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Bombas atómicas

El infierno sí existió en aquel ataque contra el Japón en que por armas del averno murieron espantosamente decenas de miles de seres humanos inocentes y se causó un eterno sufrimiento.

  • ALEJANDRO ANGULO FONTIVEROS

14/08/2025 05:00 am

Ochenta años se cumplieron ha poco del crimen de lesa humanidad perpetrado con la descarga de dos bombas atómicas por Estados Unidos contra el Japón, en sendos ataques habidos el 6 y el 9 de agosto de 1945 contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. La revista Time-Life informó que el piloto del Enola Gay -el avión que cargaba la bomba- dijo haberse sentido “como el héroe de ciencia ficción Roldán el Temerario”, el día que la lanzó...

El 6 de agosto de 1945, explotó la primera bomba nuclear contra la población civil y no combatiente de la ciudad de Hiroshima, con una fuerza de veinte kilotones, equivalente a veinte mil toneladas de TNT, y mató al instante a doscientas mil personas y afectó en total a quinientas mil. Tres días después otra bomba nuclear más potente fue lanzada sobre la ciudad de Nagasaki, y mató ochenta mil personas (según el Museo Nuclear) inmediatamente después del bombardeo y muchas más murieron a causa de las heridas y la radiación en los meses y años siguientes.

“Nadie había tomado nunca antes una decisión así. Hasta el momento ninguna otra persona lo ha hecho. Y nadie más ha tenido que convivir con semejantes consecuencias.

Pero ordenar transformar a toda una ciudad en una sucursal del infierno y en el proceso acabar con la vida de 140.000 seres humanos –en su inmensa mayoría civiles, muchos luego de terribles padecimientos– no puede ser fácil.

Eso fue sin embargo lo que ocurrió después de que Harry S. Truman autorizó el lanzamiento de una bomba atómica sobre la localidad japonesa de Hiroshima, un 6 de agosto de hace ya 70 años”. (Arturo Wallace, BBC Mundo, 6 agosto 2015).

Hay el ius ad bellum o derecho a hacer la guerra; pero hay que honrar el derecho de gentes o principios fundamentales del Derecho Penal e Internacional y abominar sus graves quebrantos o crímenes de guerra o de lesa humanidad, cuya peor manifestación es atacar a las personas que no participen en la pugna y, encima, atacarlas con el absoluto horror de las armas nucleares...

“Los japoneses estaban listos para rendirse y no hacía falta golpearlos con esa cosa horrible”, aseguró años después Dwigth Eisenhower, máximo comandante de las fuerzas aliadas en Europa y eventual sucesor de Truman en la Casa Blanca.

Los crímenes de lesa humanidad son los que dañan u ofenden del modo más grave a la Humanidad. El daño supone, más que un perjuicio material a la Humanidad en general, uno de índole moral motivado por la gran malignidad contenida y desplegada en tales crímenes, que desprecian el valor ético y por esto repugnan a la conciencia de los pueblos.

En verdad, el gravísimo tema de los atroces crímenes de lesa humanidad sólo puede ser entendido a cabalidad y, más que entendido, sentido, y acaso aquello por esto, por quienes tengan sensibilidad y sobre todo sensibilidad social. Sensibilidad real y por lo tanto la consistente capacidad de condolerse del sufrimiento de todos los seres y muy especialmente de los humanos. Sensibilidad que supone la capacidad espiritual y ética de sentir el dolor ajeno y de tener compasión. Y la de condenar como detestables esos crímenes de lesa humanidad en "atrocious" o máxima atrocidad.

El gran filósofo y magnífico ensayista Ortega y Gasset, al través de sus múltiples columnas y artículos científicos en la prensa, fue a fondo en el arduo y medular problema de la frialdad e insensibilidad emocional consiguiente: "Esa incapacidad de sentirse cada cual herido en la herida del prójimo, hace que todo sea posible en España".

JESCHECK enseñó: “Crímenes contra la humanidad son aquellas infracciones graves de las garantías mínimas de la dignidad humana (especialmente la vida, integridad corporal y libertad) realizadas por motivos relativos a la nacionalidad de la víctima o por su pertenencia a grupos, comunidad cultural, raza, religión, confesión o convicción política. Característico de estos delitos es que se realizan respaldados por el poder estatal”.

Empero, si los crímenes de lesa humanidad son los que más dañan a las gentes; y si tal daño puede no únicamente ser cometido por Estados sino también por individualidades o grupos no gubernamentales, ¿por qué limitar solamente a los Estados la condición de sujetos activos? Algunos son más planificados, potentes, crueles y eficaces que algunos ejecutados por el Estado y buen ejemplo el de las “Torres Gemelas” en Nueva York, que fue realizado en un solo acto o de una vez y no por el Estado.

En relación con esto recién expresado, hay otra sistemática condición “sine qua non” que impuso el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, en el numeral 1 del artículo 7, a los crímenes de lesa humanidad y como una condición objetiva de punibilidad: que se cometan como parte de un ataque generalizado o sistemático o múltiple.

(Se afirma equivocadamente que “toda regla tiene su excepción” o al menos la gran mayoría: hay reglas generales y absolutas sin excepción como la fatal de que todo ser vivo morirá. Lo que sí no hay ni podría haber por necesidad absoluta es una excepción sin regla).

Sin embargo, en el caso de los crímenes de marras hay una incontestable “excepción bien excepcional”: el par de bombas atómicas arrojadas sobre Japón, para lo cual es evidente que sus ejecutores no necesitaron una pluralidad de actos cometidos con reiteración. Pero ¿es posible negar con apego a la Lógica que ese solo acto fue un crimen de lesa humanidad? Es claro que no:

La aseveración de que todo crimen de lesa humanidad está condicionado a que su medio de comisión sea múltiple o cometido de muchas formas, es ilógica. Hay una evidente y patética inconsistencia jurídica: sí podría haber un crimen de lesa humanidad sin una indefectible pluralidad que suponga fatalmente tales acciones sistemáticas: si se le tira una bomba atómica a una ciudad podría haber un crimen de lesa humanidad y bien feroz además. Crimen que no se perpetró al través de varios actos predeterminados a un mismo fin u ordenados con un solo propósito a ese fin, sino con un solo acto ¡y qué acto!

Involúcranse esos crímenes en aquella disposición de ánimo “in atrocioribus”, que se agravan al máximo por su maligna y esencial cualidad de ensañarse, impulsados por la fatídica pulsión al mal o instinto de muerte contra el género humano, que Freud descubrió y denominó “Tánatos”. Esa perversa cualidad esencial e invariable de los crímenes de lesa humanidad, que siempre ha planeado de modo fatal sobre la Humanidad, les comunica a esos crímenes su carácter cosmopolita y la convicción de que menoscaban principios éticos universales.

Es natural que los crímenes de esa índole interesen sobremanera al Derecho Penal, que es la especialidad más ética del Derecho. En este orden de ideas, creo muy oportuno e ilustrativo reproducir aquí unos párrafos de JIMÉNEZ DE ASÚA sobre los pareceres de algunos ilustres juristas acerca de la tan honda naturaleza de tales crímenes:

“(...) Como Th. Würtenberger dice, lo ‘bestial’, lo cruel es antípoda de humanitario (...) y se fija, sobre todo, en el significado de dignidad del hombre como valor particular de la persona. Este matiz del concepto de humanitarismo es el que adquiere alta importancia en el pensamiento jurídico-penal (...) y aseguró que aseguró que lo “bestial” y “cruel” es “antípoda de humanitario”.

Los crímenes de lesa humanidad, en cuanto procesos “in fieri” o en potencia y máxime en cuanto acciones consumadas, son los más graves porque hacen peligrar las condiciones de vida del género humano, su desarrollo y muchas veces aun su existencia misma. Por eso son las más importantes del índice penal planetario porque hay que proteger el trascendental e inmenso valor jurídico atinente a la dignidad de la persona humana.

Fue el primer ataque nuclear y más dantesco e injusto ataque cometido contra una población civil y no combatiente en la Historia universal. Sin embargo, pese al horror causado por ese ataque, hay hoy ¡¡doce mil trescientas ojivas nucleares!! según La Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN) o coalición de ONG en cien países al efecto.

Dato curioso al respecto fue que la primera bomba atómica, lanzada contra la ciudad de Hiroshima, fue llamada por los estadounidenses “Little Boy” y a la segunda, tirada tres días después contra la ciudad de Nagasaki, se le bautizó como “Fat Man”. Motes o remoquetes que oscilan entre lo siniestro y lo ridículo, por lo cual hacen recordar al sabio penalista español Jiménez de Asúa cuando se refería a la “puerilidad” de los estadounidenses. “Puerilidad” que fuerza a evocar lo aseverado por el genial Freud cuando llamó a los niños “pequeños sádicos” por su tendencia a la crueldad (sobre todo hacia los animales). Es increíble que con poses de circo y en trance de muerte por la inminencia de causar esa gran matanza de seres humanos no combatientes (entre los cuales innumerables niños, mujeres y ancianos) se pudieran bautizar esas fatídicas bombas con nombres o apodos ridículos e inoportunos en función de una gran payasada plurimortal en definitiva...

Eso –por decir lo menos– fue profundamente inmoral e innecesario y mató centenares de miles de inocentes. Y como antes puntualicé, en términos jurídico-penales tal horrible matanza es un crimen de lesa humanidad porque, en el idioma de los culpables, “It is the most atrocious form of violence perpetrated against humanity” o “Es la más horrible forma de violencia cometida o que existe contra la Humanidad”.

Los crímenes de lesa humanidad se caracterizan porque sus autores actúan o actuaron con una atroz disposición de ánimo que confiere a estos crímenes su abominable característica o modo de operar con suma cruedad contra el género humano. Esa perversa o supremamente mala cualidad esencial e invariable de los crímenes de lesa humanidad, les comunica su carácter cosmopolita y la absoluta convicción de que menoscaba principios éticos tan medulares cuan universales. No hay nada más detestable que la violencia criminal.

El gran periodista estadounidense John Hersey escribió un reportaje u obra inmortal al respecto. Los innumerables lectores que enviaron cartas a The New Yorker, casi todas elogiando el trabajo, escribieron acerca de su vergüenza y horror acerca de que personas comunes y corrientes, como ellos, secretarias y madres, médicos y sacerdotes, hubieran soportado semejante terror. John Hersey no fue el primero en informar desde Hiroshima pero los reportajes y noticieros cinematográficos habían sido una avalancha de números demasiado grandes para comprender. Por Hersey “algunos también empezaron a tener mayor claridad sobre esta nueva arma que continuaba matando mucho después del "mudo destello", tan brillante como el sol, a pesar de los intensos esfuerzos del gobierno y el ejército de encubrirlo o negarlo”. Hersey escribió:

“Una gigantesca bola de fuego. Los veranos en Hiroshima era sofocantes y la mañana del 6 de agosto de 1945 no fue diferente de cualquier otra: calurosa y húmeda. Shinji Mikamo se había tomado el día libre de su trabajo como aprendiz de electricista en el ejército para ayudar a su padre a recoger las cosas de su casa, que estaba cerca de ser demolida. (...)

Shinji recuerda que cerca de las 8:15, él levantó su brazo izquierdo para secar el sudor en su frente, cuando repentinamente un destello cegador cubrió todo el cielo.

"De repente tenía frente a mí una gigantesca bola de fuego. Era al menos cinco veces más grande y 10 veces más brillante que el Sol. Venía directamente hacia mí, una poderosa llama de un notable color amarillo pálido, casi de color blanco".

"El ruido ensordecedor vino después. Estaba envuelto por el trueno más fuerte que jamás había escuchado. Era el sonido del universo en explosión. En ese instante sentí un dolor punzante que se extendió por todo mi cuerpo. Fue como si un balde de agua hirviendo hubiese sido arrojado sobre mi cuerpo y fregado mi piel".

Shinji fue arrojado a las tinieblas, enterrado bajo la casa como estaba. Reconoció la voz de su padre, que lo llamaba, cada vez más cerca. A pesar de tener 63 años, Fukuichi era un hombre fuerte y sacó a su hijo de entre los escombros y apagó las llamas en su cuerpo. El torso y el lado derecho del cuerpo de Shinji estaban totalmente quemados.

"Mi piel colgaba de mi cuerpo en pedazos como harapos", dice. La carne cruda por debajo era un extraño color amarillo, (...)

Mis pies estaban carbonizados y torpes. Con cada paso o algo así, yo tropezaba sin querer un brazo o una pierna y oía a la persona quejarse de dolor. Me sentí como un buitre... cruzar ese puente, dejando atrás a todos esos heridos que iban a morir", recuerda Shinji. (...) La bomba había arrasado con Hiroshima. De sus 45 hospitales sólo tres seguían operativos. No había ayuda. Ninguna medicina. Ningún alivio del dolor. Shinji se hallaba a poco más de un kilómetro del epicentro de la explosión. (...) Apenas tenía piel para proteger su cuerpo, con cada paso un poco de la carne de Shinji se desgarraba. En los momentos en que estaban demasiado débiles para caminar, él y su padre se arrastraban. Les tomó horas recorrer distancias cortas. Shinji le suplicó a su padre que lo dejara morir.

Pero Fukuichi le dijo con resolución: ¿Te quieres morir? No digas eso con tanta ligereza. En tanto que permanezcas vivo, te recuperarás algún día. Ese día llegará. Sólo aguanta un poco".

En relación con esto de Hersey se informó: “Una vez en Hiroshima, encontró sobrevivientes de la explosión cuyas historias relataría, empezando por los minutos antes de que la bomba fuera lanzada. Muchos años después describió el horror que sintió y cómo sólo pudo quedarse unas semanas nada más.

Hersey regresó con todos estos relatos a Nueva York. Pensó que si los enviaba desde Japón, las posibilidades de que fueran publicados era remota; los anteriores intentos de sacar del país fotos, película o reportajes habían sido interceptados por las fuerzas de ocupación de Estados Unidos. El material era censurado o incautado, algunas veces simplemente desaparecía. (...) Con su prosa calmada e impávida, John Hersey reportó lo que habían presenciado los sobrevivientes. (...)

Tales fueron las repercusiones del artículo de Hersey, y el gran apoyo público de Albert Einstein, (...) La revista de la BBC, Radio Times, comisionó al celebrado autor y locutor Alistair Cooke a escribir una larga pieza de fondo. Haciendo alusión a que el artículo fue publicado en The New Yorker, (...)
Nicholas Hallam, dijo que fue la trasmisión más horripilante que jamás había escuchado.

La BBC también invitó a John Hersey a ser entrevistado y su respuesta por telegrama se encuentra en los archivos de la corporación: "Hersey muy agradecido invitación BBC interés y cobertura Hiroshima pero siempre mantenido política dejar la historia hablar por sí sola sin palabras adicionales mías u otros".

En efecto, Hersey concedió únicamente tres o cuatro entrevistas durante toda su vida. Tristemente, ninguna para la BBC.

Una grabación de la lectura de Hiroshima en 1948 se encuentra todavía en los archivos de la BBC.

El efecto de las claras voces inglesas contando esta desgarradora historia es impactante. (...) Sin embargo, en Japón, el general Douglas MacArthur, el comandante supremo de las fuerzas de ocupación y que gobernó Japón hasta 1948, prohibió rotundamente la difusión de cualquier reportaje sobre las consecuencias de los bombardeos.

Las copias de los libros y la edición pertinente de The New Yorker fueron vetados hasta 1949, cuandoel texto finalmente fue traducido al japonés por el revevendo Tanimoto, uno de los seis sobrevivientes en el artículo de Hersey.

Hersey nunca se olvidó de esos sobrevivientes. En 1985, en el aniversario 40 de la bomba, regresó a Japón y escribió "Las Secuelas", la historia de lo que había sucedido con ellos en el transcurso de cuatro décadas. Dos de ellos ya habían muerto, uno sin duda de una enfermedad relacionada a (sic) la radiación”.

Aquellos ingenios infernales, según la mayoría de analistas, mataron a ¡¡¡más de doscientas mil personas de modo instantáneo!!! Es la única vez en los fastos universales que bombas atómicas fueran lanzadas contra la población civil...

Además de la gran mortandad causada, los peores efectos de las bombas atómicas incluyeron gravísimas consecuencias para la salud, como enfermedades físicas vinculadas con la radiación y patologías mentales con efectos psicológicos duraderos. También hubo daños ambientales muy significativos.

El haber sido expuestas muchísimas personas (poblaciones enteras) a la radiación ionizante por la repentina e inmensa propagación de energía en forma de ondas electromagnéticas o partículas subatómicas, a través del vacío o de un medio, causó enfermedades como leucemia, cáncer de tiroides, senos, pulmón y otros tipos de cáncer en los sobrevivientes, con efectos que se manifestaron hasta décadas después de las explosiones. Las armas atómicas liberan altísimos niveles de radiación ionizante y a dosis muy altas provocan daños graves e inmediatos en la piel y los tejidos del cuerpo humano, enfermedad aguda por radiación y muerte.

(Valga una acotación suplementaria u ocasional sobre el peligro de la radiación solar, de los rayos X, hornos de microondas y hasta en mucha menor medida de los teléfonos móviles o “celulares” porque éstos no acarrean o provocan una radiación ionizante. Los niños y adolescentes son mucho más vulnerables a la radiación que los adultos).

Problemas de salud mental: muchos sobrevivientes sufrieron traumas psicológicos duraderos, como depresión, ansiedad y estrés súbito e incluso postraumático. El estrés es tan peligroso para el ser humano que el creador de la Teoría del estrés –el famoso fisiólogo astrohúngaro (vienés) Hans Selye– reveló que en la “Segunda Guerra Mundial” algunos aviadores ingleses (en buen estado de salud) bombardearon por dos horas y al regresar habían desarrollado ¡úlceras sangrantes!

Problemas de salud en la descendencia: mujeres embarazadas expuestas a la radiación tuvieron mayores tasas de abortos espontáneos y muertes infantiles. Sus hijos también presentaron un mayor riesgo de incapacidades intelectuales, de anómalo crecimiento y de cáncer.

Daños ambientales y contaminación radiactiva: el agua, el aire y la tierra se contaminaron con secuelas radiactivas, afectando la salud de las personas y la vida silvestre. Efectos climáticos: el terrible y sanguinario bombardeo en referencia dañó sobremanera el clima de esas ciudades japonesas y sus alrededores. Una guerra nuclear podría desencadenar un “invierno nuclear” y ocasionar consecuencias catastróficas para el global clima terrestre.

"No se ha aprendido nada de nuestra experiencia y hoy tenemos un riesgo mayor que en el pasado", le dijo a BBC Mundo la señora Wada, Secretaria General adjunta de Nihon Hidankyo, la Organización de Sobrevivientes de las bombas atómicas que ganó el Premio Nobel de Paz en 2024.

Según Global Times –periódico inglés y uno de los más leídos en el mundo– en su publicación del 7 de agosto de 2025, la “Publicación de la embajada estadounidense en redes sociales sobre el 80.º aniversario del bombardeo atómico de Hiroshima fue objeto de burlas por parte de internautas chinos.

La publicación de la embajada estadounidense en China, que reeditó la publicación del Departamento de Estado estadounidense con motivo del 80.º aniversario del bombardeo atómico de Hiroshima, ha sido objeto de intensas burlas por parte de algunos internautas chinos, quienes señalaron que la publicación aparentemente sugiere que Japón y EE. UU. estaban del mismo lado para poner fin a la guerra, en lugar de lo que realmente sucedió: el lanzamiento de bombas atómicas por parte de EE. UU. sobre Japón. ‘Hace ochenta años, el 6 de agosto, EE. UU. y Japón concluyeron una devastadora guerra en el Pacífico’. Esta frase, publicada por la embajada estadounidense en China en redes sociales el miércoles, coincidiendo con el 80.º aniversario del bombardeo atómico de Hiroshima, ha suscitado numerosas burlas por parte de algunos internautas chinos. ‘Es un día solemne de reflexión y conmemoración en el que honramos al pueblo de Hiroshima y su perdurable mensaje de paz y esperanza’, decía la publicación de la Embajada en chino. Muchos internautas la calificaron de ‘declaración absurda’, y algunos describieron el homenaje estadounidense al pueblo de Hiroshima como una ‘broma negra del demonio’” (resaltado mío).

Tales internautas –en su referencia a tamaño cinismo– me recuerdan al gran sabio Freud cuando sentenció que “Cuando se empieza cediendo en la forma, se termina cediendo en el fondo”. La falta de seriedad y el cinismo no merecen burlas sino las más enérgicas condenas y máxime la falta de vergüenza tratándose de aquel abominable holocausto, como el sufrido por el gran pueblo japonés...

(Tales internautas –en su referencia a tamaño cinismo– me recuerdan al gran sabio Freud cuando sentenció que “Cuando se empieza cediendo en la forma, se termina cediendo en el fondo”...).

Durante la conferencia que dictara el doctor Velasco Suárez respecto al tema de los sucesos de Hiroshima y Nagasaki, en días pasados, en las instalaciones de la FM, aseveró que “la producción de armas nucleares ha sido tan grande que en la actualidad se cuenta con un poder nuclear para destruir cinco veces nuestro planeta. Debe recordarse que con lo sucedido en Hiroshima y Nagasaki así como en Chernobil, ningún tratamiento médico sería efectivo para aliviar los daños masivos después de una explosión nuclear. Además de la destrucción que pueden causar estas armas, se puede decir que sólo el gasto militar de una hora diaria, designado a la construcción de armas nucleares en el mundo, es el gasto equivalente a veinte años en la erradicación de la viruela; el de 12 horas es el equivalente al costo de inmunización, y el de 6 meses resolvería el déficit sanitario de los países en desarrollo, y la desnutrición de otros tantos”.

“¿Qué ocurrió el día que la primera bomba atómica estalló? Al momento, toda vida se incineró dentro del radio de un kilómetro, a partir del punto de explosión, que genera temperaturas más altas que las del sol; causó la muerte de personas y la destrucción de los edificios de los siguientes tres kilómetros; la muerte del 50 por ciento de personas en los siguientes cinco kilómetros y el resto de la población murió lentamente como consecuencia de las quemaduras, de las radiaciones, de lesiones causadas por objetos o vidrios arrojados por la fuerza de explosión; al tiempo que se provocaron incendios. El agua quedó envenenada, no apta para su consumo. Sin embargo, esto fue sólo el primer día, ya que las muertes y enfermedades seguirían alcanzando a más gente”.

ABC: “Otros, en cambio, sostienen que fue una decisión inmoral e innecesaria que mató a miles de inocentes.

Las consecuencias de las bombas, en todo caso, aún resuenan hoy, cuando en el mundo hay cerca de 12.300 ojivas nucleares, según La Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN, por sus siglas en inglés).

Este es el recuento de los únicos ataques con bombas nucleares de la historia y las secuelas que perduran hasta hoy. El lugar se convirtió en un mar de fuego. Era el infierno. Cuerpos quemados, voces pidiendo ayuda desde edificios derrumbados, personas a quienes se les caían las entrañas…", recordaba en 2020 Sumiteru Taniguchi, sobreviviente de Nagasaki, en un evento conmemorativo durante el 70 aniversario del ataque.

La explosión fue más fuerte que la de Hiroshima, pero el terreno montañoso de Nagasaki, ubicada entre dos valles, limitó el área de destrucción.

En Nagasaki la bomba destruyó un área de 7,7 km2. Cerca del 40% de la ciudad quedó en ruinas.

"Había cientos de personas sufriendo en agonía, sin poder recibir ninguna atención médica", recordaba Terumi Tanaka, sobreviviente de Nagasaki y codirector de Nihon Hidankyo, durante la ceremonia del Nobel en 2024.

"Tengo la firme convicción de que, incluso en la guerra, no debió permitirse que se produjeran semejantes asesinatos y mutilaciones".

Nihon Hidankyo Nihon Hidankyo, también conocida como la Confederación Japonesa de Organizaciones de Víctimas de las Bombas Atómicas y de Hidrógeno, es una organización que representa a los supervivientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Fue fundada en 1956. El grupo, también conocido como hibakusha, lucha por la eliminación de las armas nucleares y por la compensación estatal para las víctimas de las bombas atómicas. En 2024, Nihon Hidankyo fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos a favor de un mundo libre de armas nucleares.
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