Venezuela no debe seguir el ejemplo de occidente en materia de clima y desarrollo
Una respuesta meditada y equilibrada al cambio climático significa desplegar la energía solar y eólica en las zonas donde sea razonable, sin olvidar que la solución a largo plazo al cambio climático debe ser la innovación
En los últimos años, la ansiedad climática se ha apoderado de muchos gobiernos occidentales y de la mayoría de las organizaciones internacionales. El resultado ha sido políticas ruinosas que ayudan poco, pero socavan la prosperidad futura necesaria para hacer frente a una serie de otros problemas. Afortunadamente, Venezuela puede evitar repetir estos errores.
El cambio climático es un problema provocado por el hombre, pero los activistas y los políticos irresponsables lo han distorsionado de forma desproporcionada y ahora lo califican falsamente de amenaza existencial que podría erradicar la humanidad. Esta exageración distorsiona groseramente los datos científicos de los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas. Además, es repudiada por los principales economistas climáticos del mundo, incluido el único galardonado con el Premio Nobel. El costo de no tomar más medidas sobre el clima equivale a reducir el Producto Interno Bruto (PIB) un 2%-3% a finales de siglo: un problema, no el fin del mundo.
El cambio climático es un problema provocado por el hombre, pero los activistas y los políticos irresponsables lo han distorsionado de forma desproporcionada y ahora lo califican falsamente de amenaza existencial que podría erradicar la humanidad. Esta exageración distorsiona groseramente los datos científicos de los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas. Además, es repudiada por los principales economistas climáticos del mundo, incluido el único galardonado con el Premio Nobel. El costo de no tomar más medidas sobre el clima equivale a reducir el Producto Interno Bruto (PIB) un 2%-3% a finales de siglo: un problema, no el fin del mundo.
Sin embargo, las incesantes historias de terror han llevado a algunos gobiernos occidentales a promulgar políticas inmensamente costosas. El Reino Unido ha avanzado más en políticas climáticas en las últimas dos décadas que casi cualquier otro país. Como resultado, el precio de la electricidad ajustado a la inflación, ponderado entre hogares e industria, se ha triplicado de 2003 a 2023. En comparación, el precio de la electricidad en Estados Unidos ha permanecido prácticamente invariable durante el mismo periodo.
Al mismo tiempo, el mundo rico es cada vez más consciente de que se enfrenta a muchos otros retos costosos, como el envejecimiento de la población, que conlleva un aumento de los costos de las pensiones y la atención sanitaria, el desmoronamiento de las infraestructuras, los malos resultados educativos y la necesidad de un mayor gasto en defensa. Sin embargo, la UE se ha comprometido a lograr unas emisiones netas de carbono cero para 2050, lo que le costará más del 10% de su PIB, es decir, 3,3 billones de euros anuales. Esto es más que el gasto básico actual total de los 27 países en salud, educación, policía, tribunales, prisiones, defensa y medioambiente.
Venezuela no debe repetir los errores cometidos por los países occidentales lanzándose de cabeza a políticas climáticas ineficaces. Tiene un historial de logros, un enorme potencial y, como cualquier otro país, una infinidad de retos complejos. Es importante que Venezuela encuentre el equilibrio entre los retos y las oportunidades que tiene por delante. Una respuesta meditada y equilibrada al cambio climático significa desplegar la energía solar y eólica en las zonas donde sea razonable, sin olvidar que la solución a largo plazo al cambio climático debe ser la innovación.
En 1970, cuando el hambre acechaba al 35% del mundo en desarrollo, la respuesta no fue hacer que todo el mundo comiera menos para redistribuir los alimentos. Fue la innovación a través de la Revolución Verde, que aumentó radicalmente los rendimientos y aportó mejores variedades y más fertilizantes. Del mismo modo, no resolveremos el cambio climático uniéndonos a los británicos, siendo más pobres, teniendo más frío y disponiendo de menos energía. En su lugar, las principales naciones industriales, responsables de la mayor parte de las emisiones de carbono, tienen que acelerar la innovación en las futuras generaciones de energía con bajas emisiones de carbono. Una vez que innoven para que la energía limpia sea más barata que los combustibles fósiles, todo el mundo podrá cambiar.
La adaptación es otra respuesta vital al cambio climático. Los agricultores de toda Venezuela ya lo saben: se adaptan para adecuarse a los cambios en el clima. En las ciudades, sabemos que las infraestructuras adaptables, como las zonas verdes, las superficies más reflectantes y las fuentes de agua, ayudan a mantener temperaturas más frescas. La adaptación puede evitar gran parte del problema climático.
Por último, la mitigación de la pobreza es una parte crucial de la respuesta al cambio climático. Sacar a la gente de la pobreza reduce su vulnerabilidad a las turbulencias climáticas, como las olas de calor o los huracanes. Además, las sociedades más ricas y prósperas pueden permitirse una mejor protección contra los agentes atmosféricos, así como una mejor nutrición, asistencia sanitaria y protección social. Los países ricos pueden gastar más en la protección del medio ambiente, y en otras acciones beneficiosas.
Ser inteligentes con el cambio climático también significa que los gobiernos tendrán más recursos para invertir en resolver otros retos importantes.
Una de esas inversiones: Deberíamos impulsar la salud materna y neonatal mediante un plan sencillo de atención obstétrica básica de urgencia y más planificación familiar. A escala mundial, esto podría salvar la vida de 166.000 madres y 1,2 millones de recién nacidos cada año, lo que supondría la asombrosa cifra de 87 bolívares en beneficios sociales por cada bolívar gastado.
Otra inversión fenomenal: I+D agrícola para ayudar a los agricultores venezolanos a ser más eficientes. A nivel mundial, una modesta inversión de 5.500 millones de dólares anuales podría contribuir en gran medida y liberar del hambre a 133 millones de personas. Para 2050, estos fondos adicionales aumentarán la producción agrícola en un 10%, reducirán los precios de los alimentos en un 16% y aumentarán los ingresos per cápita en un 4%. Y una agricultura más eficiente reducirá las emisiones climáticas globales en más de un 1%. Cada bolívar invertido genera 33 bolívares de beneficios sociales.
En total, dar prioridad a las 12 mejores políticas para el desarrollo en todo el mundo podría salvar 4,2 millones de vidas cada año y generar 1,1 billones de dólares en beneficios económicos con un costo de sólo 35.000 millones de dólares al año.
Venezuela tiene inmensas posibilidades por delante, si es capaz de aprovechar la oportunidad para invertir con inteligencia y criterio. Debería evitar el enfoque climático particular de algunos países occidentales e invertir basándose en una ciencia económica rigurosa, en las áreas en las que puede tener más impacto y lograr mayores avances.
(*) Dr. Bjorn Lomborg es presidente del Copenhagen Consensus Center y visiting fellow en Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su último libro es “Lo que sí funciona”.
(*) Dr. Bjorn Lomborg es presidente del Copenhagen Consensus Center y visiting fellow en Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su último libro es “Lo que sí funciona”.
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