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El manejo de la riqueza petrolera

El petróleo no debe ser visto solo como renta, sino como palanca para construir un país moderno. Noruega usó sus recursos para fortalecer su Estado de bienestar. Arabia Saudita está reimaginando su modelo social y económico

  • ALEJANDRO J. SUCRE

15/06/2025 05:07 am

El petróleo ha sido una de las mayores fuentes de ingreso para decenas de países. Pero mientras algunos han logrado convertirlo en una plataforma de estabilidad y prosperidad, otros han enfrentado más dificultades para transformar esa riqueza natural en bienestar sostenible. Noruega, Arabia Saudita y Venezuela ofrecen tres modelos distintos de gestión de los ingresos petroleros, y sus experiencias dejan lecciones valiosas, especialmente para países que hoy enfrentan restricciones como las sanciones.

Noruega: Descubrió petróleo en los años 60 y, desde el principio, diseñó una estrategia centrada en el futuro. Creó el Fondo Global de Pensiones del Gobierno (GPFG), el más grande del mundo, con reglas claras: solo se puede gastar el rendimiento financiero del fondo, no el capital. Esto garantiza sostenibilidad intergeneracional, blindando la economía de los vaivenes del precio del crudo.

Arabia Saudita: Después de décadas de fuerte dependencia petrolera, ha comenzado un ambicioso plan de diversificación llamado Visión 2030, liderado por su Fondo de Inversión Pública (PIF). Está invirtiendo en infraestructura, turismo y tecnología, buscando asegurar prosperidad más allá del petróleo.

Venezuela: Cuenta con las mayores reservas probadas del planeta y una larga tradición petrolera. En distintas etapas históricas, el petróleo ha sostenido grandes avances sociales e infraestructurales. Hoy, en un contexto de desafíos económicos y sanciones, el país enfrenta la oportunidad de repensar cómo convertir esa riqueza en un motor sostenible para el bienestar nacional.

Un factor clave en la experiencia de Noruega ha sido la confianza que generan sus instituciones. Cada dólar que entra al fondo se rinde públicamente, y las decisiones se toman con base en criterios técnicos, no políticos.

Arabia Saudita también ha avanzado en mostrar mayor apertura y claridad sobre sus inversiones estratégicas, en parte para atraer socios internacionales y generar confianza.

Venezuela empieza a dar pasos firmes en abrir la producción a todos los empresarios venezolanos pero puede seguir avanzando en esa dirección, estableciendo mecanismos de monitoreo ciudadano, auditorías independientes y marcos institucionales que conviertan los ingresos petroleros en inversiones visibles y productivas. La confianza —interna y externa— será clave para el futuro.

En cuanto a diversificación como prioridad estratégica, tenemos que Noruega nunca dejó que el petróleo desplazara a otros sectores. Hoy lidera en tecnología, servicios y energía renovable.

Arabia Saudita, en pleno proceso de transformación, está sembrando las bases para una economía más diversificada. Y Venezuela, con su talento humano y recursos naturales, tiene todas las condiciones para desarrollar sectores como la agroindustria, el turismo ecológico, la petroquímica privada, el gas natural, las exportaciones no tradicionales y los servicios tecnológicos. Las sanciones, aunque limitan mucho al sector privado, los canales de comercio, también invitan a buscar nuevos aliados, impulsar la producción local y apostar por un modelo económico refortalecido

El petróleo como puente hacia el desarrollo integral. El petróleo no debe ser visto solo como renta, sino como palanca para construir un país moderno. Noruega usó sus recursos para fortalecer su Estado de bienestar. Arabia Saudita está reimaginando su modelo social y económico. Venezuela puede convertir su experiencia acumulada, sus reservas, y su ubicación geográfica estratégica en una ventaja competitiva global. Para lograrlo, necesita seguir recuperando las capacidades técnicas, abrir espacios al sector privado, y construir acuerdos que trasciendan ciclos políticos.

A pesar de las sanciones, Venezuela puede comenzar una transformación que devuelva al petróleo su rol como motor de desarrollo: Prepara los lineamientos de un Fondo Nacional de Prosperidad Petrolera, con gobernanza técnica y metas claras de inversión social y productiva. Impulsar alianzas público-privadas que atraigan inversión en refinación, servicios, transporte y gas, con reglas claras y beneficios compartidos. Aprovechar el talento venezolano dentro y fuera del país para reconstruir capacidades industriales y tecnológicas. Reforzar la transparencia, como base para atraer confianza internacional y garantizar que los ingresos lleguen al ciudadano común. Sembrar hoy los motores de una economía post-petrolera, sin abandonar el potencial que sigue teniendo el crudo como recurso estratégico.

Noruega, Arabia Saudita y Venezuela muestran que el petróleo no es un destino, sino una herramienta. Lo que marca la diferencia es cómo se usa: con visión, transparencia y disciplina, puede ser un puente hacia el bienestar duradero. Venezuela, incluso en un contexto difícil, puede abrir un nuevo capítulo de prosperidad si se enfoca en reconstruir confianza, aprovechar su talento y orientar sus recursos hacia un modelo inclusivo y sostenible.

El futuro sigue siendo posible. Solo requiere voluntad, estrategia y unidad.

X: @alejandrojsucre
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