Rodolfo Gill Duarte
Siguió un segundo regreso al Paraguay de su raigal querencia; y allí, en medio del reconocimiento de sus compatriotas, pasó estos últimos años, hasta la reciente viudez y unos años más
La semana pasada falleció en Asunción, Paraguay, Rodolfo Gill Duarte, ingeniero y militar. El pasado mes de octubre había alcanzado los 103 años, manteniéndose vital, firme y claro en las ideas y su expresión. Un deterioro de apenas unas semanas antecedió a su deceso.
Rodolfo Gill Duarte fue, a finales de los años 90 del siglo pasado, embajador de Paraguay en Venezuela; pero no es eso lo que más dice de su vida y de lo que ella representó para Venezuela y para los venezolanos.
Rodolfo Gill Duarte fue, a finales de los años 90 del siglo pasado, embajador de Paraguay en Venezuela; pero no es eso lo que más dice de su vida y de lo que ella representó para Venezuela y para los venezolanos.
Rodolfo Gill vino a Venezuela en 1956 como parte del personal de la representación diplomática del Paraguay. Poco tiempo después (1958), y en la medida que el Gobierno de Alfredo Stroessner mostraba las tendencias dictatoriales que acentuó progresivamente hasta alcanzar los peores extremos, estando en Venezuela, optó por asilarse, comenzando, así, un largo período de más de 30 años exilio aquí.
Por la política de la democracia venezolana de prohijar a los exiliados de “las dictaduras del sur”, Rodolfo Gill Duarte ingresó a la plantilla de ingenieros del MOP. Daba gusto escuchar el interés, y hasta la ternura, con la que se acercaba a las obras públicas de vialidad en las que colaboró, aquí, en el país que lo acogió, y en el cual, con su trabajo como servidor público, y la solidaria y disciplinada colaboración de su esposa, también paraguaya, levantaron una familia (6 hijos) que, después de esos 30 años, era, necesariamente, venezolana. Todos los nietos nacieron en Venezuela.
En 1989 cayó la dictadura paraguaya. Mordió entonces el conflicto afectivo: Paraguay y Venezuela. Volvió a Paraguay, fue senador en la constituyente; pero las raíces acá y el afecto por el país reivindicaban sus fueros. Regresó a Venezuela como Embajador. Podemos dar testimonio de su fidelidad con el país; “¡qué problema! un proyecto caducado que no se ha reconstituido” —me decía, con venezolana angustia.
Siguió un segundo regreso al Paraguay de su raigal querencia; y allí, en medio del reconocimiento de sus compatriotas, pasó estos últimos años, hasta la reciente viudez y unos años más. A nosotros nos toca dar testimonio de una vida apegada al ejercicio de los mejores valores personales, familiares y ciudadanos, y de lo mucho que quiso a Venezuela.
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