Nicolás Patiño Sosa, el León de Terepaima: de guerrillero a arquitecto del gran estado Barquisimeto
Nacido en Cabudare, se convirtió en uno de los caudillos más aguerridos de la Guerra Federal. Gobernó el Estado Barquisimeto con puño firme y visión fundacional, dejando una impronta profunda en la historia de Lara
Cabudare, esa villa vecina de Barquisimeto marcada por el aroma de caña y polvo de caminos, vio nacer hacia 1821 a Nicolás Ambrosio Patiño Sosa. Hijo de José Francisco Patiño y Joaquina Sosa, fue uno entre cinco hermanos, en una familia sin fortuna ni escuela. No sabía leer ni escribir, pero su temple nato y su arraigo a la tierra lo harían, años más tarde, una figura cardinal del federalismo venezolano.
Desde joven trabajó como peón en los cafetales de Terepaima, esa serranía que divide al valle de Barquisimeto de los altos caminos de Quíbor. Allí, en los matorrales bravos, forjó su carácter endurecido por el sol y la injusticia. La represión oligárquica, el centralismo crónico y la desigualdad endémica serían sus combustibles de lucha cuando la Guerra Federal estalló en 1859.
Apenas iniciada la rebelión encabezada por el general Ezequiel Zamora, Patiño Sosa se sumó a la causa liberal el 2 de septiembre de 1859. Al día siguiente, cuando el general Juan Crisóstomo Falcón toma Barquisimeto, lo nombra Comandante Militar de Cabudare. Desde allí, junto a sus hermanos Juan Antonio y Cayetano, organizó guerrillas con campesinos, lanceros y antiguos peones. En las montañas de Terepaima —su bastión natural— logró contener a las fuerzas conservadoras por meses. Esa tenacidad le valdría un apodo temido y venerado: el León de Terepaima.
La sangre, la guerra y la dignidad
La Guerra Federal fue brutal, desproporcionada y larga. Patiño Sosa, al frente de hombres rústicos pero decididos, protagonizó un rosario de combates que lo consolidaron como caudillo de Occidente. Participó en el sitio de Barquisimeto, en los enfrentamientos de Los Rastrojos y en la toma de Cabudare. En esta última, abril de 1860, fue derrotado por tropas centralistas y tuvo que replegarse, pero regresaría. Siempre regresaba.
La Guerra Federal fue brutal, desproporcionada y larga. Patiño Sosa, al frente de hombres rústicos pero decididos, protagonizó un rosario de combates que lo consolidaron como caudillo de Occidente. Participó en el sitio de Barquisimeto, en los enfrentamientos de Los Rastrojos y en la toma de Cabudare. En esta última, abril de 1860, fue derrotado por tropas centralistas y tuvo que replegarse, pero regresaría. Siempre regresaba.
En noviembre de 1859, la tragedia lo golpeó cuando su padre, un hombre de 60 años, fue tomado prisionero por los centralistas. En un acto de barbarie, lo arrastraron atado a un caballo hasta “Dividivi Mocho” en el sitio de Tabure, y allí lo ejecutaron. Aquel episodio no quebró a Patiño: lo endureció. No por venganza, sino por compromiso.
Ya como Jefe de las guerrillas del sur del estado Barquisimeto, nn octubre de 1860, perdió el ojo izquierdo en un combate en el cerro Negro. Semanas después, una herida profunda en la pierna izquierda casi le cuesta la vida. No fue su último sacrificio. Pese a sus limitaciones físicas, siguió combatiendo, y en abril 1860, fue nombrado jefe de operaciones del estado y auxiliar de los estados Coro y Yaracuy, alcanzando el grado de general.
Derrotó al comandante Marrero en Tabure en 1861, y volvió a vencerlo en la Sabana de Tarabana meses después. A inicios de 1862, asaltó Barquisimeto, pero el centralismo aún resistía.
A lo largo de esos años, su figura creció no solo por la destreza bélica, sino por su entrega sin cálculo: luchaba sin pedir, herido, pero de pie, y siempre por la gente pobre, los olvidados.
Gobernador entre pólvora y tinta
La guerra terminó oficialmente en 1863, con la firma en abril del Tratado de Coche. La victoria liberal reorganizó a Venezuela en Estados federales. Barquisimeto, ahora Estado soberano, eligió en 1865 a Nicolás Patiño Sosa como su primer Presidente Constitucional (1865-1868), título que entonces era equivalente a gobernador.
La guerra terminó oficialmente en 1863, con la firma en abril del Tratado de Coche. La victoria liberal reorganizó a Venezuela en Estados federales. Barquisimeto, ahora Estado soberano, eligió en 1865 a Nicolás Patiño Sosa como su primer Presidente Constitucional (1865-1868), título que entonces era equivalente a gobernador.
Instaló su gobierno en Cabudare, y por vez primera esa villa se convirtió en capital de un estado. Desde allí empezó a moldear el país que había imaginado en las montañas: uno con dignidad popular, soberanía y comunicación.
En abril de 1866, protagonizó un episodio tenso: ordenó la invasión del estado Yaracuy por un conflicto limítrofe ocupándola militarmente. Solo la intervención del presidente Juan Crisóstomo Falcón detuvo el avance. Pese a ello, Patiño ejerció el control político y militar sobre la región.
Durante ese período, gobernó con firmeza, consolidando su influencia como jefe liberal en una zona estratégica del occidente venezolano. Su administración en Yaracuy se inscribe dentro de los turbulentos años posteriores a la Guerra Federal, cuando el país aún vivía en permanente efervescencia, marcado por caudillismos regionales y continuas disputas por el poder.
Entre sus obras más simbólicas está el Puente San Nicolás, hoy conocido como puente de La Ceiba. Fue erigido sobre el río Tabure como conexión entre la montaña y el llano, y aún hoy una de sus columnas exhibe una lápida en su honor: “Nicolás Patiño. Predilecto hijo de Cabudare. General en Jefe i Presidente Constitucional del Estado. ¡Loor á sus proezas de guerrero y como ciudadano inmaculado! ¡Honor á sus virtudes inmortales! 1865”.
Los recursos financieros para la edificación de estas grandes y aún vigentes infraestructuras que mantenían dividido al pueblo de Cabudare fueron erogados de las rentas públicas del Estado.
Patiño entendió que no bastaba con ganar batallas: había que construir repúblicas. Compró una imprenta para el Estado y fundó el primer periódico regional: El Cóndor de Terepaima, órgano difusor de las ideas federales y tribuna sobre las obras del Gobierno Federal en Barquisimeto y fuera de sus fronteras. Sus redactores fueron el doctor en jurisprudencia y general de división Eduardo Ortiz y el general Tomás Pérez.
En 1868, al triunfar la Revolución Azul, fue mudada la capital a Barquisimeto y por ende la sede del gobierno, quedando Cabudare sin imprenta, desapareciendo así El Cóndor de Terepaima.
También erigió un mercado de carnes en Cabudare, conocido como La Pesa, y colaboró en la culminación de la torre de la iglesia de San Juan Bautista. Cada acción, por modesta que fuera, apuntaba a la autonomía, la civilidad y el progreso.
Se alzó contra los azules
En 1868 estalló la Revolución Azul, encabezada por José Tadeo Monagas y apoyada por sectores opuestos al gobierno liberal. Nicolás Patiño, fiel al proyecto federal, defendió su territorio desde las Lomas de Terepaima, pero fue derrotado el 26 de agosto de ese mismo año por los generales Buenaventura Freitez y Fernando Adames, lo que lo obligó a ceder el poder al doctor Ildefonso Riera Aguinagalde.
En 1868 estalló la Revolución Azul, encabezada por José Tadeo Monagas y apoyada por sectores opuestos al gobierno liberal. Nicolás Patiño, fiel al proyecto federal, defendió su territorio desde las Lomas de Terepaima, pero fue derrotado el 26 de agosto de ese mismo año por los generales Buenaventura Freitez y Fernando Adames, lo que lo obligó a ceder el poder al doctor Ildefonso Riera Aguinagalde.
No obstante, Patiño no abandonó la lucha. En noviembre de 1869 se alzó en armas contra el gobierno azul y se incorporó al ejército del general José Ignacio Pulido. Participó en la ofensiva que culminó con la toma de Barquisimeto el 7 de enero de 1870, y días antes, entre el 27 de diciembre de 1869 y el 9 de enero de 1870, sostuvo intensos combates junto a Pulido frente a los mismos generales que lo habían vencido, logrando esta vez la victoria.
Durante la Revolución de Abril de 1870, liderada por Antonio Guzmán Blanco, las fuerzas liberales derrocaron al presidente José Ruperto Monagas y retomaron el control del poder central. Patiño fue una pieza clave en el occidente del país, y su papel en la toma de Barquisimeto consolidó el avance liberal en la región. Como reconocimiento a su trayectoria, la Asamblea Constituyente del Estado Soberano de Barquisimeto lo condecoró con 2.000 pesos, prueba de que su liderazgo seguía siendo una fuerza viva y reconocida.
Sin embargo, la guerra no terminó ahí. El 17 de octubre de 1870, en Los Rastrojos, Patiño fue derrotado por el general Pablo Manzano, fiel al monaguismo. A pesar de este revés, la causa liberal se consolidó definitivamente: Guzmán Blanco y sus aliados ocuparon el poder por los siguientes dieciocho años, inaugurando una nueva etapa en la historia republicana.
El retiro del León
Ya sin cargos ni ejército, regresó a la vida privada en su amada Cabudare. Herido, envejecido, pero no vencido del todo. El León se recogió en silencio, pero no en el olvido.
Ya sin cargos ni ejército, regresó a la vida privada en su amada Cabudare. Herido, envejecido, pero no vencido del todo. El León se recogió en silencio, pero no en el olvido.
Adquirió varios fundos y tierras tanto en Cabudare, el Valle del Turbio y otras latitudes, en donde inició siembras de caña de azúcar y otros rubros.
A las 7 pm del 7 de septiembre de 1876, a los 55 años, murió en su hogar. En escritura pública reconoció a sus tres hijos — José Leonidas de Jesús, María Inés y Cleofe María— que procreó con Isaura Navas, legándoles una casa en el pueblo. Fue enterrado en el altar mayor de la iglesia San Juan Bautista de Cabudare.
"Yo, Nicolás Patiño, vecino y comerciante de esta ciudad…declaro que poseo propiedades: en la calle principal de esta ciudad una casa de tejas en solar propio…demarcación…naciente y sur, casa y solar que fue del finado Justo Zalazar, hoy de sus herederos, por el poniente, solar de mi propiedad y por el norte la citada calle principal, la casa la dono…a mis hijos conocidos Leonidas, Ynés y Cleofe María Navas, hijos de Isaura Navas…"
Con el paso de los años, la figura de Nicolás Patiño Sosa se fue desdibujando en la memoria colectiva, convertida en bronce silencioso y letras grabadas en placas olvidadas. Su nombre sobrevive en una calle desde aquel 5 de junio de 1958, y también en una escuela primaria de Cabudare, donde quizás algún niño pregunte quién fue ese hombre al que todos llaman el León de Terepaima.
Pero más allá de esos homenajes mudos, son pocas las voces que recuerdan su gesta. Las nuevas generaciones caminan entre los ecos de su legado sin saber que alguna vez existió un guerrero que luchó por los ideales de su tiempo, y que en los llanos y montañas del occidente venezolano dejó marcada, con sangre y coraje, una huella que merece ser contada.
Fuente: Artículos sobre Nicolás Patiño en www.CorreodeLara.com
Fuente: Artículos sobre Nicolás Patiño en www.CorreodeLara.com
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista especializado en crónicas históricas
luisalbertoperozopadua@gmail.com
En las redes @LuisPerozoPadua
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