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Traidores

Los aliados de ayer, son los traidores de hoy, los amigos, los enemigos, y así hasta el final, hasta que pocos queden a salvo de la máquina de fabricar traidores

  • JEAN MANINAT

02/05/2025 05:03 am

La traición fue el detonador de un sacrificio humano -de ascendencia divina- cuyo fin era redimir a sus congéneres, a sus hermanos. Judas entrega a Cristo y da inicio a la marcha camino al Gólgota que encumbraría al cristianismo como el avasallador fenómeno religioso de su época, el monoteísmo inclusivo y amoroso, alternativa para todos los hombres de buena y mala fe a la búsqueda de Dios, fueran circuncisos o no. Traidor se deriva de traditor en Latín, el que entrega, y no hay otro que el Iscariote que tan bien simbolice el término. Sin embargo, siempre nos quedará la interrogante, ¿qué habría pasado si en el último instante Judas se arrepiente de traicionar a su maestro y besa a otro de los apóstoles en la mejilla, lo cual le habría permitido el negocio redondo de entregar a un mártir, cobrar los treinta denarios y aun salvar a su maestro? ¿Qué habría sido de la cristiandad?

Traidores los ha habido famosos, incluso rich & famous como Kim Philbie el doble espía británico-soviético, y mediocres como Yago, el icónico envidioso manipulador. Se encuentran los aristócratas militares alemanes que conspiraron para matar a Hitler el 20 de julio de 1944, y Efialtes de Tesalia, el pastor contrahecho que develó a los persas un camino alterno y vencer así a los griegos en las Termópilas.

(El caso Dreyfus es harto conocido, el oficial francés de origen judío que fue acusado de alta traición y degradado humillantemente en público en 1894. La sociedad se dividió virulentamente, en dreyfusards y antidreyfusards , fue condenado dos veces, Zola publicó su célebre Yo acuso, y hubo de esperar hasta 1906 para que fuera absuelto de todos los cargos en su contra. Mientras, el antisemitismo había asomado la cabeza, con el aplauso de una parte importante de la opinión pública francesa. Pero, el traidor Dreyfus, no era tal cosa).

La traición, sí, puede tener su lado atractivo, romántico, incluso de entrega y sacrificio por una causa, sobre todo en el cine y la literatura. ¿Traicionó Mercader a Trotsky, o cumplió con su deber de militante comunista? ¿Y tú, Bruto, cuál es la tuya?

Pero el término a fuerza de abusarlo perdió su terrible encanto, los contornos de su maldad mefistofélica clásica y se convirtió en el sello que estampaba una condena, una exclusión territorial, un pasaporte para el paredón, vulgar y calcáreo. Cualquiera es un traidor, es más, todo ciudadano es un traidor en ciernes, hasta tanto muestre lo contrario. ¿Cuántas veces habrá adosado Fidel el término traidor a un apellido desvalido? Un latiguillo mortal con el cual desembarazarse de sus críticos en una revolución todavía demasiado joven para empollar felones activos y determinados. Y así, casi como biológicamente establecido, los “traidores” se metamorfoseaban en gusanos, y luego en lacayos, y luego en apátridas, y así hasta no ser otra cosa que un epíteto, un descalificativo bípedo y deshumanizado. Un traidor.

Mal podría una alternativa política que pretende recuperar la democracia recurrir al expediente de indicar traidores donde solo hay opiniones diversas y legítimo disenso. Los aliados de ayer, son los traidores de hoy, los amigos, los enemigos, y así hasta el final, hasta que pocos queden a salvo de la máquina de fabricar traidores.

Si así es en oposición…

@jeanmaninat
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