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La diplomacia X

Sea como sea, el mundo de la información mediática ha llegado para quedarse y la diplomacia debe ajustarse a estos nuevos tiempos, pero con un orden dado

  • CARLOS A. ROMERO

16/02/2025 05:01 am

La diplomacia tiene sus secretos y uno de ellos está relacionado con las respuestas que un gobierno y un liderazgo dan, si el otro u los otros opinan y certifican posiciones en el debate internacional. Desde la Edad Moderna los enviados personales ocuparon un lugar muy especial en los salones de la política. Luego vinieron el correo y otros instrumentos como los comunicados, telegramas, el telefax y mensajes cifrados que de alguna manera contribuyeron a profesionalizar el manejo de los asuntos exteriores. Y ahora llegaron las redes sociales.

Mi opinión sobre este novedoso acontecimiento es negativa. No solo la diplomacia dependía de los enviados de un régimen, fueran embajadores o no, sino también de una burocracia especializada que ayudaba a forjar criterios dentro del más delicado secreto para finalmente dar una respuesta. Desde luego que para los discursos, comunicados y notas diplomáticas se contaba con la posibilidad de un consenso y una recomendación a los jefes de Estado, de gobierno y cancilleres de cómo moverse en la arena de la política internacional.

En la mayoría de los casos imperó la disciplina y los representantes gubernamentales asumieron con mucho resguardo la posición diplomática del país frente a terceros. Con las redes sociales se ha perdido ese orden y ese compromiso de mantener el secreto de la decisión y en recibir las respectivas instrucciones.

Sobre este tema surgen muchos ejemplos. La mayoría de los gobernantes utilizan ahora X y otras aplicaciones con el fin de emitir sus opiniones sin consultarlas previamente. Jefes de Estado y de Gobierno, cancilleres, directores, enviados especiales utilizan con poca discreción esos instrumentos y por lo general no dan unas buenas disposiciones a negociar los asuntos públicos, proyectando, eso sí, una mala imagen del país.

En este contexto la disciplina y el secreto que implica la gestión diplomática pierden su encanto. Las directrices si las hay, no son tomadas en cuenta y una política exterior depende del momento y del personalismo, lo cual puede llevar a una desafortunada gestión. Pero no hay remedio frente a la avalancha de notas, declaraciones y textos por la vía virtual. Lo que queda es limitarlas.

Para conseguir un modus vivendi entre las redes sociales, algunas cancillerías han puesto al día el ordenamiento jurídico sobre quienes deben ser los voceros autorizados para emitir un pronunciamiento y cómo se deben usar las redes sociales. Otras, más bien, padecen de cualquier reglamento dando pie a inevitables incoherencias y errores.

Sea como sea, el mundo de la información mediática ha llegado para quedarse y la diplomacia debe ajustarse a estos nuevos tiempos, pero con un orden dado. No es posible y no es deseable dejar para la circunstancia del momento los asuntos exteriores de un país. No se trata de “frenar” tales ímpetus sino de regularlos.

Mientras tanto, florecen los ejemplos de la utilización de las redes sociales por los gobernantes y funcionarios de cualquier administración. Hay algunos que se pasan, como es el caso del presidente Petro y otros que les cuesta abrocharse el cinturón, como es el caso del presidente Trump.

romecan53@hotmail.com
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