La profesionalización corporativa
No es al azar que el auge de la ideología Liberal ocurre simultáneamente con la Revolución Industrial. Esa ideología vino a cumplir funciones y disfunciones a partir de las circunstancias en que nació
La profesionalización corporativa es un proceso permanente que tiene como fin desarrollar entre los colaboradores y la corporación un sentido de equipo y solidaridad propios de una comunidad tradicional y, a la vez, de un equipo moderno.
La profesionalización corporativa puede incluir la capacitación, como mejoras en los conocimientos necesarios para desempeñar los cargos, profesionales u oficios, de los colaboradores, pero su objetivo no es adiestrar sino construir un sentido de equipo, misión, visión y objetivos compartidos de la organización para agregar sinergia, productividad, competitividad, bienestar y confianza al grupo corporativo.
La profesionalización corporativa puede incluir la capacitación, como mejoras en los conocimientos necesarios para desempeñar los cargos, profesionales u oficios, de los colaboradores, pero su objetivo no es adiestrar sino construir un sentido de equipo, misión, visión y objetivos compartidos de la organización para agregar sinergia, productividad, competitividad, bienestar y confianza al grupo corporativo.
No es sencillo ni automático el que un colectivo de individuos, reclutados para cumplir un fin, logren construir el nivel de cooperación, complementariedad, armonía y espíritu de grupo que se necesita para evitar caer en individualismos, egoísmos, faltas de comunicación, faccionalismos, desmotivación, errores, retrabajos, improductividad y hasta conflictos entre individuos, grupos de trabajo, departamentos o entre niveles jerárquicos dentro de cualquier organización.
La comunidad tradicional se distingue por la identificación de sus miembros con los símbolos, sentimientos y emociones de pertenencia al grupo. El equipo moderno se distingue por su funcionalidad, productividad, competitividad y resultados planificados y precisos, partiendo de que cada colaborador participe en la formulación de las metas de su unidad de trabajo. La cultura corporativa es el eslabón que une los símbolos, la solidaridad y afectos propios de la comunidad tradicional con los compromisos concretos de los cargos, la sistematización de los procesos, la productividad y competitividad propios de un equipo moderno de trabajo.
La cultura corporativa es internalizada a través de un proceso sin fin que comienza por la selección y el reclutamiento, sigue con la inducción, la supervisión, el coaching, adiestramiento, participación en la programación o planificación de acciones y objetivos, delegación, evaluación, promociones, planificación del desarrollo de carrera y reconocimientos, a lo que se suma la comunicación del orgullo sobre la marca, de sus atributos (funcionales, emocionales y simbólicos), la historia y sobre el legado que ha ido acumulando la corporación.
El proceso de profesionalización corporativa tiene como misión y objetivo central lograr que individuos, reclutados como tales, se conviertan en personas solidarias entre sí y con la corporación. Bajo esta definición se entiende claramente que es un acierto sustituir la denominación “trabajadores” o “empleados”, por la de “colaboradores”; entendiendo dicha “colaboración” en cuatro vías: Entre cada colaborador y la corporación, entre los colaboradores, sus respectivos equipos de trabajo y departamentos entre sí.
El reto de lograr la profesionalización y armonización corporativa surge de la necesidad de superar el individualismo que tuvo lugar a partir de la Revolución Industrial. Hasta ese momento, las personas pertenecían a familias nucleares, familias extendidas, clanes, tribus y comunidades pequeñas. A su vez, estos grupos pequeños se encontraban dispersos geográficamente, dado el predominio de la actividad agrícola y pecuaria como medio de subsistencia, poco productivo. De allí que esos pequeños grupos cumplían todas o casi todas las funciones que puede cumplir un grupo para integrar a sus miembros y responder a sus necesidades.
La Revolución Industrial disparó la producción, productividad, los excedentes de producción, los cuales permitieron la división del trabajo en la sociedad (especializaciones), el transporte y la comunicación. Este conjunto de factores elevó significativamente el número de pobladores, su concentración o densidad y las diferencias entre los trabajos que realizaban. Este proceso dio origen al surgimiento de dos fenómenos nuevos, los Estados-Naciones y el Mercado, dando pie a la modernización.
Estos nuevos fenómenos le restaron funciones a las familias y comunidades pequeñas, y con ello convirtieron a personas, miembros de un grupo y con roles altamente definidos y generalmente dispuestas a cooperar entre sí porque de esa cooperación dependía su “seguridad social”, en individuos que debían comprar lo que consumían y pagar impuestos para recibir servicios y ayudas del Estado que antes producían por sí mismos o en pequeños grupos o recibían de sus vecinos y familiares. Los trabajos u ocupaciones de esos nuevos individuos ya no serían predeterminados por sus respectivos núcleos familiares, clanes o bandas multifuncionales, sino que los individuos debían vender su trabajo a cambio de un salario y pagar con dinero, en vez de trueque, los bienes que necesitaran.
No es al azar que el auge de la ideología Liberal ocurre simultáneamente con la Revolución Industrial. Esa ideología vino a cumplir funciones y disfunciones a partir de las circunstancias en que nació.
El liberalismo es funcional en cuanto a que las personas se liberan de las posiciones predeterminadas en las cuales nacían y a las cuales quedaban sujetas, por adscripción, en múltiples aspectos, de por vida. La Revolución Industrial significó disminución de estas amarras debido al incremento de la división social de trabajo, especialización, y del surgimiento de la movilidad social, política, cultural, en todos los planos, de la vida. Luego las personas podían escoger su oficio mediante el cual ganarían el sustento, cambiar de posición social en la medida que cambiasen de oficio o tuviesen éxito en sus labores, podían cambiar de localidad, de ideología política, creencias religiosas, etc., con mayor libertad. Esta liberación le abrió el camino al cambio, a una mayor especialización, productividad, y facilidad de adaptación estratégica a nuevas circunstancias. Pero, …
Lo disfuncional del liberalismo ha sido que, en vez de ser utilizado para empoderar a la persona, lo utilizaron para disminuirla al reducir su dimensión social haciéndole creer que era tan libre que no debía comprometer sus libertades solidarizándose con otros individuos, y que tenía más derechos como individuo que obligaciones con los demás. De allí que se hable tanto, en política, de “los derechos humanos”, pero muy poco o nada de “las obligaciones o responsabilidades humanas”. Los que recuerdan estas obligaciones y la solidaridad son las familias, las escuelas, las iglesias, los gobiernos y en las empresas. Pero los partidos y los sindicatos concentran sus enseñanzas en “los derechos”. Este desequilibrio es dañino a la articulación y a la armonización social.
Tampoco contribuye el pensamiento liberal a hacer caer en cuenta a los individuos de la necesidad que tienen de ceder parte de dichas libertades aliándose con otros en su misma posición o en posiciones complementarias para hacer respetar dichos derechos individuales. Ese nivel de respeto por las libertades y derechos individuales no existe ni nunca ha existido si no es porque varios individuos se ponen de acuerdo en definirlos, creer en ellos, divulgarlos y defenderlos.
De lo anterior se entiende que el proceso de Profesionalización – y Armonización - Corporativa esté orientado a desarrollar un sentido de comunidad cultural, simbólica y emocional y un equipo funcional, productivo y competitivo a nivel de la corporación. Lo mismo necesitan hacer las organizaciones de cualquier otro orden: Partidos, sindicatos, entes gubernamentales, iglesias, organizaciones voluntarias no gubernamentales, entre otras. En ningún caso se trata de imponer relaciones colectivistas, impuestas históricamente por regímenes autoritarios, sino de desarrollar la solidaridad entre seres humanos cuya inteligencia les dice que, para equilibrar los opuestos en la díada compuesta por la Libertad y la Igualdad, hay que ser Solidarios o, como dijo la Revolución Francesa, “Fraternales” o, como dijeron Cristo y Buda, caritativos o compasivos. De la práctica del Amor no nos vamos a escapar, lo que pasa es que no lo queremos aceptar.
Ante la individualización y su efecto centrífugo, es necesario actuar con método para producir un efecto centrípeto que recree la sociedad con propósitos compartidos, manteniendo nuestros derechos, intereses y libertades personales. “Nadie ha dicho que sea fácil armonizar las díadas en que vivimos.”
@joseagilyepes
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