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La inteligencia de los idiotas

¿Qué nos queda? Resistir, cuestionar, aprender. Porque en un mundo donde los idiotas creen ser los más inteligentes, la verdadera sabiduría está en la capacidad de admitir lo que no sabemos

  • SOLEDAD MORILLO BELLOSO

23/05/2025 05:02 am

Hay un tipo de inteligencia que no aparece en los libros de psicología, ni en los debates académicos, ni en los tests de coeficiente intelectual. Es una inteligencia peculiar, resistente al conocimiento, blindada contra la duda y ferozmente leal a la comodidad del pensamiento simplón. Es la inteligencia de los idiotas.
 
Dicen que la inteligencia es el arte de resolver problemas, de prever escenarios, de formular preguntas antes de obtener respuestas. Pero, en estos tiempos de ruido digital y opiniones fragmentadas, hemos descubierto esa nueva categoría: la de los idiotas inteligentes.

No hablamos aquí de simple ignorancia. La verdadera idiotez tiene una metodología, una estrategia, una lógica impecablemente defectuosa. Es el arte de hablar sin escuchar, de opinar sin saber, de imponer sin entender.

El idiota inteligente no es aquel que desconoce, sino el que cree saberlo todo sin necesidad de comprobar nada. Es el que reduce debates complejos a frases simplistas, el que confunde convicción con evidencia, el que eleva la necedad a virtud.

No es la torpeza común de la ignorancia, ni el despiste inocente de quien aún no ha aprendido. No. La inteligencia de los idiotas es un arte oscuro. Se cultiva en la repetición de frases sin contenido, se afila en la convicción absoluta y se proclama en la seguridad de que dudar es perder. Es un sistema perfecto de autoprotección: no corrige, no reflexiona, no evoluciona.

El idiota inteligente tiene sus propios axiomas. Cree que la complejidad es una amenaza y que los matices son innecesarios. Domina el arte de simplificar lo complejo hasta hacerlo irreconocible, de transformar la incertidumbre en certezas rotundas y de convertir el pensamiento en un monólogo eterno.

En la política, en las redes, en las conversaciones de esquina, este tipo de inteligencia florece. Se manifiesta en afirmaciones absolutas, en respuestas rápidas y en la feroz resistencia a cambiar de opinión. Los idiotas inteligentes son maestros de la falsa profundidad: expresan reflexiones enclenques con tono solemne, sentencias absurdas con aire de erudición.

En esta era, donde la velocidad ha reemplazado la reflexión, los idiotas con inteligencia propia ocupan espacios privilegiados. Son los que construyen discursos sin sustancia, los que argumentan con falacias, los que convierten la certeza en una camisa de fuerza, los que recitan grandilocuencias que no resisten el más mínimo análisis.

Pero su mayor triunfo es el contagio. Porque la inteligencia de los idiotas tiene una ventaja sobre la genuina inteligencia: es fácil de reproducir. De que se pega, se pega. No requiere esfuerzo, no demanda reflexión, no exige revisar premisas. Es cómoda. Es viral.

Y así, quienes cuestionan, quienes dudan, quienes se atreven a cambiar de perspectiva son vistos como débiles, como erráticos, como prescindibles en la guerra de certezas.

¿Qué nos queda? Resistir, cuestionar, aprender. Porque en un mundo donde los idiotas creen ser los más inteligentes, la verdadera sabiduría está en la capacidad de admitir lo que no sabemos.

Soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob
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