¿Cómo acabar con España?
La confesión de que pensó en dimitir tiene un aire pretendidamente bisoño en alguien que ha demostrado unas indeclinables ganas de dormir en La Moncloa, cueste lo que cueste
“Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón”
(Antonio Machado, Proverbios y Cantares)
El folletón de España se pone cada día peor, más ruidoso, tremebundo, aun para un pueblo -no sabemos si es uno o varios- acostumbrado a los altos decibeles vocales y las profanaciones más sonoras en sus parla cotidiana. El espectáculo que ofrecieron sus señorías, portavoces de los grupos, en la sesión del Congreso del miércoles pasado ha venido afear, más aún, a un hemiciclo poblado de muecas grotescas, como salidas de una pintura-retrato de Francis Bacon. Bochornoso fue el comportamiento tumultuario y de bullanga de los atildados y atildadas congresistas, aplaudiendo frenéticos, riendo con el rostro deformado -entre la risa y el aullido del linchador- celebrando los improperios de sus jefes de filas. Pensar que son los mismos que regresan a casa a bendecir críos, abrazar parejas o visitar amantes, luego de tan cargada jornada laboral.
La discusión sobre el caso de corrupción de dos altos cargos y un carguito -uno ya en el bote- del Gobierno de Pedro Sánchez y el PSOE, era lo suficientemente tóxica para garantizar una tenida parlamentaria de alta tensión y excesos, característica del reality show en que los mediocres han convertido la política. En el paroxismo por destruir al otro, y destruirse mutuamente, se olvidaron de la mínima majestad democrática de sus fueros y convirtieron lo que podría haber sido una picante y caldeada sesión de control -con sus trompadas estatutarias de rigor-, en un pandemónium, cuya principal víctima fue la esmirriada credibilidad que le va quedando a la institucionalidad democrática actualmente.
¿Pero con quién está viviendo usted?, ¿pero de qué prostíbulos ha vivido usted? le ha soltado Alberto Nuñez Feijóo, jefe del Partido Popular (PP), al presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, haciendo alusión a los negocios de baños sauna del padre de la esposa de este último. (Hay acusaciones en curso a la primera dama, ya bastantes graves de por sí, para estar sudando con esta). Ante la avalancha de acusaciones, el presidente de Gobierno habría argumentado, en su momento, que aún cuando pensó en dimitir no lo haría para no darle paso a la ultraderecha. Lo que se ha convertido en una coartada para eludir su responsabilidad como presidente de Gobierno y Secretario General de un partido, el PSOE, que ha sido sostén fundamental de la democracia en España. La confesión de que pensó en dimitir tiene un aire pretendidamente bisoño en alguien que ha demostrado unas indeclinables ganas de dormir en La Moncloa, cueste lo que cueste. Y el costo ha sido deteriorar el entramado democrático que tanto le costó a otros construir.
¿Por qué importa España? Porque luego del bostezo largo y vengativo del Generalísimo Francisco Franco, se realizó la obra de convertir a un país partido en dos bandos resentidos, en una sociedad democrática con alternancia, culturalmente vibrante, que integró nacionalismos y regionalismos divisivos y adoptó una diversidad lingüística culturalmente enriquecedora. Todo eso, lo que se denominó en su momento con afecto y admiración el milagro español, hoy está peligro en manos de un avorazado y pertinaz consumidor de poder, y el jefe de un gran partido -hoy en oposición- que no termina de acorralar un lugar propio bajo el sol. Sobre sus cabezas, revolotean toda suerte de zopilotes a la espera de que le entreguen un cadáver lleno de posibilidades. ¡Qué mejor manera de acabar con España!
@jeanmaninat
al mundo te guarde Dios
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón”
(Antonio Machado, Proverbios y Cantares)
El folletón de España se pone cada día peor, más ruidoso, tremebundo, aun para un pueblo -no sabemos si es uno o varios- acostumbrado a los altos decibeles vocales y las profanaciones más sonoras en sus parla cotidiana. El espectáculo que ofrecieron sus señorías, portavoces de los grupos, en la sesión del Congreso del miércoles pasado ha venido afear, más aún, a un hemiciclo poblado de muecas grotescas, como salidas de una pintura-retrato de Francis Bacon. Bochornoso fue el comportamiento tumultuario y de bullanga de los atildados y atildadas congresistas, aplaudiendo frenéticos, riendo con el rostro deformado -entre la risa y el aullido del linchador- celebrando los improperios de sus jefes de filas. Pensar que son los mismos que regresan a casa a bendecir críos, abrazar parejas o visitar amantes, luego de tan cargada jornada laboral.
La discusión sobre el caso de corrupción de dos altos cargos y un carguito -uno ya en el bote- del Gobierno de Pedro Sánchez y el PSOE, era lo suficientemente tóxica para garantizar una tenida parlamentaria de alta tensión y excesos, característica del reality show en que los mediocres han convertido la política. En el paroxismo por destruir al otro, y destruirse mutuamente, se olvidaron de la mínima majestad democrática de sus fueros y convirtieron lo que podría haber sido una picante y caldeada sesión de control -con sus trompadas estatutarias de rigor-, en un pandemónium, cuya principal víctima fue la esmirriada credibilidad que le va quedando a la institucionalidad democrática actualmente.
¿Pero con quién está viviendo usted?, ¿pero de qué prostíbulos ha vivido usted? le ha soltado Alberto Nuñez Feijóo, jefe del Partido Popular (PP), al presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, haciendo alusión a los negocios de baños sauna del padre de la esposa de este último. (Hay acusaciones en curso a la primera dama, ya bastantes graves de por sí, para estar sudando con esta). Ante la avalancha de acusaciones, el presidente de Gobierno habría argumentado, en su momento, que aún cuando pensó en dimitir no lo haría para no darle paso a la ultraderecha. Lo que se ha convertido en una coartada para eludir su responsabilidad como presidente de Gobierno y Secretario General de un partido, el PSOE, que ha sido sostén fundamental de la democracia en España. La confesión de que pensó en dimitir tiene un aire pretendidamente bisoño en alguien que ha demostrado unas indeclinables ganas de dormir en La Moncloa, cueste lo que cueste. Y el costo ha sido deteriorar el entramado democrático que tanto le costó a otros construir.
¿Por qué importa España? Porque luego del bostezo largo y vengativo del Generalísimo Francisco Franco, se realizó la obra de convertir a un país partido en dos bandos resentidos, en una sociedad democrática con alternancia, culturalmente vibrante, que integró nacionalismos y regionalismos divisivos y adoptó una diversidad lingüística culturalmente enriquecedora. Todo eso, lo que se denominó en su momento con afecto y admiración el milagro español, hoy está peligro en manos de un avorazado y pertinaz consumidor de poder, y el jefe de un gran partido -hoy en oposición- que no termina de acorralar un lugar propio bajo el sol. Sobre sus cabezas, revolotean toda suerte de zopilotes a la espera de que le entreguen un cadáver lleno de posibilidades. ¡Qué mejor manera de acabar con España!
@jeanmaninat
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