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El señor de falso copete

Peligra la democracia en la nación del norte, y en su lugar se instala un régimen de un autoritarismo rapaz y personalista, que emula con perversa inquina acciones y procedimientos vistos con asombro en naciones atrasadas y con regímenes oprobiosos

  • RICARDO GIL OTAIZA

20/07/2025 05:06 am

Transijo, en casa hay que poner orden y para esto es la autoridad, pero de allí a que el presidente de los Estados Unidos, el señor Donald Trump, se crea el amo del mundo, hay una distancia enorme y, ¿qué duda cabe?, se está pasando de rosca. Cada vez que me entero de algunas de sus atrabiliarias disposiciones, que buscan poner en jaque a buena parte de las naciones del mundo, y ni se diga a los inmigrantes, recuerdo mis tiempos de la infancia, por allá bien lejos, en la década de los años 60, cuando las multitudinarias protestas que se daban en muchos países siempre tenían como eslogan: “¡No al imperialismo yanqui!”. Esta justa consigna repetida a voz en grito en las revueltas callejeras de aquellos convulsos años, hoy llega a mi realidad y la enarbolo con fuerza y orgullo, y la defenderé en cualquier contexto en el que me halle, porque… ¿quién es este señor de falso copete para dar órdenes a diestra y siniestra, para maltratar sin piedad a los cientos de miles de inmigrantes, que en medio de su desamparo personal y familiar optaron alguna vez por rehacer sus vidas en un país que se vendió como la cuna de la ley y de la libertad? ¿Quién es este señor de falso copete para repartir a manos llenas elevados aranceles a casi todas las naciones, generando así una guerra comercial que va a desestabilizar la economía global, con todas las consecuencias que conllevan?

A resolver los problemas de su país, señor Trump, pero con justicia y humanidad, no puede usted de buenas a primeras atropellar a los inmigrantes, sacarlos a rastras de sus casas, cazarlos como bestias de sus sitios de trabajo, en las iglesias, en los lugares públicos, en los centros comerciales y en las universidades, ya que la mayoría no son delincuentes, sino que buscan con desesperación un medio de sustento para ellos y los suyos. Es cierto que muchos están ilegales y transijo que esta situación hay que corregirla con premura y seriedad, pero desconocer lo que a miles de personas les permitió trabajar de sol a sol en esa nación, otorgado por gobiernos anteriores, amén de injusto, es de una perfidia pocas veces vista en un jefe de Estado. Perseguir a los inmigrantes por su color de piel y su origen étnico tiene calificaciones en la lengua castellana, y las conocemos como racismo y xenofobia. Es usted, señor de falso copete, un racista y un xenófobo, porque no se contenta con detener a los inmigrantes, la mayoría de ellos procedentes de la América hispana, sino que los hunde en cárceles infames y a muchos de ellos los envía a El Salvador: esos campos de concentración que ha levantado el señor Bukele, cuyo gobierno recibe una paga por cada detenido, como si lo que llegara en los aviones procedente de los EEUU fuera mercancía de canje, y no seres humanos aterrados frente a un ominoso destino.

Obviamente, el señor Trump deberá velar por la seguridad e integridad de los estadounidenses, para eso una amplia mayoría lo eligió como su presidente, y esto parte de poner orden a la inmigración indiscriminada e irresponsable que se dio en los años precedentes, pero de allí a humillar, maltratar y encarcelar a todo aquel que no luzca con los rasgos fisonómicos por él entendidos como “los míos” (rubios de ojos claros y con copete), y de cubrirles los rostros a los cancerberos que se dan a la tarea de cazar foráneos, violando de manera flagrante los derechos humanos de los apresados, y remitirlos a cárceles crueles e infames, propias y del extranjero, hay un enorme abismo que él se está saltando a la torera, y esto es inadmisible y condenable desde muchos ángulos: sobre todo desde lo estrictamente moral.

Peligra la democracia en la nación del norte, y en su lugar se instala un régimen de un autoritarismo rapaz y personalista, que emula con perversa inquina acciones y procedimientos vistos con asombro en naciones atrasadas y con regímenes oprobiosos (tanto en el pasado como en el presente), y que anteriores presidentes de ambos partidos (demócratas y republicanos) no cesaron en denunciar y enfrentar con gallardía. Cree “el señor de falso copete” que tenemos que rendirle pleitesía, y que a su paso todos deben doblar la rodilla, y no nos extrañemos que, en cualquier momento, y por el camino que va (por su grave desquiciamiento y megalomanía), no tarde en imponer el antiguo “besamanos”, propio de la realeza y de los altos jerarcas de la Iglesia, que dicho sea al voleo está casi extinto, porque implica una sumisión que en nuestros días luce ridícula, arrastrada y antihigiénica.

En este contexto, risible, pero muy peligroso e inconveniente para el progreso y la paz de la humanidad (que, por cierto, guinda de un hilo en este instante), tendrá que darse un giro de orden político, que busque llevar las aguas a su cauce, que le haga entender al señor Trump, ¡válgame Dios! (y a su corte de adulantes y chupamedias de oficio, que se esmeran en quedar bien con el jefe y cuan más busca estirar la cobija), que solo es el presidente de los Estados Unidos, y no el emperador del mundo, que las naciones (o una amplia mayoría, y sabemos el porqué) gozan de autodeterminación, que la dinámica compleja del mundo requiere de acuerdos y de diálogo, de entendimiento y de respeto, que las ansias hegemónicas del imperialismo yanqui, por muy arraigadas que estén en su idiosincrasia y genes, deberán atemperarse, aclimatarse, sosegarse y amoldarse al estilo de nuestro siglo, que ve con estupor acciones que contradicen la lucidez que deberá mostrar un dignatario que tiene a la mano el fulano “botón rojo” de la hecatombe final.

rigilo99@gmail.com 
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