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El eros derrotado

TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ. El político no tiene ya ninguna similitud con el héroe. Surge, entonces, la despolitización a llenar el vacío. Es el hombre fuerte, el aspirante a la nueva forma dictatorial..

  • TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ

19/09/2018 05:00 am

No hay duda del resquebrajamiento del lazo social como no hay duda de la mediocridad de este tiempo. El mundo se ha hecho estéril y con él la forma ideal de organización política, la democracia, sólo que tal declive parece no angustiar al común, sólo a una minoría alerta. Es que en este mundo mediatizado sólo se está disponible para la trama comunicacional y la democracia ha pasado a ser parte de ella. La cohesión viene ahora desde allí, no de las instituciones. La política está obligada a desdibujarse, no puede haber instituciones de ella derivadas que se mantengan pues automáticamente se convertirían en escollos. 

Démonos cuenta de que estamos perdiendo la memoria. El totalitarismo de nuevo cuño lo primero que intenta es desterrarla, signándola como dañina. Sin memoria la política carece de sentido. Los políticos se han hecho la rutina, los administradores del aburrimiento. 

En otras palabras, no hay nadie que represente lo que podríamos denominar “intereses generales”. Eso hace saltar por los aires infinidad de conceptos sobre los cuales se ha basado la democracia. Más claro aún: se está tornando imposible definir una “identidad social”. Antes pertenecer a un partido, por ejemplo, nos dotaba de una identidad. Vivimos en lo que Lipovetsky llamó “la era del vacío”. 

V. Marcel Gauchet dice estaríamos entrando en lo colectivo sin colectivo, esto es, vamos hacia una democracia contra sí misma y lo explica arguyendo que antes se conjugaban en la ciudadanía lo general y lo particular, o lo que es lo mismo, cada uno asumía el punto de vista del común desde su propio punto de vista. En lo que ahora tenemos prevalece la disyunción: cada uno hace valer su particularidad. La despolitización se alimenta con lo que llama ejercicio profesional de la política basado en la “demagogia de la diversidad”. 

El político no tiene ya ninguna similitud con el héroe. Surge, entonces, la despolitización a llenar el vacío. Es el hombre fuerte, el aspirante a la nueva forma dictatorial del siglo XXI que ya no llena estadios con prisioneros sino que utiliza el arma fundamental del poder tecnomediático. El eros que ha sido derrotado, abandonado y lanzado a la cesta del olvido, es sustituido por el “amor”, al pueblo, a la patria. 

teodulolopezm@outlook.com
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