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La hondura que no se cuenta

La cercanía que desafía la distancia es también parte de esta lógica delicada. Hay quien está al lado y no toca nada, y quien desde lejos sabe cuidar sin invadir. Es una lectura del alma más que del cuerpo

  • SOLEDAD MORILLO BELLOSO

15/07/2025 05:01 am

A Paulina Gamus

El mundo actual parece obsesionado con contar. Cuenta pasos, palabras, minutos, kilos, calorías, años, logros, dineros, propiedades, emociones. La validez de lo vivido se reconfigura según el volumen: cuanto más, mejor. Tanto tienes, tanto eres. En esta economía del exceso, lo escaso se sospecha, lo íntimo se descarta, lo invisible se omite. Pero hay una fisura, no una ruptura violenta, sino un resquicio luminoso, que susurra: lo esencial no se cuantifica, se encarna.

Elegir lo cualitativo es bailar fuera del ritmo impuesto. Es desafiar la aritmética de la existencia y sumergirse en el pulso lento de lo que toca sin gritar. No se trata de tener más, sino de ser más hondo. Más vínculo. Más temblor. Vivir no en la superficie del gesto repetido, sino en la profundidad mínima del gesto único. En lo que se dice con la mirada, en lo que se sostiene con un silencio bien posado.

Hay formas de presencia que no caben en los gráficos. Un suspiro en medio de la distancia. Una palabra que, aún no dicha, ya roza. Como una raíz que crece hacia otra sin necesidad de tocarla. Como esa costura que no aprieta para cerrar, sino que deja espacio para respirar juntas. Esa manera de estar se parece al eco: no es voz, pero persiste. No está presente, pero acompaña.

Lo cualitativo reside en el intersticio: ese lugar mínimo donde ocurre lo que importa. Un verso imperfecto que no se olvida. Una ausencia que cuida. Una transparencia que no se impone. No es lo mucho lo que sostiene, sino lo verdadero. Lo radical de lo mínimo.

La cercanía que desafía la distancia es también parte de esta lógica delicada. Hay quien está al lado y no toca nada, y quien desde lejos sabe cuidar sin invadir. Es una lectura del alma más que del cuerpo. Una intuición que no necesita evidencia. Un abrazo sin brazos. Un estar sin estar. Un decir “aquí estoy” que vibra desde otra orilla.

Y entonces, ser cualitativo se vuelve declaración estética, ética y espiritual. Es renunciar al ruido del conteo. Es elegir intensidad por encima del número, gesto por encima del protocolo, misterio por encima de lo evidente. Es respirar despacio, leer entre líneas.

Hay vidas que no se despejan. Hay ecuaciones sin solución que, en vez de frustrar, iluminan. Tal vez se trate de entender que no vinimos a resolvernos. Vinimos a resonar en la hondura, no a gritar en la superficialidad.

Murió Paulina Gamus. Tuve el privilegio de conocerla. Su muerte trae un silencio súbito en una conversación que aún necesitábamos. Mujer de palabra punzante, de risa irreverente, de ética sin adornos. Nos deja la valentía de haber dicho lo incómodo cuando callar era más fácil. Su ausencia duele, su lucidez queda. Ella tenía esa hondura que no se cuenta.

Soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob
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