¡El culebrón vive, la novela sigue!
JONATHAN REVERÓN. Ahora en las soledades de nuestras tabletas y teléfonos, volvemos a tener una historia que comentar cuando nos ponemos a hablar de la vida
Yo escribo sobre la vida y mis obras exigen el impacto de la realidad
La tía Julia y el escribidor.
Mario Vargas Llosa
En reciente entrevista concedida a AFP, Delia Fiallo (94), la llamada madre de la telenovela, critica duramente la originalidad de las historias, cuestiona los formatos y plataformas de Internet, y se aventura a decir que la novela ya no existe, al menos “la novela tradicional”.
Tengo 35 años y el fervor por la telenovela. Era algo que estimulaba mis pensamientos y creatividad, también los juegos que hacemos entre fantasía y realidad. “La novela”, como muchos resumimos coloquialmente, sustituyó mi interés por la lectura infantil y se constituyó casi como un acto institucional de la familia.
Tenía tres años cuando veía La Dueña, fui un niño de seis que veía Tieta. Tenía nueve años cuando pasaban Por estas calles y Marielena; en el cuarto donde murió mi abuela vimos el capítulo final de Kassandra.
De repente, un buen día se acabaron cosas como Betty la fea, no vimos más espejos como Amores de fin de siglo, mi mamá perdió el affair por el café, el cigarro, y la rubia de turno llorando por el amor de un magnate.
En mi vida por un tiempo los sustitutos fueron seriados como Friends, Will & Grace, Everybody Loves Raymond; a una edad donde empezaba a entender que Cabrujas y Julio César Mármol se habían inspirado en El Conde de Montecristo, Tv Globo enalteció la figura de Jorge Amado y aquí en Caracas una industria naufragó dejando la repetición de varias historias y luchando por dar un giro porque probablemente pecó de difamador en esto: a la gente lo que le gusta es “inserte cualquier subestimación aquí”.
Con el vaivén que tienen los servicios de Internet en el país, y mucha paciencia, resolví insertarme en Netflix. Y, Señora Delia, amigos que la acompañan, la telenovela no ha muerto.
Por mucho tiempo la telenovela nos sorprendió y vendió una ficción aderezada por los fantasmas y excepcionales fenómenos de minorías, enalteciendo el drama, añadiendo a los personajes que pretendían identificarse con estereotipos cuyo único antídoto pasaba por el giro sortario, el cuento de hadas, un disfraz infantil roto por forzadamente puesto en el cuerpo de los adultos.
Quiero decir, que así como Friends, el paradigma de una generación, nos vendió la comunión continuamente chistosa de cinco amigos treintañeros ligeramente felices en Nueva York, cualquier telenovela repetida y chiclosa de principios del siglo XXI, ofrecía una trama ante la cual una sociedad cada vez más expuesta a las costuras de la ficción y al engaño, abandonaba el divertimento televisivo.
Hoy viendo historias como Luis Miguel (con ella condenso todas las que andan en su ritmo), nos están mostrando una vida de esos fabuladores de historias, rescatando la esencia de la telenovela, hacernos sentir nueva y verdaderamente como uno más.
A través de estas nuevas propuestas, en este renacer las plataformas que están sustituyendo a la televisión y a los canales tradicionales, los hacedores de fantasía, que sufrieron la hipocresía, el tener que vivir la vida real y otra donde todo es perfecto, la que mostraban con ejemplaridad, alzan en hombros al género más popular exponiendo sus miserias.
La telenovela saltó de la página al micrófono de radio y se inmortalizó en la pantalla. Sigue viva y de nuevo todos, ahora en las soledades de nuestras tabletas y teléfonos, volvemos a tener una historia que comentar cuando nos ponemos a hablar de la vida.
@elreveron
elreveron@gmail.com
Siguenos en
Telegram,
Instagram,
Facebook y
Twitter
para recibir en directo todas nuestras actualizaciones