Trump y Maduro: tensiones y sonrisas
Maduro obtuvo lo que quería: un canal directo con Trump, trato diplomático y la renovación de la licencia, además del desconcertar y frustrar a las fuerzas opositoras duras
Entender qué jugaron Trump y Maduro en este reciente encuentro, el primero en muchos años, entre representantes de los gobiernos de EEUU y Venezuela, no es fácil. Aproximémonos mediante una revisión de los hechos ocurridos y las señales desplegadas.
Antes de la investidura de Trump hubo un torneo de amenazas contra Maduro. Provenían del ala dura y Maduro las tomó en serio, adoptando previsiones. De acuerdo con la vocera de la Casa Blanca, R. Grenell no venía a negociar, solo traía dos exigencias muy claras: que Maduro aceptara la repatriación de los deportados y que soltara a todos los estadounidenses presos. Rick Scott mencionó esas dos exigencias, pero añadió que también contemplaban la definición de un tercer país donde Maduro y D. Cabello deberían irse. Mientras esto estaba ocurriendo, Miraflores no dijo nada. Se limitó a esperar al visitante y he aquí la primera gran diferencia en los casos de Petro y Maduro. Con Petro se mandó un avión con deportados que el presidente colombiano en un arrebato nacionalista rechazó y emitió una proclama pública, estridente y retadora. Pagó las consecuencias. En el caso de Venezuela, vino primero un enviado a conversar sobre los términos bajo los cuales se realizarían estos vuelos. Con Colombia se trató de un hecho cumplido, sin duda irrespetuoso e inconsulto, con Venezuela un movimiento calculado y acordado con Caracas. El mutismo da sus frutos.
Trump hasta ahora ha dicho qué va a hacer con Putin, con Zelensky, con Panamá, México, Canadá, Groenlandia, la Unión Europea, Israel y resto del medio oriente. Este fin de semana despachó tropas americanas a Somalía. Pero en el caso venezolano solo se ha limitado a declaraciones generales y de sus sentimientos hacia Venezuela, Maduro y el pueblo venezolano. Todo indica que no hay decisión sobre qué hacer y que los moderados y halcones pugnan por imponer sus tesis: la de dejar a Maduro, pero presionándolo versus la que sostiene que lo mejor es sacarlo pronto. Por esta indefinición podría interpretarse que en la diferencia de comportamiento con Petro tuvo que ver la intención de no estimular una respuesta airada y desafiante de parte de un actor con el cual el gobierno norteño no sabe exactamente qué hacer, evitando así una reacción furiosa del gobierno venezolano que diera lugar a una escalada de tensiones, que obligara a EEUU a tomar medidas drásticas, hecho por ahora no deseado por ellos.
Antes de la investidura de Trump hubo un torneo de amenazas contra Maduro. Provenían del ala dura y Maduro las tomó en serio, adoptando previsiones. De acuerdo con la vocera de la Casa Blanca, R. Grenell no venía a negociar, solo traía dos exigencias muy claras: que Maduro aceptara la repatriación de los deportados y que soltara a todos los estadounidenses presos. Rick Scott mencionó esas dos exigencias, pero añadió que también contemplaban la definición de un tercer país donde Maduro y D. Cabello deberían irse. Mientras esto estaba ocurriendo, Miraflores no dijo nada. Se limitó a esperar al visitante y he aquí la primera gran diferencia en los casos de Petro y Maduro. Con Petro se mandó un avión con deportados que el presidente colombiano en un arrebato nacionalista rechazó y emitió una proclama pública, estridente y retadora. Pagó las consecuencias. En el caso de Venezuela, vino primero un enviado a conversar sobre los términos bajo los cuales se realizarían estos vuelos. Con Colombia se trató de un hecho cumplido, sin duda irrespetuoso e inconsulto, con Venezuela un movimiento calculado y acordado con Caracas. El mutismo da sus frutos.
Trump hasta ahora ha dicho qué va a hacer con Putin, con Zelensky, con Panamá, México, Canadá, Groenlandia, la Unión Europea, Israel y resto del medio oriente. Este fin de semana despachó tropas americanas a Somalía. Pero en el caso venezolano solo se ha limitado a declaraciones generales y de sus sentimientos hacia Venezuela, Maduro y el pueblo venezolano. Todo indica que no hay decisión sobre qué hacer y que los moderados y halcones pugnan por imponer sus tesis: la de dejar a Maduro, pero presionándolo versus la que sostiene que lo mejor es sacarlo pronto. Por esta indefinición podría interpretarse que en la diferencia de comportamiento con Petro tuvo que ver la intención de no estimular una respuesta airada y desafiante de parte de un actor con el cual el gobierno norteño no sabe exactamente qué hacer, evitando así una reacción furiosa del gobierno venezolano que diera lugar a una escalada de tensiones, que obligara a EEUU a tomar medidas drásticas, hecho por ahora no deseado por ellos.
El enviado es un emisario personal de Trump, le rinde cuentas a él, no a M. Rubio. Es una acción diplomática directa del presidente norteamericano, en reconocimiento de este carácter lo reciben el canciller venezolano y el presidente de la AN y en atención a quien lo envía, lo atiende personalmente Maduro en la sede del gobierno. Una señal interesante es que con diferencia de minutos el avión de la fuerza aérea norteamericana que trajo a R. Grenell, compartió entrada con un avión de la fuerza aérea rusa. Este detalle recuerda a un hecho parecido cuando Anastasio Somoza amenazó con invadir a Costa Rica, un país sin ejército. La respuesta a esa amenaza fue la “visita” a Costa Rica de dos aviones de la fuerza aérea venezolana que pernoctaron allí varios días. Somoza entendió el mensaje. La tercera señal de importancia, y no menos relevante, es que la visita se produce previo a la gira de Rubio y justo antes del día de renovación de la licencia a Chevron, toda una señal del comportamiento esperado. Maduro entrega parte de los prisioneros, pero mantiene algunos. También una manifiesta señal de la reciprocidad esperada.
Por qué Grenell y no Rubio. Primero porque Rubio es un enemigo declarado de Maduro y Trump, por ahora, busca evitar una confrontación directa y aunque su narrativa la presentara como un “ultimátum”, el juego de señales indicó otra cosa. Grenell, por pertenecer al ala negociadora y al ser coincidente con los intereses de las petroleras, es más tragable para Maduro.
Veamos ahora los resultados. Maduro obtuvo lo que quería: un canal directo con Trump, trato diplomático y la renovación de la licencia, además del desconcertar y frustrar a las fuerzas opositoras duras. También compró tiempo para intensificar acciones diplomáticas y de lobby ante Trump. Este, por su parte, obtuvo parcialmente lo que dijo querer: la aceptación por parte de Venezuela de la repatriación de los migrantes que sean deportados, pero solo obtuvo parte de los prisioneros, lo que, sin embargo, puede exhibir como un triunfo ante su nación y, finalmente, un compás de espera para decidir qué hacer en definitiva con un vecino percibido como supra incómodo y que no puede quitar a su antojo. La situación venezolana es complicada y compleja, no habrá solución sin costo para las partes involucradas. Ambos saben que el éxito no depende de la estridencia de campañas mediáticas o de encendida retórica nacionalista, tampoco solo de tener objetivos, sino del cómo hacerlo. Los dos saben que son las acciones precisas y estudiadas cual cirujano, lo que puede dar el triunfo.
@AsuajeGuedez
asuajeguedezd@gmail.com
asuajeguedezd@gmail.com
Siguenos en
Telegram,
Instagram,
Facebook y
Twitter
para recibir en directo todas nuestras actualizaciones