Hacia lo no condicionado
Las premisas de un espíritu religioso dominando el siglo XXI resultaron falsas. En el plano político el hombre espera respuestas totales sin darse cuenta que ellas no existen, o son tan simples que no logran verlas
El hombre injertado en este mundo se procuró una falsa unidad, la traducción al esquema racional de lo que llamó la realidad. Esta falsa unidad condujo a la crisis del logos filosófico. El principal de los sentidos injertados ha sido el conformismo, la convicción de que el mundo como es le ofrece una dicha mediana que se contradice con la iluminación. El mundo insufla ese sentido con el consumismo y la tecnología ofrece “realizaciones” artificiales bajo la premisa de que están allí al alcance de la mano de los triunfadores. De esta manera, el sentido injertado ofrece cada vez más dicha, una abundante que compensa al sujeto consumista de una existencia desglorificada.
Las viejas ideologías totalizantes se derrumbaron. Las premisas de un espíritu religioso dominando el siglo XXI resultaron falsas. En el plano político el hombre espera respuestas totales sin darse cuenta que ellas no existen, o son tan simples que no logran verlas. La primera de todas es que el hombre debe renunciar a la sociedad perfecta que las ideologías le ofrecieron y admitir que tal cosa no es posible. La segunda, que el sistema político llamado democracia sólo es perfectible en su continuo ejercicio y riesgo y que, como todo cuerpo, es susceptible de viejas y de nuevas enfermedades
La uniformidad debe ser combatida y ello pasa por la ampliación de la razón hacia eso que los filósofos llaman “lo no calculable” o “lo no condicionado”. Y, por supuesto, la aceptación de un multiculturalismo que debe ser el sustituto del viejo paquete de la ideología con todas las respuestas.
Educación y cultura están fielmente imbricadas. La vida humana es un continuo desafío. La respuesta esencial es romper los sentidos injertados, empujar hacia lo no condicionado, romper los límites impuestos y autoimpuestos y tratar, cada día, de empujar la imaginación humana fuera de los límites de esto que no vacilamos en llamar amordazamiento.
La filosofía ha procurado romper el esquema maniqueo. María Zambrano habló de la “razón poética”, una que tiene que vérselas con todo lo que ha sido menguado del espacio lógico. Si vemos bien, de ese espacio han sido eliminados infinidad de pensamientos y comportamientos, hasta el punto de imponerse, al menos en nuestro mundo occidental, una estrechez que inevitablemente condujo al abochornamiento actual. Si tomamos en cuenta que la filosofía más actual considera al mundo una trampa y al hombre un ser que la asume como mundo, podemos determinar como los mecanismos perversos de la “dicha” han podido ser injertados como nuevos sentidos.
Los deconstructivistas como Derrida se mueven en un territorio que continúa este camino. De allí que exigen como salida una apertura de la razón hacia lo no condicionado, hacia lo no calculable, inclusive que escapa a cualquier totalitarismo del saber. De esta manera lo no-condicional se alza como un desiderátum de la razón, como aquello que verdaderamente la constituye y fundamenta.
@tlopezmelendez
Las viejas ideologías totalizantes se derrumbaron. Las premisas de un espíritu religioso dominando el siglo XXI resultaron falsas. En el plano político el hombre espera respuestas totales sin darse cuenta que ellas no existen, o son tan simples que no logran verlas. La primera de todas es que el hombre debe renunciar a la sociedad perfecta que las ideologías le ofrecieron y admitir que tal cosa no es posible. La segunda, que el sistema político llamado democracia sólo es perfectible en su continuo ejercicio y riesgo y que, como todo cuerpo, es susceptible de viejas y de nuevas enfermedades
La uniformidad debe ser combatida y ello pasa por la ampliación de la razón hacia eso que los filósofos llaman “lo no calculable” o “lo no condicionado”. Y, por supuesto, la aceptación de un multiculturalismo que debe ser el sustituto del viejo paquete de la ideología con todas las respuestas.
Educación y cultura están fielmente imbricadas. La vida humana es un continuo desafío. La respuesta esencial es romper los sentidos injertados, empujar hacia lo no condicionado, romper los límites impuestos y autoimpuestos y tratar, cada día, de empujar la imaginación humana fuera de los límites de esto que no vacilamos en llamar amordazamiento.
La filosofía ha procurado romper el esquema maniqueo. María Zambrano habló de la “razón poética”, una que tiene que vérselas con todo lo que ha sido menguado del espacio lógico. Si vemos bien, de ese espacio han sido eliminados infinidad de pensamientos y comportamientos, hasta el punto de imponerse, al menos en nuestro mundo occidental, una estrechez que inevitablemente condujo al abochornamiento actual. Si tomamos en cuenta que la filosofía más actual considera al mundo una trampa y al hombre un ser que la asume como mundo, podemos determinar como los mecanismos perversos de la “dicha” han podido ser injertados como nuevos sentidos.
Los deconstructivistas como Derrida se mueven en un territorio que continúa este camino. De allí que exigen como salida una apertura de la razón hacia lo no condicionado, hacia lo no calculable, inclusive que escapa a cualquier totalitarismo del saber. De esta manera lo no-condicional se alza como un desiderátum de la razón, como aquello que verdaderamente la constituye y fundamenta.
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