inconvenientes, incorrectas y hasta muy perjudiciales con el pretexto de la libertad, pero luego no se quieren asumir las consecuencias derivadas de la mencionada responsabilidad. Por supuesto, esta actitud es causa de muchos problemas en una sociedad.

Esto último es tan importante, que en el fondo una de las razones más importantes por las que estamos aquí en la Tierra es aprender a tomar decisiones acertadas, que realmente den en el blanco; no solo de nuestros intereses personales, sino también tomando en cuenta los intereses de los demás. En realidad, se nos ha concedido el privilegio de obrar como nos parezca mejor, por el cual estaremos tomando decisiones cada uno, entre ellas elegiremos la manera en que vamos a responder a las decisiones y actitudes de los demás, sea a cuerpo presente o no, sea las de personas que conocemos o no.

Es usual que tengamos la costumbre de achacar nuestras respuestas a lo que hacen los demás con nosotros, en especial cuando alguien no nos trata bien. Solo que la forma en que nosotros respondemos a los demás es nuestra decisión, y si respondemos de similar manera que alguien que por ejemplo estimamos que nos agrede de alguna forma, no deberíamos alegar que fue porque el otro nos trató mal. En realidad, sean cuales sean las consecuencias de las decisiones y actitudes de ambas partes, siempre tendremos alguna cuota de responsabilidad en dichas consecuencias, nos guste o no. Es más con frecuencia y dependiendo qué decidimos reflejar hacia los demás, vamos a recibir de vuelta ese mismo reflejo sobre nosotros. Por ello, creo que valdría bastante la pena reflexionar sobre este detalle antes de dejarse llevar mucho por las emociones y responder de maneras inconvenientes ante los estímulos (varios de ellos negativos) que recibimos cada día.

Sobre esto del reflejo, en una ocasión relatamos una historia sencilla e ilustrativa acerca de este tema, a continuación la resumimos por considerarla pertinente:

En cierto pueblo había una casa abandonada. Un día un perro se metió en esta por un hueco que había en la pared. Al entrar subió unas escaleras, y arriba encontró una puerta muy rota. Despacio entró por la puerta y resulta que se encontró con una gran cantidad de perros, que lo veían tan fijamente como él los miraba a ellos. De repente se sintió amenazado, y empezó a gruñirles con agresividad, y los perros hicieron lo mismo. Comenzó a ladrarles con fuerza y los perros respondieron igual. ¡Qué lugar tan horroroso este!, ¡nunca más volveré! –pensó el animal, y se fue de la casa. Al tiempo otro perro callejero visitó ese lugar. Apenas entró comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas, a lo que los perros adentro reaccionaron de la misma forma. Luego el visitante sonrió y ladró con alegría a uno de ellos, y los otros perros sonrieron y ladraron alegremente con él. ¡Qué sitio tan agradable!–pensó el perro. ¡Voy a regresar seguido a visitarlo! Lo que no sabían ambos perros es que al frente de la casa abandonada había un viejo letrero que decía: La casa de los mil espejos.

Si trasladamos las lecciones de esta historia a nuestra diaria cotidianidad, nos percataremos de que muchas veces vamos a estar peleando con el espejo, vamos a buscar ubicar en el espejo todos los problemas que tenemos, cuando lo que tendríamos que hacer es comenzar a reflejar en él cosas muy diferentes a las que hemos venido reflejando.

En fin, que es solo nuestra la elección si vamos siempre a estar esperando por los demás para que las cosas funcionen bien, reflejando en nuestros espejos lo mismo que hasta ahora (o hasta cosas más inconvenientes), o si vamos a decidir cambiar nosotros para comenzar a reflejar todo lo bueno que desearíamos ver a nuestro alrededor.

Las fuerzas del bien y del mal están trabajando dentro y alrededor de mí, debo elegir, y en un universo de libre albedrío tengo la opción de hacerlo Martin Lutero

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