Desgaste
El desgaste al cual hacemos referencia no significará el triunfo de Hamas y la derrota de Israel. Sí significa el cansancio y hastío de los israelíes por lo que acontece y no termina
Luego de la Guerra de los Días en junio de 1967, la contundente victoria de Israel fue seguida de lo que se llamó la Guerra de Desgaste. Incursiones sobre Israel, ataques frecuentes. Una situación de perenne enfrentamiento, ataques y respuestas. Un enemigo que resultaba inderrotable, aunque estuviera vencido. Unos mil cuatrocientos israelíes fueron víctimas mortales entre 1967 y 1970. También unos diez mil egipcios.
La estrategia respecto a esta modalidad de desgaste fue muy inteligente. Israel era y es un país muy pequeño, sus fuerzas armadas regulares necesitan del apoyo de los reservistas para enfrentar cualquier conflicto declarado. El éxito de Israel en cualquiera de las guerras, y son ya muchas desde su creación en 1948, radica en la brevedad de estas. Vencedores a sus propios ojos, derrotados según la interesada interpretación de la contraparte, lo cierto del caso es que las guerras necesitan ser breves. Intensas quizás, breves siempre.
Los conflictos extensos en el tiempo desmoralizan al país. La economía se resiente, pues la mano de obra, y la cabeza de acción en el caso de la llamada alta tecnología (High Tech), se ausenta de sus lugares de trabajo. Las familias se desmoronan cuando el marido va al frente, o los hijos son llamados a servir. Cuando cuentan más de seiscientos cincuenta días de guerra en Gaza, terminada la confrontación el Líbano con Hizbolá y la guerra de doce días con Irán, ciertamente Hamas ha logrado someter a Israel a una guerra de desgaste desesperante.
El desgaste de Israel es no solamente en lo militar. Movilizaciones, maniobras, entradas y salidas, guerra de guerrillas en una zona plagada de túneles. Una contraparte que no parece tener rostro visible, pero que no se rinde y somete a cincuenta rehenes. Todo esto, y más aún, mantiene a toda la sociedad israelí en vilo. Las familias de los secuestrados quieren a sus seres queridos de vuelta, las negociaciones en Doha y en cualquier parte no arrojan resultados. Cada semana se abre una esperanza, y cada semana termina en otra frustración. Eso es desgaste puro, que va más allá de lo militar.
El tiempo pareciera jugar a favor de Israel en lo que respecta a la capacidad de Hamas de resistir la ofensiva israelí. No es así. La sufrida población de Gaza vive el drama de una guerra que no termina, una guerra cuyos vencedores no pueden cobrar su victoria ni los vencidos acatar su derrota. La estrategia de desgastar a Israel parece funcionar.
Las negociaciones en Qatar bajo la supervisión americana han cesado por los momentos. En Gaza siguen los enfrentamientos. El tema de la ayuda humanitaria resulta en algo ya difícil de entender y manejar. La dinámica política israelí apunta a un llamado prematuro a elecciones. Todo el país se debate entre parar la guerra y recibir los rehenes, o seguir la guerra hasta deponer a Hamas de un poder que sigue ejerciendo. Esta coyuntura tiene ya meses y constituye un complejo mecanismo de desgaste.
El desgaste al cual hacemos referencia no significará el triunfo de Hamas y la derrota de Israel. Sí significa el cansancio y hastío de los israelíes por lo que acontece y no termina. También se ha constituido en una cotidianidad tal que hace de la crisis el día a día de un país y una sociedad que sigue funcionando, construyendo y resistiendo. Se paga un precio muy alto en todos los sectores, en las familias y personas. Agotadora forma de vivir que tiene el país desde el 7 de octubre de 2023.
La administración Trump, tan vehemente y llena de energía, promete cada semana resultados inmediatos. No se han obtenido según lo anunciado, menos aún según lo deseado. El desgaste que agobia a Israel también es aplicado a los Estados Unidos y sus funcionarios que tramitan el fin de las hostilidades y el regreso de los secuestrados.
Desde el 7 de octubre, todas las semanas escribimos una nota referente a este agobiante conflicto, con muy pocas o ninguna buena noticia ni alentador pronóstico. En definitiva, esto es también parte del desgaste.
Un tremendo desgaste que obliga a no cansarse.
Elías Farache S.
La estrategia respecto a esta modalidad de desgaste fue muy inteligente. Israel era y es un país muy pequeño, sus fuerzas armadas regulares necesitan del apoyo de los reservistas para enfrentar cualquier conflicto declarado. El éxito de Israel en cualquiera de las guerras, y son ya muchas desde su creación en 1948, radica en la brevedad de estas. Vencedores a sus propios ojos, derrotados según la interesada interpretación de la contraparte, lo cierto del caso es que las guerras necesitan ser breves. Intensas quizás, breves siempre.
Los conflictos extensos en el tiempo desmoralizan al país. La economía se resiente, pues la mano de obra, y la cabeza de acción en el caso de la llamada alta tecnología (High Tech), se ausenta de sus lugares de trabajo. Las familias se desmoronan cuando el marido va al frente, o los hijos son llamados a servir. Cuando cuentan más de seiscientos cincuenta días de guerra en Gaza, terminada la confrontación el Líbano con Hizbolá y la guerra de doce días con Irán, ciertamente Hamas ha logrado someter a Israel a una guerra de desgaste desesperante.
El desgaste de Israel es no solamente en lo militar. Movilizaciones, maniobras, entradas y salidas, guerra de guerrillas en una zona plagada de túneles. Una contraparte que no parece tener rostro visible, pero que no se rinde y somete a cincuenta rehenes. Todo esto, y más aún, mantiene a toda la sociedad israelí en vilo. Las familias de los secuestrados quieren a sus seres queridos de vuelta, las negociaciones en Doha y en cualquier parte no arrojan resultados. Cada semana se abre una esperanza, y cada semana termina en otra frustración. Eso es desgaste puro, que va más allá de lo militar.
El tiempo pareciera jugar a favor de Israel en lo que respecta a la capacidad de Hamas de resistir la ofensiva israelí. No es así. La sufrida población de Gaza vive el drama de una guerra que no termina, una guerra cuyos vencedores no pueden cobrar su victoria ni los vencidos acatar su derrota. La estrategia de desgastar a Israel parece funcionar.
Las negociaciones en Qatar bajo la supervisión americana han cesado por los momentos. En Gaza siguen los enfrentamientos. El tema de la ayuda humanitaria resulta en algo ya difícil de entender y manejar. La dinámica política israelí apunta a un llamado prematuro a elecciones. Todo el país se debate entre parar la guerra y recibir los rehenes, o seguir la guerra hasta deponer a Hamas de un poder que sigue ejerciendo. Esta coyuntura tiene ya meses y constituye un complejo mecanismo de desgaste.
El desgaste al cual hacemos referencia no significará el triunfo de Hamas y la derrota de Israel. Sí significa el cansancio y hastío de los israelíes por lo que acontece y no termina. También se ha constituido en una cotidianidad tal que hace de la crisis el día a día de un país y una sociedad que sigue funcionando, construyendo y resistiendo. Se paga un precio muy alto en todos los sectores, en las familias y personas. Agotadora forma de vivir que tiene el país desde el 7 de octubre de 2023.
La administración Trump, tan vehemente y llena de energía, promete cada semana resultados inmediatos. No se han obtenido según lo anunciado, menos aún según lo deseado. El desgaste que agobia a Israel también es aplicado a los Estados Unidos y sus funcionarios que tramitan el fin de las hostilidades y el regreso de los secuestrados.
Desde el 7 de octubre, todas las semanas escribimos una nota referente a este agobiante conflicto, con muy pocas o ninguna buena noticia ni alentador pronóstico. En definitiva, esto es también parte del desgaste.
Un tremendo desgaste que obliga a no cansarse.
Elías Farache S.
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