Una política para generar realidad
Lo real no puede separarse de la forma. Cuando algo resiste a la mirada de quien quiere transformar o sustituir hay que aprender a superar la capacidad de resistencia que opone y ello pasa por sembrar de manera tal que las posibilidades se hagan muchas
La forma es tan importante como el contenido. En muchas ocasiones la exploración de la forma se sobrepone a la realidad aparente. Quien no maneja la forma entierra pilares en lo inconsistente. Una de las formas sustentables de la política es hacerla capaz de generar realidad.
Lo real no puede separarse de la forma. Cuando algo resiste a la mirada de quien quiere transformar o sustituir hay que aprender a superar la capacidad de resistencia que opone y ello pasa por sembrar de manera tal que las posibilidades se hagan muchas. Para ello se requiere creatividad, porque cuando se riegan formas creativas se multiplican las opciones y las alternativas. La creatividad no puede calificarse simplemente como una forma de defensa, porque la creatividad se convierte en un cuchillo que corta el analfabetismo, lo paraliza y le quita la iniciativa.
Se quiere organizar este país sobre la base de una solidaridad primitiva y, para ello, se le advierte a los objetivos del experimento que allí en el horizonte hay una preñez de peligros que sólo el gran organizador puede conjurar, con discursos que mantendrán a raya a los monstruos que se asoman. Este país se convierte, entonces, en una tribu apretujada de gente asustada-emocionada-ilusionada que cree haber encontrado la protección requerida.
Para combatir este brote de sociología primaria se debe aprender a deletrear el alfabeto. Hay que comenzar por explorar los caminos de la posibilidad frente a los caminos de la realidad. Si quienes resisten no tienen el planteamiento adecuado es porque el estado mismo del país genera su discurso.
El discurso, la forma, va pues a contracorriente del medio, la realidad. Hemos regresado tanto que uno nota el brote de los viejos conceptos para oponérselo al rebrote de lo antiguo disfrazado con adjetivos supuestos de este siglo. Si aquél habla de una especie de refundación de un ismo, desde el otro lado se recurre a viejos preceptos del siglo XIX como si la teoría social no hubiese evolucionado, es más, como si no estuviera en la obligación de evolucionar. Si este dice que la propiedad es mala el discurso de quienes resisten responden reotorgándole valor absoluto al mercado.
La paradoja de este planteamiento de regreso a lo cuasi-tribal está, en primer lugar, en que arrastra a su oponente a la misma atmósfera mental y, en segundo lugar, lo que constituye lo más grande del ángulo paradójico, es que hace imposible el regreso al pasado. He allí el encierro en un alfabeto con cuyos elementos no se sabe construir frases y conceptos: no hay códigos sustitutivos, nadie sabe lo que es el mañana, nadie tiene el manejo de lo que en política se llama “los tiempos”, nadie logra articular frases, la forma, para hacerle entender a un país cohabitante con un espasmo de retorno temporal y espacial, que la palabra futuro aún se conserva en el diccionario y en el campo de las posibilidades.
@tlopezmeléndez
Lo real no puede separarse de la forma. Cuando algo resiste a la mirada de quien quiere transformar o sustituir hay que aprender a superar la capacidad de resistencia que opone y ello pasa por sembrar de manera tal que las posibilidades se hagan muchas. Para ello se requiere creatividad, porque cuando se riegan formas creativas se multiplican las opciones y las alternativas. La creatividad no puede calificarse simplemente como una forma de defensa, porque la creatividad se convierte en un cuchillo que corta el analfabetismo, lo paraliza y le quita la iniciativa.
Se quiere organizar este país sobre la base de una solidaridad primitiva y, para ello, se le advierte a los objetivos del experimento que allí en el horizonte hay una preñez de peligros que sólo el gran organizador puede conjurar, con discursos que mantendrán a raya a los monstruos que se asoman. Este país se convierte, entonces, en una tribu apretujada de gente asustada-emocionada-ilusionada que cree haber encontrado la protección requerida.
Para combatir este brote de sociología primaria se debe aprender a deletrear el alfabeto. Hay que comenzar por explorar los caminos de la posibilidad frente a los caminos de la realidad. Si quienes resisten no tienen el planteamiento adecuado es porque el estado mismo del país genera su discurso.
El discurso, la forma, va pues a contracorriente del medio, la realidad. Hemos regresado tanto que uno nota el brote de los viejos conceptos para oponérselo al rebrote de lo antiguo disfrazado con adjetivos supuestos de este siglo. Si aquél habla de una especie de refundación de un ismo, desde el otro lado se recurre a viejos preceptos del siglo XIX como si la teoría social no hubiese evolucionado, es más, como si no estuviera en la obligación de evolucionar. Si este dice que la propiedad es mala el discurso de quienes resisten responden reotorgándole valor absoluto al mercado.
La paradoja de este planteamiento de regreso a lo cuasi-tribal está, en primer lugar, en que arrastra a su oponente a la misma atmósfera mental y, en segundo lugar, lo que constituye lo más grande del ángulo paradójico, es que hace imposible el regreso al pasado. He allí el encierro en un alfabeto con cuyos elementos no se sabe construir frases y conceptos: no hay códigos sustitutivos, nadie sabe lo que es el mañana, nadie tiene el manejo de lo que en política se llama “los tiempos”, nadie logra articular frases, la forma, para hacerle entender a un país cohabitante con un espasmo de retorno temporal y espacial, que la palabra futuro aún se conserva en el diccionario y en el campo de las posibilidades.
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