Populismo: rueda ruinosa de amor político
Como cosa notable los líderes populistas suelen ser estrellas solitarias en su universo político, en el sentido de que no suelen tener competencia fuerte de su liderazgo. Lula y Bolsonaro son una de las raras excepciones
El populismo es una respuesta a los males de la democracia, pero no es su solución, más bien es su cáncer y puede ser terminal.
Es un fenómeno sociopolítico que consta de varias expresiones necesarias, indispensables, para que ocurra: la primera es que surja un líder con características populistas y, la segunda, que exista una base social populística que le dé espacio de existencia y soporte sociales. Con ello queremos decir que su efectividad depende de la posibilidad del líder de convertirse, primero, en una fuerza política significativa y, luego, en la dominante, mediante una base social suficiente de seguidores con el cual el líder encaje. Llamaremos al conjunto de peculiaridades propias de la base social del populismo “características populísticas” y sostenemos que no hay populismo realmente sin una base social populística y que toda base social de este tipo siempre consigue quien la seduzca. Toda sociedad que necesite y busque un salvador, siempre encontrará uno que la sojuzgue. Esta correspondencia es lo que asegura el cumplimiento de la sentencia de De Maistre según la cual “cada pueblo tiene el gobierno que se merece” y cuyo correlato es, como hemos apuntado antes, que cada líder tiene los seguidores que siembra o que se le parecen.
Es un fenómeno sociopolítico que consta de varias expresiones necesarias, indispensables, para que ocurra: la primera es que surja un líder con características populistas y, la segunda, que exista una base social populística que le dé espacio de existencia y soporte sociales. Con ello queremos decir que su efectividad depende de la posibilidad del líder de convertirse, primero, en una fuerza política significativa y, luego, en la dominante, mediante una base social suficiente de seguidores con el cual el líder encaje. Llamaremos al conjunto de peculiaridades propias de la base social del populismo “características populísticas” y sostenemos que no hay populismo realmente sin una base social populística y que toda base social de este tipo siempre consigue quien la seduzca. Toda sociedad que necesite y busque un salvador, siempre encontrará uno que la sojuzgue. Esta correspondencia es lo que asegura el cumplimiento de la sentencia de De Maistre según la cual “cada pueblo tiene el gobierno que se merece” y cuyo correlato es, como hemos apuntado antes, que cada líder tiene los seguidores que siembra o que se le parecen.
Prospera cuando hay un clima social de demandas y aspiraciones sociales insatisfechas que se conjuga con el descrédito del liderazgo establecido y un sentimiento de inseguridad y/o incertidumbre generalizados, que crea el espacio para el surgimiento de un redentor épico que enrumbe a la sociedad, le dé dirección y propósito y corrija los entuertos. Se inauguran tiempos tan nuevos que reescriben, rehacen, el pasado, el presente y el futuro. El mandato es de cumplimiento de la justicia: restaurar el imperio de la ley, dar a cada quien lo que le corresponde y castigo ejemplar a los culpables de las desgracias colectivas, recuperar la soberanía popular, gobernar con efectividad para todos y conquistar la gloria, respeto y grandeza que como país se merece. Pero la realidad suele ser la instauración del arbitrio inapelable del líder, la segregación de quienes no suscriben el liderazgo, la cancelación y desprecio de las voces disidentes, la venganza vestida de sentencias tribunalicias o, en su lugar, solo bendecidas por la palabra del líder, la apropiación de la administración pública por una nueva casta. Esta traición a las promesas se sostiene en una narrativa que, al generar lealtad ciega, permite al líder dividir y dominar, consolidando su poder a costa de la libertad.
La perla del pastel es la construcción de la conexión entre el líder y la base social anhelante de su presencia. Este puente lo constituye la narrativa del líder si tiene el tino de recoger y verbalizar las demandas, sufrimientos, aspiraciones, sentimientos y emociones de las sociedad que aspira a conquistar. Cuando el lenguaje es el mismo (aquí lo importante no son tanto las mismas palabras como compartir los mismos significados), los desamparados, resentidos, esperanzados, desorientados se ven reflejados en sus sentimientos y visión del mundo y, de este modo, se sienten representados por quien de eso modo habla. Como todo líder, el de tipo populista inicialmente no busca guiar a la gente, se empeña en hacerle percibir que piensa, siente y quiere lo mismo que ellos quieren. Cuando logra la identificación se torna fácil dirigirlos hacia dónde y cómo el líder desee, porque una vez que sienten la misma emocionalidad se acepta como verdadero todo lo que diga y predique. Los estudios neurocientíficos revelan que el seguidor emocionado experimenta sensaciones muy parecidas al enamoramiento y ya sabemos lo que es capaz de hacer una pareja por quien está enamorada. En particular, se ha determinado que la oxitocina, vasopresina, dopamina y serotonina forman un cóctel que fomenta adhesión, apego, identidad y lealtad mediante la activación de los circuitos de recompensa y la disminución de la actividad del prefrontal disminuyendo el juicio crítico y la evaluación de riesgos.
La perla del pastel es la construcción de la conexión entre el líder y la base social anhelante de su presencia. Este puente lo constituye la narrativa del líder si tiene el tino de recoger y verbalizar las demandas, sufrimientos, aspiraciones, sentimientos y emociones de las sociedad que aspira a conquistar. Cuando el lenguaje es el mismo (aquí lo importante no son tanto las mismas palabras como compartir los mismos significados), los desamparados, resentidos, esperanzados, desorientados se ven reflejados en sus sentimientos y visión del mundo y, de este modo, se sienten representados por quien de eso modo habla. Como todo líder, el de tipo populista inicialmente no busca guiar a la gente, se empeña en hacerle percibir que piensa, siente y quiere lo mismo que ellos quieren. Cuando logra la identificación se torna fácil dirigirlos hacia dónde y cómo el líder desee, porque una vez que sienten la misma emocionalidad se acepta como verdadero todo lo que diga y predique. Los estudios neurocientíficos revelan que el seguidor emocionado experimenta sensaciones muy parecidas al enamoramiento y ya sabemos lo que es capaz de hacer una pareja por quien está enamorada. En particular, se ha determinado que la oxitocina, vasopresina, dopamina y serotonina forman un cóctel que fomenta adhesión, apego, identidad y lealtad mediante la activación de los circuitos de recompensa y la disminución de la actividad del prefrontal disminuyendo el juicio crítico y la evaluación de riesgos.
La narrativa es la pieza central que pone las cosas donde deben ir. Divide al universo en buenos y malos absolutos, no por lo que hacen, sino por a quién son fieles. Estas narrativas pueden ser una creación colectiva entre el liderazgo y sus seguidores. Tienen como características que brindan su propia versión de la realidad, su verdad categórica, distorsionada por sesgos ideológicos y/o cognitivos, encuadrados en una gesta épica, con una fuerte carga emocional y con mucha frecuencia deificando al líder.
Como cosa notable los líderes populistas suelen ser estrellas solitarias en su universo político, en el sentido de que no suelen tener competencia fuerte de su liderazgo. Lula y Bolsonaro son una de las raras excepciones.
El populismo promete reparar, pero destruye lo construido. Une en la esperanza, divide en la desilusión, y en su devastación siembra la necesidad de nuevos creadores, atrapando a todos en un ciclo eterno: la rueda del Samsara.
@AsuajeGuedez
asuajeguedezd@gmail.com
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