La actividad política no se asienta en “hechos indiscutibles”; sí en una infinidad de complejidades que pueden cambiar de una contingencia a otra. Así Chávez pasó de ser un notorio y confeso golpista a Presidente constitucional. Por ello en democracias abiertas el que elige también puede inhabilitar “al elegido” mediante el voto secreto y directo. Ese claror institucional no aplica en Venezuela. En revolución no cuentan otros paramentos; sólo el color de la casta en el poder. “El patriota revolucionario” no debate; sí reprime. Así funciona el lisonjeado modelo electoral de Cuba.
¿Quién informa?
Ningún ciudadano o ente gremial recibe respuestas ciertas a los conflictos del país más allá del cúmulo de propagandas repletas de decrépitos escenarios ideológicos que el régimen riega por la infinidad de medios que controla. La integridad corporativa no es un capital moral que preocupe “al revolucionario”. Entretanto el venezolano “de a pie” anda a la deriva. Ningún socialista “perderá tiempo” dando cuenta sobre los problemas cotidianos como escasez, inflación, corrupción, delincuencia, agonía del transporte público, basura en las calles y mucho menos de la anarquía urbana.
Víctimas de la ruina
El migrante y el de la cola son, por igual, víctimas de la calamidad que devasta a la nación. El venezolano que aborda un autobús y viaja durante ocho días seguidos para llegar a otro país, está pensando en el esplendor de lucro que obtendría “traicionando la Patria Bolivariana para llenar sus bolsillos a gusto”. Todo el mundo está al corriente que la ostentación de grandes fortunas es prerrogativa única de unos cuantos que se valen de “información privilegiada” para enriquecerse. Para ellos no hay secretos; sí para 30 millones de venezolanos.
¿Quién gana?
No es un enigma que el vecino, desde la posición en que se encuentra, hace sistemáticos esfuerzos por afrontar los conflictos que día a día lo agobian y a su grupo familiar. Incluso en la trama de los CLAPS hay denuncias sobre la iniquidad en su repartición. La insistencia de irrumpir contra la industria y el comercio, elimina el clima de asistencia entre empresas privadas y el gobierno. Todos padecemos por el fracaso del gobierno en su pretensión de asumir la totalidad de la producción de bienes y servicios. Está a la vista el derrumbe de la economía del país. ¡Bravo! ¡Gana el socialismo y pierde el ciudadano!
Evasión oficial
La actual administración se vale de “originalidades represivas”, nunca espirituales, para justificar “el carácter justiciero del corporativismo socialista”. Conocida maña marxista para torcer la realidad. Mientras la injusticia “tiende a institucionalizase” a lo largo de 20 años, el desheredado se desliza hacia el oficio más antiguo de la humanidad: “la limosna”. El plan revolucionario, aunque muy perverso, insiste en arremeter contra la industria privada, minimizarla y no permitir que se explaye a otros sectores del país. Cualquier arquetipo de riqueza particular es “inconveniente para la revolución!
Cruel desenlace
Los que tienen “algún dinero ahorrado” podrán comprar “parte de lo que necesitan”. Los otros, más del 85% de los venezolanos, seguirán al margen empobreciéndose cada día más. No es secreto, a nivel mundial, que los sistemas de producción de bienes son vitales para aminorar la pobreza. No es así en Venezuela. La rápida disminución de la fuerza de trabajo en la mayoría de los servicios, arruina a todo el mundo por igual.
Quizás el factor más ostensible, que de modo expedito lleva al atraso, es la mengua en la creación del mundo de conocimiento. Basta auscultar las escuelas básicas y universitarias para corroborar como se ha ido degradando nuestro sistema educativo sobre todo por la migración de estudiantes y profesores. Triste epílogo.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29
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