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Arabia Saudita: ¿podremos superarlos?

La clave no está tampoco en la cantidad de petróleo, sino en las decisiones del liderazgo. Esta brecha creciente es reflejo de la calidad de decisiones estructurales tomadas en los últimos 50 años

  • ALEJANDRO J. SUCRE

01/06/2025 05:07 am

Durante los primeros 60 años del siglo XX, Venezuela fue considerada una potencia emergente. Tenía instituciones democráticas, una élite intelectual brillante y la mayor riqueza petrolera del continente. Arabia Saudita (AS), en cambio, era un reino tribal con una economía de caravanas, pastoril y un sistema político autoritario y religioso. Sin embargo, a partir de los años setenta, las trayectorias de ambos países comenzaron a separarse de manera radical.

Entre 1930 y 1960, Venezuela tuvo un PIB per cápita significativamente superior al de AS y un proceso de modernización económica, infraestructura, política e institucional avanzado. Comparativamente, el PIB en 1960 (a precios constantes de 2010) de Venezuela era de USD 101.425 millones y de AS, USD 36.900 millones, tres veces menor.

Mientras el Reino saudita apenas consolidaba su estructura estatal, Venezuela construía un Estado republicano con separación de poderes, bancos centrales, universidades, infraestructura urbana y una incipiente clase media profesional. Líderes como Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita y Rómulo Betancourt guiaron la transición hacia una democracia civil y pluralista, y figuras como Arturo Uslar Pietri y Juan Pablo Pérez Alfonzo formularon visiones de largo plazo sobre el uso del petróleo como motor de desarrollo. En contraste, los primeros líderes sauditas se formaban aún dentro de estructuras tribales y religiosas, sin experiencia administrativa moderna.

Hoy, sin embargo, AS es un actor global con reservas fiscales gigantescas, infraestructura moderna y una estrategia de diversificación económica. Venezuela, por el contrario, atraviesa un colapso económico, de los más severos del mundo moderno nadando en un océano de recursos naturales. El PIB en el 2024 (precios constantes de 2010), de Venezuela es de USD 106.000 millones y de AS USD 1.085.000 millones, 10 veces mayor.

Por qué la diferencia. En ambos países el estado es propietaria del subsuelo y todos los minerales. La clave no está tampoco en la cantidad de petróleo, sino en las decisiones del liderazgo. Esta brecha creciente es reflejo de la calidad de decisiones estructurales tomadas en los últimos 50 años

La diferencia es que AS aun siendo una monarquía absoluta sin grado de educación previa más allá de comercio y camellos, se desarrolló una economía donde lo técnico iba por encima de la presión electoral. Venezuela desarrolló una democracia formal pero nunca logró institucionalizar la rendición de cuentas ni la disciplina fiscal. Los gobiernos elegidos por voto popular encontraron en el petróleo no un instrumento de desarrollo, sino un botín para financiar la captura de votos.

La estabilidad institucional fue reemplazada por la puja electoral. En lugar de construir un Estado eficiente, Venezuela construyó una cultura de consumo clientelar.

Aramco ha sido desde los 70 una empresa profesional, internacionalizada y blindada del vaivén político. Sus directivos son ingenieros, economistas y financieros formados en las mejores universidades del mundo. AS ha logrado atraer a gigantes energéticos como Chevron, ExxonMobil, TotalEnergies y Shell, como socios estratégicos en distintas fases de la cadena de valor energética.

En Venezuela, los técnicos fueron importantes hasta los años 80. Pero progresivamente, el liderazgo político subordinó a los expertos. En los años 90, el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez intentó tecnificar al Estado, incorporando a una generación de tecnócratas. Sin embargo, estos impulsaron un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que en la práctica se usó como nuevo mecanismo de financiamiento fiscal. Esto implicó endeudamiento externo, devaluaciones como ingreso fiscal y eso trajo alta inflación y tasas de interés superiores al 90 %. Con tasas de interés al 90% surgieron corridas bancarias, se profundizó la pobreza y desprestigió la tecnocracia ante la opinión pública. En lugar de un plan para liberar al sector privado, los ajustes fondomonetaristas se implantaron como sacrificios del sector privado para sostener un aparato estatal clientelar. Este fracaso técnico-político debilitó la credibilidad de las reformas de mercado y abrió paso al discurso clientelar a partir del año 2000.

AS concibió su renta petrolera como un recurso estratégico para el futuro. Desde los años 70, creó fondos de ahorro, invirtió en infraestructura, salud, educación y tecnología. Incluso ha logrado usar sus ingresos petroleros para lanzar ambiciosos proyectos como NEOM, y para posicionarse como inversor global.

Venezuela, por el contrario, la riqueza fue absorbida por subsidios indiscriminados, misiones y contratos sin controles. No hubo reservas anticíclicas ni infraestructura. En pleno boom petrolero (2004-2012), en lugar de ahorrar, el país se endeudó. Venezuela ha saltado de modelo en modelo: desarrollismo en los 60, estatismo en los 70, liberalización FMI en los 90, socialismo en los 2000. No hay continuidad, más si hay saltos de modelo sin que ninguno tenga viabilidad técnica.

El resultado está a la vista. Trump, Biden, Xi Pin y Putin han ido a AS en los últimos 5 años ya buscar dinero y a Venezuela no. 

X: @alejandrojsucre
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