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La dimensión de una cultura democrática

Una democracia del siglo XXI tiene que tener necesariamente a una sociedad capaz de interrogarse sobre su destino en un movimiento sin fin. Debemos ver hasta donde los sujetos sociales se dan cuenta de lo que pasa

  • TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ

28/05/2025 05:02 am

Se ha llegado a definir la cultura democrática como la orientación psicológica hacia objetivos sociales. Esto es, la cultura política es la interiorización de la democracia y la orientación hacia el bien común. Es lo que se ha denominado también la conformación de un carácter nacional democrático.

La democracia es una cultura de la responsabilidad colectiva en lo que sucede, con todo lo que implica como solidaridad y respeto. La democracia debe ser considerada como un sistema cultural y en ella va incluida la conciencia de que la democracia es una línea de fuga que usamos para construir la justicia, admitiendo las palabras democracia y dificultad como sinónimas.

La democracia reposa sobre la autonomía humana y la cultura es un componente esencial de la complejidad de lo social-histórico. Lo que tenemos ahora es “un ascenso de la insignificancia”, para decirlo con palabras de Cornelius Castoriadis (La crisis de la sociedad moderna, Transformación social y creación cultural, etc.) encarnada en despolitización, alienación, vaciamiento de los valores y un rechazo creciente de la sociedad a la idea de que se puede cambiar a sí misma.

Una democracia del siglo XXI tiene que tener necesariamente a una sociedad capaz de interrogarse sobre su destino en un movimiento sin fin. Debemos ver hasta donde los sujetos sociales se dan cuenta de lo que pasa. La cultura política cambia en la medida en que los ciudadanos descubran nuevas relaciones entre el entorno inmediato y el devenir social. En otras palabras, en el momento en que descubran lo social. Algunos han llamado esta mirada de compromiso una percepción de la “ecología política general” lo que debe generar un movimiento energético comprensivo. para actuar en lo individual. El primer paso es el contacto entre los diversos actores sociales, lo que va configurando una cultura de la comunicación, una donde no necesitan de información como único alimento, sino que comienzan a necesitar del otro, lo que los hace mirar al mundo como una interconexión de redes.

La comunicación con el otro reduce la importancia del yo. Si la información proviene exclusivamente de los entes dirigidos habrá una cultura de la información (necesidad de estar informado) y no una cultura de la comunicación (la necesidad de obtener del otro información).

Es evidente que una democracia del siglo XXI requiere de individuos y grupos sociales distintos de los que actuaron en la democracia del siglo XX. No se trata de una utopía o de una irracionalidad. Se trata, simplemente, de evitar que las energías se gasten en el refuerzo a una estructura jerarquizada y autoritaria no-participativa y de conseguir un salto de una sociedad que sólo busca información a una que busca la conformación de una voluntad alternativa lograda mediante la consecución de cambios en la forma social impuestos por un comportamiento colectivo.

@tlopezmelendez

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