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Derechos humanos: ¿Papel de estraza?

RAFAEL DEL NARANCO. Tras dos semanas de los acontecimientos confusos acaecidos, solamente una clara transparencia ayudará a pacificar los interrogantes que no han sido explicados todavía a plenitud

  • RAFAEL DEL NARANCO

20/10/2018 05:00 am

El ex ministro de Hugo Chávez, Héctor Navarro, habló sobre la muerte del concejal Fernando Albán con una expresión consecuente con los enunciados del artículo 19 de la Constitución Bolivariana vigente, y expresó: 

“En la Cuarta República hubo muchos muertos y desaparecidos políticos que todavía no se han aclarado: ¿Nosotros los revolucionarios vamos a aceptar que eso siga?”. 

Escarbó en la llaga que sigue hendida sin haber sido aclarada en profundidad, ya que hasta no ser despejado en cada una de sus partes el lúgubre suceso con una investigación independiente, ese manotazo, unido a la situación de los presos políticos, que los hay, el gobierno de Nicolás Maduro estará en entredicho. 

Tras dos semanas de los acontecimientos confusos acaecidos en el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), solamente una clara transparencia ayudará a pacificar los interrogantes que no han sido explicados todavía a plenitud. 

Si alguien en el Ejecutivo debiera requerir desde el primer día una exhaustiva averiguación de lo sucedido, deberían ser los hermanos Rodríguez -Jorge y Delcy- que han padecido, tal vez en idénticas circunstancias, la tragedia de su padre Jorge Rodríguez. 

No sería bueno olvidar en estos momentos confusos la expresión acerca de la “mujer del César” recogida por Plutarco: “Yo no quiero que mi mujer sea supuesta ni de la menor sospecha”, de la cual salió el enunciado que encontró asidero en la historia: “La mujer del César no sólo debe ser honrada, sino parecerlo”, palabras en boga cuando extraños eventos con profusas aristas quedan en el aire sin una aclaración transparente. 

De más no estaría en estos tiempos tan enrarecidos sobre el país, acordarse de que en días se cumplirán los 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 

Esa Carta Magna de la Dignidad, de la que Venezuela es firmante con otros 193 países, obliga a mantener en alto el decoro, el respeto y las bases fundamentales de la vida de toda persona. 

Proclamada en París el 10 de diciembre de 1948, en su Artículo Primero expresa que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad, y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. 

Al refugio de esos valores, las Naciones Unidas en el año 2005 presentó a sus miembros los derechos inalienables sobre las personas que son detenidas por las policías de los gobiernos. 

Allí se afirma que cada hombre o mujer con auto de detención, serán tratados con el respeto debido a la dignidad inherente que la justicia cabal les otorga, añadiendo que nadie puede ser sometido a tratos degradantes físicos o mentales. 

Fue precisamente en el siglo XX que apenas hemos dejado atrás, que la humanidad conoció su mayor progreso y a su vez la institucionalización de crueldades como método político en diversos países. 

La expresión “el hombre es un lobo para el hombre” no es nueva, y aún así ha tomado perfil en millones de inmigrantes expatriados, sobre guerras fratricidas y odios feroces entre religiones en vastas regiones del planeta azul que, al ser de tan bella tonalidad, le correspondería ofrecer un crisol de esperanzas. 

La Declaración de los Derechos del Hombre nacidos de aquel decreto promulgado por la Asamblea Nacional francesa en 1791 y que sirvió como base de las constituciones democráticas europeas, no siempre germinó con ramas de laurel. 

Al pergamino se le pueden colocar leyes y no cumplirse ninguna, es decir, convertirlo en “documento mojado”, donde el sentido de la libertad, razón cardinal de los derechos justos y libres, fulguren por su ausencia. 

A raíz de ese documento surge una interrogación: ¿Qué significa ser libres? Diversos eruditos lo han expresado de distinta manera. Al decir de Michele Abbate, la libertad no significa solamente no tener miedo, poder expresar opinión sin temor de represalias o asumir independencia de juicio, sino a su vez “encontrarse en condiciones de que las propias ideas pesen realmente en los asuntos de interés común”. 

En todos los tiempos el planeta ha convivido con animadversiones atávicas; no obstante, los años que hemos intentado dejar atrás han sido los más desalmados que recuerde la historia reciente. 

Los conflictos regionales han dejado, y lo siguen haciendo, un reguero de desplazados, hambruna y miseria, a lo que se une en los últimos tiempos el exilio de innumerables venezolanos. 

Mirando las historias que hemos ido dejando atrás sin que aún se hayan cerrado sus ciclos, el suceso que ha protagonizado Fernando Albán pudiera padecer una migaja y, si así razonáramos, sería indigno, ya que el hostigamiento, los métodos del interrogatorio contra un ser desolado, nos hiere y, si fue un suicidio su muerte -¡Dios del cielo protector!- un titánico coraje brotó de su alma creyente. 

rnaranco@hotmail.com
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