El Premio Nobel de la Paz 2018 fue concedido a dos luchadores excepcionales contra las peores formas de violencia hacia la mujer. Nadia Murad tiene solo 25 años. Vivía en un pequeño pueblo de Irak. Fue invadido por el ISIS y se la llevaron con otras jóvenes. Fue convertida en esclava sexual de los criminales y violada innúmeras veces. Después de 3 meses de cautiverio logró escaparse. Desde entonces está testimoniando en el mundo lo sucedido en nombre de las miles y miles de mujeres en situaciones similares. El otro premiado, el ginecólogo Denis Mukwege abrió una clínica en el interior de la República Democrática del Congo donde desde hace 19 años atiende a las víctimas colectivas de violaciones sexuales, muchas veces ayudándolas con difíciles operaciones quirúrgicas de restauración de órganos.
Después de denunciar ante la ONU las violaciones masivas, fue objeto de un atentado en el que murió uno de sus colaboradores.
Las amenazas no han podido acallar las voces, y la labor infatigable de ambos.
El Comité Nobel al premiar su valor ejemplar, ha llamado la atención sobre uno de los temas claves de nuestro tiempo, la discriminación de la mujer, que puede ir desde el feminicidio y estos crímenes horrendos de violación masiva, hasta el acoso sexual y el relegamiento en el mercado de trabajo.
En India, la Corte Suprema termina de invalidar una ley de 168 años que dejaba sin protección legal alguna a las mujeres frente a adulterios de sus maridos. El Presidente de la Corte, enfatizó en el fallo: “los maridos no son los dueños de sus esposas… debe haber un trato igualitario”.
Las prácticas y las actitudes machistas tienen fuerte arraigo. En Brasil, la encuestadora Datafolha detectó en una encuesta que impactó al país realizada en el 2016, que uno de cada tres hombres cree que las mujeres son culpables de las violaciones sufridas por ellas. El 42% de los hombres afirman “que las mujeres que se hacen respetar no son violadas”.
En América Latina en general más del 30% de las mujeres han sido objeto de diversas formas de violencia física y psicológica. Continúan los asesinatos de mujeres por sus excónyuges o compañeros, que no pueden tolerar los hayan dejado. La decisión de irse, es tomada con frecuencia para escapar de los golpes y la violencia. El razonamiento machista es en el fondo “como ella que es mi posesión, se va a ir y dejarme”.
En los países desarrollados la protesta cada vez más organizada y masiva de las mujeres, a través del movimiento YO TAMBIEN, ha logrado poner a foco formas de machismo oculto a los ojos, como el acoso sexual a partir de las asimetrías de poder. Los escándalos que se iniciaron en la industria del cine, se han desatado en otras áreas, como entre ellas la política, las artes, las finanzas, grandes organizaciones empresariales.
El movimiento ha demostrado que esta lucha puede ser altamente efectiva. Bajo la condena de la opinión pública, las conductas acosatorias han perdido toda legitimidad, y aparecen desnudas como lo que son “abusos intolerables”.
La discriminación sigue expresándose de múltiples modos en el mercado laboral. Así ejemplificándola entre otros temas, no se entiende porque a pesar de los verificados beneficios que la mujer trae a los liderazgos gerenciales, con su enfoque diverso, creativo, colaborativo, e inclusivo, sigue siendo relegada en ellos. El número de mujeres CEOS en las 500 empresas que encabezan la lista de Fortune, es solo 5% y bajó el año pasado en un 25%.
El camino por recorrer para que las mujeres, la mitad del género humano, sean plenamente respetadas, es largo, y requiere el compromiso y la acción individual y colectiva.
Asesor Internacional
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