Venezuela: primera en libertad
Venezuela, como lo hace constar el Libertador en carta a Irvine, se desangró en aras de su libertad y en la de Colombia, Bolivia, Perú, Panamá y Perú
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, afirmó hace muy pocos días que "En Colombia está el primer territorio libre de América, antes de Washington, de toda la América, allí me cobijo en sus cantos africanos”. (https://www.bloomberglinea.com/latinoamerica/colombia/carta-completa-de-la-respuesta-de-gustavo-petro-a-trump/(Bloomberg/Ferley Ospina) Por Fátima Romero.
El primer territorio libre de América fue el glorioso Haití en 1804. Le siguió no Colombia sino Venezuela el 5 de julio de 1811, cuando el Congreso declaró la Independencia y por eso esta fecha celébrase como el día de la Independencia nacional.
La muy famosa cadena informativa CNN, el 5 de julio de 2024, hizo saber lo siguiente: “Venezuela celebra este viernes el aniversario 213 de la declaración de su Independencia. A continuación, te explicamos el origen de este acontecimiento y por qué se celebra en esta fecha.
La Independencia de Venezuela fue un proceso militar y político que se inició el 19 de abril de 1810, cuando se decidió que eran las autoridades en Caracas la que debían regir los destinos de la Capitanía General, según un acuerdo de la Asamblea Nacional firmado en 2023.
Con el acta de la declaración de independencia también se formó un nuevo Estado y nación con una forma de gobierno republicano. Este suceso también convirtió a Venezuela en el primer país sudamericano en cortar lazos con España”. (“Independencia de Venezuela: ¿cuál es su origen y por qué se celebra el 5 de julio?”. Por CNN Español. 2 min de lectura. 08:28 ET, 12:28 GMT, 5 de julio de 2024). (Resaltado mío).
Es más: se puede aseverar que ya en 1810 Venezuela era un territorio libre –lato sensu– porque el 19 de abril el Cabildo obligó a renunciar al español Vicente Emparan, Capitán General. (Desde 1777 hasta 1810 hubo seis Capitanes Generales). Hubo una Junta Suprema y el primer ejército patriota, al mando del Marqués del Toro, marchó sobre Coro. Se enviaron Comisiones al exterior, como la de Simón Bolívar, Andrés Bello y López Méndez a Londres). Hubo convocatoria a elecciones y elígense cuarenta y cuatro diputados para representar en el primer Congreso a siete Provincias (Caracas, Barinas, Barcelona, Cumaná, Margarita, Mérida y Trujillo). Y se fundó la Sociedad Patriótica.
La verdad verdadera es que, cuando se habla de la libertad en Suramérica, hay un inmediato reflejo mental y espiritual de todas las gentes –al menos de las medianamente enteradas– en Venezuela. Es natural: Venezuela no sólo fue el primer territorio libre en la muy vasta región sino que (y se dice rápido) libertó ¡¡¡a cinco naciones más!!! Éstas, como se sabe, fueron Colombia, Bolivia, Perú, Ecuador y Panamá.
La esplendorosa corona del inmenso bien que le hizo la muy heroica y gloriosa Venezuela a esas cinco naciones que libertó al mando del integérrimo Bolívar, fue que las penetró en su territorio no para robarlas sino para darles el supremo bien de la libertad. Más aún: el único caso que ha habido en la Historia universal de un guerrero jefe que haya invadido otras naciones no para saquearlas sino para liberarlas, es el de Simón Bolívar, quien, por lo demás, nació inmensamente rico y murió inmensamente pobre...
En Venezuela se guerreó casi en exclusiva y muchísimo más por la independencia suramericana: ¡¡Ochenta batallas!! —se dice pronto— tronaron en Venezuela entre 1811 y 1823 y cincuenta fueron ganadas por los patriotas del ejército venezolano, veintiocho por los españoles y dos quedaron indecisas o igualadas.
En Venezuela, durante quince años de guerra, dirigida desde 1813 hasta el fin por el Libertador, “se combatió casi diariamente, se destruyeron la escuadra más grande que hasta entonces había atravesado el Atlántico, varias expediciones militares de España y libró el Libertador personalmente innúmeras batallas, por sus filas pasaron más de 1.000.000 de hombres y quedaron tendidas todas las expediciones de España” (Blanco Fombona).
El insigne patriota e intelectual Blanco Fombona, de muy elegante, cultivada y vibrante prosa, escribió: “San Martín mismo, que lo juzgó de soldado a soldado, y que es autoridad en la materia, opina: ‘Sus hechos militares le han merecido, con razón, ser considerado como el hombre más extraordinario que haya producido la América del Sur’”. (Subrayado mío).
Y prosiguió Blanco Fombona: “La personalidad expansiva de Bolívar era tan grande, y tan vigorosa la influencia de su genio, que nadie, ni el propio San Martín, pudo en América sustraerse al imperio del espíritu bolivariano. (…) La entrevista del Libertador con San Martín fue para San Martín el ocaso de su estrella, la página decisiva de su vida, el torcimiento de su destino. Para Bolívar fue sólo un episodio más de su carrera. (…) San Martín se entrega a la campaña del Perú, cuyo litoral ocupa por los triunfos navales de Cochrane, y a cuya capital entra sin librar una sola batalla, y cometiendo, según Mitre, un grande error militar y político. Del Perú sabemos cómo salió, en 1822, cediendo el campo de América a Bolívar. Tal es, a grandes rasgos, el papel de San Martín en la guerra de independencia. Desde entonces quedan en las manos únicas de Bolívar la revolución del Norte y la revolución del Sur. Por Argentina, en especial, hizo San Martín menos que por Chile o por Perú. Cuando Argentina, en su conflicto guerrero con Brasil, necesitó en 1825 el apoyo de un soldado victorioso y de prestigio, no ocurrió a San Martín; ocurrió a Bolívar. (…) La campaña de San Martín fue censurada por el propio Mitre. La ocupación de Lima, dada la geografía del Perú, fue una falta. Pronto no le quedó a San Martín en el Perú más arbitrio que correr a echarse en brazos de Bolívar. Si ambos pueden compararse como capitanes, las campañas del Perú darán base para la comparación. Desde luego, recuérdese que San Martín jamás tuvo a su frente a un Boves ni a un Morillo, y que los ejércitos que derrotó no fueron, como los ejércitos que venció Bolívar, españoles de España, soldados de los que habían puesto en fuga a los mariscales y tropas de Napoleón”. (Subrayados míos).
Y concluyó Blanco Fombona: “Bolívar, además, no fue jefe de un solo Estado como San Martín: fue el César de medio mundo. Él gobernó por sí, o por medio de sus tenientes, a un tiempo, varios Estados.
No hubo, durante cierto período de tiempo, país alguno de la América española donde no ejerciera influencia o donde no se le considerase como una esperanza, como un protector o —el caso imperial del Brasil— como un temor. Centroamérica debe su independencia a los triunfos de México en el Norte y de Bolívar en el Sur. Después de la batalla de Carabobo, y como una de las consecuencias de esta batalla, la antigua Capitanía General de Guatemala obtuvo su emancipación. La influencia espontánea del Libertador no reconoce límites. Sólo la influencia de Napoleón en Europa puede dar idea de lo que fue la influencia de Bolívar en América”. (Subrayados míos).
Para ejemplarizar con algunos destellos del imponente carácter de Simón Bolívar, haré mención de las dos cartas que escribió al diplomático estadounidense Irvine:
“Angostura, 20 de agosto de 1818.
Al señor Bautista Irvine Agente de los Estados Unidos de la América del Norte cerca de Venezuela.
Señor Agente:
Sin embargo de que la nota de V.S. fecha de 17 del presente que tuve el honor de recibir ayer, no puede considerarse sino como preliminar o preparatoria a la que ofrece dirigirme en contestación a mi respuesta del 6, creo muy conveniente anticipar algunas reflexiones que nacen de los mismos principios admitidos en ella por V.S.
V.S. considera como justa mi indignación con respecto a los protectores o auxiliadores de nuestros feroces enemigos; pero añade V.S. que es infundada si se atiende a que comerciantes neutros, no deben abandonar su profesión por hacerse partidarios políticos. Sin sostener lo contrario, puedo observar que no encuentro la necesidad de que un neutro abrace este o aquel partido si no quiere abandonar su profesión, ni concibo que pueda hacerse aplicación de este principio a los puertos bloqueados sin destruir los derechos de las naciones beligerantes. Si la utilidad de los pueblos neutros es el origen y fundamento para no excluirlos del comercio de las potencias en guerra, éstas interesan contra el que se hace en puertos bloqueados no solamente la misma razón sino también el mal que resulta de la prolongación de una campaña o guerra que podría terminarse rindiendo o tomando la plaza reducida a asedio. La imparcialidad que es la gran base de la neutralidad desaparece en el acto en que se socorre a una parte contra la voluntad bien expresada de la otra, que se opone justamente y que además no exige ser ella socorrida.
La conducta de la Francia y la Inglaterra en los últimos años de su célebre lucha viene muy a propósito en apoyo de esta opinión. Pero yo no intento justificarla, porque ni creo que nuestro caso en cuestión sea de aquella naturaleza, ni necesito otros argumentos que los mismos propuestos por V.S. la doctrina citada de Vattel que es sin duda, la más liberal para los neutros no solamente sostiene poderosamente el derecho con que Venezuela ha procedido en la condena de las goletas Tigre y Libertad sino que da lugar a que recuerde hechos que desearía ignorar para no verme forzado a lamentarlos. Hablo de la conducta de los Estados Unidos del Norte con respecto a los independientes del Sur, y de las rigurosas leyes promulgadas con el objeto de impedir toda especie de auxilios que pudiéramos procurarnos allí. Contra la lenidad de las leyes americanas se ha visto imponer una pena de diez años de prisión y diez mil pesos de multa, que equivale a la de muerte, contra los virtuosos ciudadanos que quisiesen proteger nuestra causa, la causa de la justicia, y de la libertad, la causa de la América.
Si es libre el comercio de los neutros para suministrar a ambas partes los medios de hacer la guerra, ¿por qué se prohibe en el Norte? ¿por qué a la prohibición se añade la severidad de la pena, sin ejemplo en los anales de la República del Norte? ¿No es declararse contra los independientes negarles lo que el derecho de neutralidad les permite exigir? La prohibición no debe entenderse sino directamente contra nosotros que éramos los únicos que necesitábamos protección. Los españoles tenían cuanto necesitaban o podían proveerse en otras partes. Nosotros solos estábamos obligados a ocurrir al Norte así por ser nuestros vecinos y hermanos, como porque nos faltaban los medios y relaciones para dirigirnos a otras potencias. Mr. Corbett ha demostrado plenamente en su semanario la parcialidad de los Estados Unidos a favor de la España en nuestra contienda. Negar a una parte los elementos que no tiene y sin los cuales no puede sostener su pretensión cuando la contraria abunda de ellos es lo mismo que condenarla a quese someta, y en nuestra guerra con España es destinarnos al suplicio, mandarnos exterminar. El resultado de la prohibición de extraer armas y municiones califica más claramente esta parcialidad. Los españoles que no las necesitaban las han adquirido fácilmente, al paso que las que venían para Venezuela se han detenido.
La extrema repugnancia y el dolor con que recuerdo estos actos, me impiden continuar exponiéndolos. Sólo la necesidad de justificar al Gobierno de Venezuela podría haberme forzado a manifestar unas quejas que he procurado sofocar hasta ahora y que habría sepultado en el silencio y en el olvido si no fuesen necesarias ya para desvanecer los argumentos con que ha querido V.S. probar la ilegitimidad de las condenas dadas contra las goletas Tigre y Libertad.
Quiero sin embargo suponer gratuitamente por un momento que la imparcialidad ha sido guardada. ¿Qué deduciríamos de aquí? o es preciso negarnos el derecho de bloqueado-res y sitiadores, o es preciso decir que pueden los buques neutros entrar y salir de los puertos que han sido excluidos temporalmente del comercio por un decreto de bloqueo llevado a efecto. Para lo primero sería necesario declararnos fuera del derecho de las gentes, y consiguientemente sin obligación de respetarlo; y no sería menos monstruoso sostener lo segundo que choca contra todas las prácticas y leyes de las naciones.
Podría extender infinitamente las observaciones que he hecho; pero como no es mi objeto responder definitivamente sino cuando haya visto y meditado la contestación de V.S. que acabo de recibir, reservo para entonces explanar estas mismas razones y añadir las más que ahora omito por no cansar su atención.
Con la más alta consideración tengo el honor de repetir a V.S. los sentimientos de distinguida estimación con que soy de V.S. atento obediente servidor.
[BOLÍVAR]”.
Y ésta a Irvine, quien vino el 12 de julio de 1818 a Venezuela como emisario del Gobierno de EE.UU para protestar por dos barcos estadounidenses (“Tigre” y “Libertad”) capturados en el Orinoco, Bolívar lo refutó con que se usaban “para dar armas a unos verdugos y para alimentar unos tigres que por tres siglos han derramado la mayor parte de la sangre americana…”.
Y también rechazó la idea de Irvine en el sentido de que Estados Unidos era neutral en el conflicto que se vivía en Venezuela, al escribirle que “No son neutrales los que prestan armas y municiones (…) a los enemigos”. En su última carta a Irvine dióle el Libertador respuesta muy digna, ejemplar y soberana:
“(…) Mire, en cuanto a sus amenazas, sepa usted que aquí en Venezuela en diez años de guerra –ya casi diez– han muerto la mitad de nuestros compatriotas; y nosotros, los que aquí quedamos, estamos ansiosos por correr la misma suerte, si tuviéramos que morir todos enfrentando al mundo entero. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende”. Punto final.
El primer territorio libre de América fue el glorioso Haití en 1804. Le siguió no Colombia sino Venezuela el 5 de julio de 1811, cuando el Congreso declaró la Independencia y por eso esta fecha celébrase como el día de la Independencia nacional.
La muy famosa cadena informativa CNN, el 5 de julio de 2024, hizo saber lo siguiente: “Venezuela celebra este viernes el aniversario 213 de la declaración de su Independencia. A continuación, te explicamos el origen de este acontecimiento y por qué se celebra en esta fecha.
La Independencia de Venezuela fue un proceso militar y político que se inició el 19 de abril de 1810, cuando se decidió que eran las autoridades en Caracas la que debían regir los destinos de la Capitanía General, según un acuerdo de la Asamblea Nacional firmado en 2023.
Con el acta de la declaración de independencia también se formó un nuevo Estado y nación con una forma de gobierno republicano. Este suceso también convirtió a Venezuela en el primer país sudamericano en cortar lazos con España”. (“Independencia de Venezuela: ¿cuál es su origen y por qué se celebra el 5 de julio?”. Por CNN Español. 2 min de lectura. 08:28 ET, 12:28 GMT, 5 de julio de 2024). (Resaltado mío).
Es más: se puede aseverar que ya en 1810 Venezuela era un territorio libre –lato sensu– porque el 19 de abril el Cabildo obligó a renunciar al español Vicente Emparan, Capitán General. (Desde 1777 hasta 1810 hubo seis Capitanes Generales). Hubo una Junta Suprema y el primer ejército patriota, al mando del Marqués del Toro, marchó sobre Coro. Se enviaron Comisiones al exterior, como la de Simón Bolívar, Andrés Bello y López Méndez a Londres). Hubo convocatoria a elecciones y elígense cuarenta y cuatro diputados para representar en el primer Congreso a siete Provincias (Caracas, Barinas, Barcelona, Cumaná, Margarita, Mérida y Trujillo). Y se fundó la Sociedad Patriótica.
La verdad verdadera es que, cuando se habla de la libertad en Suramérica, hay un inmediato reflejo mental y espiritual de todas las gentes –al menos de las medianamente enteradas– en Venezuela. Es natural: Venezuela no sólo fue el primer territorio libre en la muy vasta región sino que (y se dice rápido) libertó ¡¡¡a cinco naciones más!!! Éstas, como se sabe, fueron Colombia, Bolivia, Perú, Ecuador y Panamá.
La esplendorosa corona del inmenso bien que le hizo la muy heroica y gloriosa Venezuela a esas cinco naciones que libertó al mando del integérrimo Bolívar, fue que las penetró en su territorio no para robarlas sino para darles el supremo bien de la libertad. Más aún: el único caso que ha habido en la Historia universal de un guerrero jefe que haya invadido otras naciones no para saquearlas sino para liberarlas, es el de Simón Bolívar, quien, por lo demás, nació inmensamente rico y murió inmensamente pobre...
En Venezuela se guerreó casi en exclusiva y muchísimo más por la independencia suramericana: ¡¡Ochenta batallas!! —se dice pronto— tronaron en Venezuela entre 1811 y 1823 y cincuenta fueron ganadas por los patriotas del ejército venezolano, veintiocho por los españoles y dos quedaron indecisas o igualadas.
En Venezuela, durante quince años de guerra, dirigida desde 1813 hasta el fin por el Libertador, “se combatió casi diariamente, se destruyeron la escuadra más grande que hasta entonces había atravesado el Atlántico, varias expediciones militares de España y libró el Libertador personalmente innúmeras batallas, por sus filas pasaron más de 1.000.000 de hombres y quedaron tendidas todas las expediciones de España” (Blanco Fombona).
El insigne patriota e intelectual Blanco Fombona, de muy elegante, cultivada y vibrante prosa, escribió: “San Martín mismo, que lo juzgó de soldado a soldado, y que es autoridad en la materia, opina: ‘Sus hechos militares le han merecido, con razón, ser considerado como el hombre más extraordinario que haya producido la América del Sur’”. (Subrayado mío).
Y prosiguió Blanco Fombona: “La personalidad expansiva de Bolívar era tan grande, y tan vigorosa la influencia de su genio, que nadie, ni el propio San Martín, pudo en América sustraerse al imperio del espíritu bolivariano. (…) La entrevista del Libertador con San Martín fue para San Martín el ocaso de su estrella, la página decisiva de su vida, el torcimiento de su destino. Para Bolívar fue sólo un episodio más de su carrera. (…) San Martín se entrega a la campaña del Perú, cuyo litoral ocupa por los triunfos navales de Cochrane, y a cuya capital entra sin librar una sola batalla, y cometiendo, según Mitre, un grande error militar y político. Del Perú sabemos cómo salió, en 1822, cediendo el campo de América a Bolívar. Tal es, a grandes rasgos, el papel de San Martín en la guerra de independencia. Desde entonces quedan en las manos únicas de Bolívar la revolución del Norte y la revolución del Sur. Por Argentina, en especial, hizo San Martín menos que por Chile o por Perú. Cuando Argentina, en su conflicto guerrero con Brasil, necesitó en 1825 el apoyo de un soldado victorioso y de prestigio, no ocurrió a San Martín; ocurrió a Bolívar. (…) La campaña de San Martín fue censurada por el propio Mitre. La ocupación de Lima, dada la geografía del Perú, fue una falta. Pronto no le quedó a San Martín en el Perú más arbitrio que correr a echarse en brazos de Bolívar. Si ambos pueden compararse como capitanes, las campañas del Perú darán base para la comparación. Desde luego, recuérdese que San Martín jamás tuvo a su frente a un Boves ni a un Morillo, y que los ejércitos que derrotó no fueron, como los ejércitos que venció Bolívar, españoles de España, soldados de los que habían puesto en fuga a los mariscales y tropas de Napoleón”. (Subrayados míos).
Y concluyó Blanco Fombona: “Bolívar, además, no fue jefe de un solo Estado como San Martín: fue el César de medio mundo. Él gobernó por sí, o por medio de sus tenientes, a un tiempo, varios Estados.
No hubo, durante cierto período de tiempo, país alguno de la América española donde no ejerciera influencia o donde no se le considerase como una esperanza, como un protector o —el caso imperial del Brasil— como un temor. Centroamérica debe su independencia a los triunfos de México en el Norte y de Bolívar en el Sur. Después de la batalla de Carabobo, y como una de las consecuencias de esta batalla, la antigua Capitanía General de Guatemala obtuvo su emancipación. La influencia espontánea del Libertador no reconoce límites. Sólo la influencia de Napoleón en Europa puede dar idea de lo que fue la influencia de Bolívar en América”. (Subrayados míos).
Para ejemplarizar con algunos destellos del imponente carácter de Simón Bolívar, haré mención de las dos cartas que escribió al diplomático estadounidense Irvine:
“Angostura, 20 de agosto de 1818.
Al señor Bautista Irvine Agente de los Estados Unidos de la América del Norte cerca de Venezuela.
Señor Agente:
Sin embargo de que la nota de V.S. fecha de 17 del presente que tuve el honor de recibir ayer, no puede considerarse sino como preliminar o preparatoria a la que ofrece dirigirme en contestación a mi respuesta del 6, creo muy conveniente anticipar algunas reflexiones que nacen de los mismos principios admitidos en ella por V.S.
V.S. considera como justa mi indignación con respecto a los protectores o auxiliadores de nuestros feroces enemigos; pero añade V.S. que es infundada si se atiende a que comerciantes neutros, no deben abandonar su profesión por hacerse partidarios políticos. Sin sostener lo contrario, puedo observar que no encuentro la necesidad de que un neutro abrace este o aquel partido si no quiere abandonar su profesión, ni concibo que pueda hacerse aplicación de este principio a los puertos bloqueados sin destruir los derechos de las naciones beligerantes. Si la utilidad de los pueblos neutros es el origen y fundamento para no excluirlos del comercio de las potencias en guerra, éstas interesan contra el que se hace en puertos bloqueados no solamente la misma razón sino también el mal que resulta de la prolongación de una campaña o guerra que podría terminarse rindiendo o tomando la plaza reducida a asedio. La imparcialidad que es la gran base de la neutralidad desaparece en el acto en que se socorre a una parte contra la voluntad bien expresada de la otra, que se opone justamente y que además no exige ser ella socorrida.
La conducta de la Francia y la Inglaterra en los últimos años de su célebre lucha viene muy a propósito en apoyo de esta opinión. Pero yo no intento justificarla, porque ni creo que nuestro caso en cuestión sea de aquella naturaleza, ni necesito otros argumentos que los mismos propuestos por V.S. la doctrina citada de Vattel que es sin duda, la más liberal para los neutros no solamente sostiene poderosamente el derecho con que Venezuela ha procedido en la condena de las goletas Tigre y Libertad sino que da lugar a que recuerde hechos que desearía ignorar para no verme forzado a lamentarlos. Hablo de la conducta de los Estados Unidos del Norte con respecto a los independientes del Sur, y de las rigurosas leyes promulgadas con el objeto de impedir toda especie de auxilios que pudiéramos procurarnos allí. Contra la lenidad de las leyes americanas se ha visto imponer una pena de diez años de prisión y diez mil pesos de multa, que equivale a la de muerte, contra los virtuosos ciudadanos que quisiesen proteger nuestra causa, la causa de la justicia, y de la libertad, la causa de la América.
Si es libre el comercio de los neutros para suministrar a ambas partes los medios de hacer la guerra, ¿por qué se prohibe en el Norte? ¿por qué a la prohibición se añade la severidad de la pena, sin ejemplo en los anales de la República del Norte? ¿No es declararse contra los independientes negarles lo que el derecho de neutralidad les permite exigir? La prohibición no debe entenderse sino directamente contra nosotros que éramos los únicos que necesitábamos protección. Los españoles tenían cuanto necesitaban o podían proveerse en otras partes. Nosotros solos estábamos obligados a ocurrir al Norte así por ser nuestros vecinos y hermanos, como porque nos faltaban los medios y relaciones para dirigirnos a otras potencias. Mr. Corbett ha demostrado plenamente en su semanario la parcialidad de los Estados Unidos a favor de la España en nuestra contienda. Negar a una parte los elementos que no tiene y sin los cuales no puede sostener su pretensión cuando la contraria abunda de ellos es lo mismo que condenarla a quese someta, y en nuestra guerra con España es destinarnos al suplicio, mandarnos exterminar. El resultado de la prohibición de extraer armas y municiones califica más claramente esta parcialidad. Los españoles que no las necesitaban las han adquirido fácilmente, al paso que las que venían para Venezuela se han detenido.
La extrema repugnancia y el dolor con que recuerdo estos actos, me impiden continuar exponiéndolos. Sólo la necesidad de justificar al Gobierno de Venezuela podría haberme forzado a manifestar unas quejas que he procurado sofocar hasta ahora y que habría sepultado en el silencio y en el olvido si no fuesen necesarias ya para desvanecer los argumentos con que ha querido V.S. probar la ilegitimidad de las condenas dadas contra las goletas Tigre y Libertad.
Quiero sin embargo suponer gratuitamente por un momento que la imparcialidad ha sido guardada. ¿Qué deduciríamos de aquí? o es preciso negarnos el derecho de bloqueado-res y sitiadores, o es preciso decir que pueden los buques neutros entrar y salir de los puertos que han sido excluidos temporalmente del comercio por un decreto de bloqueo llevado a efecto. Para lo primero sería necesario declararnos fuera del derecho de las gentes, y consiguientemente sin obligación de respetarlo; y no sería menos monstruoso sostener lo segundo que choca contra todas las prácticas y leyes de las naciones.
Podría extender infinitamente las observaciones que he hecho; pero como no es mi objeto responder definitivamente sino cuando haya visto y meditado la contestación de V.S. que acabo de recibir, reservo para entonces explanar estas mismas razones y añadir las más que ahora omito por no cansar su atención.
Con la más alta consideración tengo el honor de repetir a V.S. los sentimientos de distinguida estimación con que soy de V.S. atento obediente servidor.
[BOLÍVAR]”.
Y ésta a Irvine, quien vino el 12 de julio de 1818 a Venezuela como emisario del Gobierno de EE.UU para protestar por dos barcos estadounidenses (“Tigre” y “Libertad”) capturados en el Orinoco, Bolívar lo refutó con que se usaban “para dar armas a unos verdugos y para alimentar unos tigres que por tres siglos han derramado la mayor parte de la sangre americana…”.
Y también rechazó la idea de Irvine en el sentido de que Estados Unidos era neutral en el conflicto que se vivía en Venezuela, al escribirle que “No son neutrales los que prestan armas y municiones (…) a los enemigos”. En su última carta a Irvine dióle el Libertador respuesta muy digna, ejemplar y soberana:
“(…) Mire, en cuanto a sus amenazas, sepa usted que aquí en Venezuela en diez años de guerra –ya casi diez– han muerto la mitad de nuestros compatriotas; y nosotros, los que aquí quedamos, estamos ansiosos por correr la misma suerte, si tuviéramos que morir todos enfrentando al mundo entero. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende”. Punto final.
Siguenos en
Telegram,
Instagram,
Facebook y
Twitter
para recibir en directo todas nuestras actualizaciones