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Amor definitivo

MANUEL ZAPATERO. Recordaba el criterio de un amigo soltero que le repetía: lo que teme un hombre cuando piensa en el matrimonio, no es atarse a una mujer sino separarse de las demás

  • MANUEL ZAPATERO

15/10/2018 05:00 am

El tipo, confrontaba una situación en su matrimonio, que sentía coartaba su libertad. Pensó que la solución estaría en tener una amante, para liberarse de la monogamia, convencido que el matrimonio es una carga tan pesada que hay que llevarla entre tres. Era una decisión transcendente y le atemorizaba equivocarse en la elección, como ya le había pasado anteriormente, una situación recurrente que sabría solventar con su experiencia. También aceptaba que esa sería la última vez que lo intentaría. Sería su amor definitivo. Sonriendo se dijo que solo hay dos amores que se salven de la quema: el primero y el último. 

Encuentros de la tercera fase
¿Pero dónde encontrarlo? Desistió de buscarlo en las agencias de contactos de pareja. El los denominaba, encuentros de la tercera fase, la fase en la cual ya no eres capaz de conseguirlo por ti mismo y buscas ayuda en esos consejeros sentimentales. Quizás debería intentarlo en la empresa. ¡Ojo, podría acarrearle muchos inconvenientes, si la mujer selecciona le acusaba de acoso sexual en el trabajo! Respirando hondo decidió no meterse en ese lío. No sabía por donde avanzar. 

Recordaba el criterio de un amigo soltero que le repetía: lo que teme un hombre cuando piensa en el matrimonio, no es atarse a una mujer sino separarse de las demás. Para añadir sarcásticamente que quince años de matrimonio, es lo que tarda una mujer de tu edad, en ser diez años mayor que tú. ¡Era un cínico que sentenciaba, además, que la bigamia es tener una esposa de más y que monogamia, es lo mismo! ¡Buen amigo! Pero no ayudaba.

Feminismo
Quería evitar encontrarse con alguna aguerrida feminista que le hiciera la vida imposible. Sabía que hoy la moral pública está en manos del feminismo, que fija los pecados, del mortal al machista. Y como el tipo era uno de los pocos hombres románticos que quedaban, comenzó a sopesar si merecía la pena, arriesgarse a buscar ese amor definitivo. Con la mente confusa, recordó con una sonrisa que de joven no se acercaba a las mujeres por temor a que le dijeran que no, y ahora de mayor, por miedo a que alguna feminista le dijera que sí. Curiosa paradoja. 

mzapatero21@gmail.com
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